Erick Hernández Enríquez, conocido como DJ Bengala, llegó de Cosoleacaque a Coatzacoalcos, en Veracruz, hace cuatro años para alejarse de la violencia de ese municipio y formar una familia en paz; sin embargo, cuatro años después falleció en el ataque al bar Caballo Blanco, dejando solos a su esposa y dos hijos.
Su familia fue víctima de la delincuencia, pues un grupo de criminales baleó su negocio, presuntamente por negarse a pagar extorsión en la localidad; por ello decidieron comenzar de nuevo en Coatzacoalcos.
“Era muy buen hijo; nos llamábamos de cab… porque así era el trato, pero no se metía en problemas ni tomaba o fumaba, para él su sueño era su música y por eso se esforzaba por comprar cosas para tener mejor equipo. Incluso iba a la primaria y tocaba gratis para divertir a los niños”, relató Edén Díaz, padre del joven asesinado en el bar.
De extracción humilde, Erick llegó a construir una casa para su familia en una de las colonias pobres de Coatzacoalcos, en Los Peloteros, y pese a las condiciones de la zona formó su hogar entre charcos, calles de tierra y espacios rurales.
Don Edén, como lo conocen sus amistades, afirmó que su hijo era bien visto entre los vecinos, ya que en la primaria donde estudió, aún tenía la atención de regalar piñatas para que se divirtieran los alumnos; además, uno de sus más grandes sueños fue ser DJ profesional, por ello enfocaba buena parte de su vida a la música.
Al velorio llegaron niños aún con el uniforme de la escuela para dar el último adiós a Hernández Enríquez entre música, así como decenas de vecinos.
Casi a la misma hora, pero en otra parte del municipio, Xóchitl Irineo también víctima del ataque, dejó huérfanos a sus dos hijos, de cuatro y seis años, quienes ahora quedarán bajo el cuidado de su padre, quien hace una semana se quