El 2020 lo iniciamos con más dudas que certezas en el plano económico y social. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador arrancó el año con retos que resolver, con inseguridad y violencias de género al alza y crecimiento económico a la baja.
Sin embargo, no imaginamos que vendría un virus a sacudir todos los temas nacionales y, como nunca antes, exigirle a López Obrador respuestas inmediatas y concretas, sin espacio para esconderse en la retórica.
A continuación haremos un recuento de las reacciones del presidente ante esta crisis global de salud, donde las personas buscan gestos que les den certeza en una situación de preocupación comprensible, pero donde no han encontrado ni siquiera empatía.
El preámbulo
El 31 de diciembre de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó sobre un brote de un nuevo coronavirus en Wuhan, China, y declaró emergencia de salud pública de atención internacional.
Sin embargo, en México el tema se abordó hasta el 22 de enero en la conferencia matutina. El presidente dijo: “Ah, sobre esto. Ya hay identificación de lo del virus (...), dos casos, uno descartado y uno en observación, que también puede ser que no”.
“¿De coronavirus?”, dijeron varias voces en la sala de prensa. “Sí, coronavirus”, respondió López Obrador. “¿Cuáles son las instrucciones?”, preguntó una reportera. “Que estemos pendientes, como lo estamos, al tanto”, contestó el presidente y luego desvió el tema a la estabilidad del peso mexicano.
En ese momento China ya había anunciado la muerte de seis personas pero existían muy pocos casos fuera de ese país y la OMS todavía no confirmaba estado de emergencia internacional, lo cual hizo hasta el 30 de enero.
A partir de ese día comenzaron a desencadenarse las noticias. Primera muerte fuera de China, en Filipinas el 2 de febrero, casos confirmados en varios países de Europa y en Estados Unidos.
Los otros datos
El 11 de febrero, una reportera le preguntó al presidente si teníamos los hospitales necesarios para afrontar esta crisis. En ese momento se contaban 910 muertes en el mundo.
López Obrador respondió que no se tenían casos, y que “estamos actuando con mucha responsabilidad, que no vamos a cometer el error que se cometió en el gobierno (...) y afortunadamente no tenemos problema”.
También dijo que “la fortaleza del virus o lo peligroso que es, está demostrado que no va a acorde con todo lo que se ha manejado mundialmente”.
Y luego agregó: “Por eso nosotros informamos técnicamente sobre esto, son los especialistas, y por eso también voy a darle la voz al doctor, que él les diga, de manera muy breve, porque estamos informando diario, tengo entendido”.
A partir de entonces el presidente comenzó a tener “otros datos” respecto a la información global del brote del nuevo coronavirus, el cual fue nombrado COVID-19 el 14 de febrero.
Durante la conferencia matutina del 13 de febrero, una reportera mostró su preocupación sobre la falta de información que existía al respecto en los Centros de Salud.
El presidente respondió que “sí existen los protocolos, pero se considera que afortunadamente no es un asunto grave (...) No quiere decir que se omita, que no interese, pero es muchísima la difusión mundial, muchísima la difusión”.
En ese momento se habían registrado 1,114 muertes en el mundo.
Las malas noticias siguieron su curso en todo el planeta. El 20 de febrero se confirmaron las primeras dos muertes de COVID-19 en Irán, tres días después, la OMS reportó sobre los primeros fallecimientos por este virus en Europa, específicamente en Italia.
Cinco días después, el 26 de febrero ya se contaban 15 muertes en Irán, 11 en Italia y 2,762 en el mundo, con 81,109 casos confirmados.
El 27 de febrero, ante el cuestionamiento sobre las medidas que se tomarían en México para atender el COVID-19, López Obrador contestó:
“Aquí por influenza tenemos desgraciadamente como 15 mil muertes al año. No estoy diciendo que lo del coronavirus no represente un riesgo y que además tenemos que prevenir, pero a nivel mundial se habla de dos mil 500 pérdidas de vidas humanas, o sea, tenemos que atender el asunto, pero no exagerar, prevenir”.
Al día siguiente se confirmó el primer caso de un infectado en México.
El doble mensaje y, con ello, la incertidumbre
Luego de anunciar la presencia de COVID-19 en el país, López Obrador declaró que “estamos preparados (...) Tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales, la capacidad para hacerle frente a este caso del coronavirus”.
Después, el subsecretario de salud, Hugo López Gatell dio algunas recomendaciones para la ciudadanía:
“Cada uno de nosotros puede actuar para prevenir en sí mismo y en los demás, empezando por la familia. Hay acciones básicas de higiene que son extremadamente útiles: lavarse las manos continuamente, utilizando por ejemplo jabón y agua o alcohol gel, si no se tiene jabón y agua a la mano”, dijo López Gatell.
Y agregó: “Por el momento, tampoco nos demos besos ni abrazos, simplemente así”.
Sin embargo, el 4 de marzo, el presidente declaró en la conferencia matutina: “Miren, lo del coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar; hay que abrazarse, no pasa nada, o sea, y así, o sea, nada de confrontación, de pleito”.
En ese momento, México ya contaba con cinco casos confirmados, pero todavía no se sabía cuántos podrían estar incubando el virus. En el mundo ya había más de 93 mil casos confirmados y más de tres mil muertes, con brotes preocupantes como el de Italia, donde había 347 casos y 17 muertes en un solo día.
El 11 de marzo, el contexto era convulso en el país, había caído el precio del petróleo y las reacciones del presidente frente a las protestas feministas lo habían dejado mal parado.
Entonces, durante la conferencia mañanera, una periodista preguntó si se le estaba ocultando información a la ciudadanía respecto al COVID-19.
El presidente respondió: “Estamos actuando profesionalmente porque también, imagínense, los conservadores me echarían la culpa también a mí del coronavirus”.
A partir de ese momento, el COVID-19 se convirtió en el nuevo tema para polarizar a la población, ya que muchos cuestionamientos sobre la manera de actuar del gobierno, era tomado como una estrategia para desprestigiarlo. En México había 7 casos confirmados.
En el mundo eran más de 113 mil infectados y casi cuatro mil muertes. Italia comenzaba a mostrar que la situación podía salirse de las manos de un país, con 1,797 casos nuevos confirmados y 97 muertes en un solo día.
El 12 marzo, la National Basketball Association (NBA) anunció que suspendía su torneo 2020. Y, poco a poco, en el resto del mundo, comenzaron a cancelarse los eventos multitudinarios para los siguientes meses.
Ese mismo día, Donald Trump informó que suspendía los vuelos con la mayoría de Europa y, poco a poco, otros países comenzaron a tomar medidas similares. Así como el cierre de escuelas, fronteras y medidas de distanciamiento social.
Mientras tanto, el presidente seguía abrazando a la gente, al grado de besar en la mejilla a una niña.
Y, ante el cuestionamiento de si el presidente puede llegar a contagiar a alguien por abrazar a la gente en sus giras, el subsecretario de salud, Hugo López Gatell, declaró que López Obrador es una fuerza moral no una fuerza de contagio, refiriéndose a que es una persona normal y “no tiene por qué ser la persona que contagie a las masas”.
“El presidente tiene la misma probabilidad de contagiar que tiene usted o que tengo yo, y usted también hace recorridos, giras y está en la sociedad”, dijo López Gatell.
El 18 de marzo, la Secretaría de Salud anunció la primera muerte por COVID-19 en el país. Antes, en la conferencia matutina, el presidente sacó imágenes religiosas de su cartera y dijo que, ante el agravamiento de la crisis, él cuenta con el escudo protector de la honestidad.
Y agregó: ‘Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo’.
Hay que evitar el pánico y escuchar a las autoridades sanitarias, pero también necesitamos certidumbre en las declaraciones, sin otros datos, sin dobles mensajes y sin que un gobierno laico se sostenga en supersticiones.
fuente.-
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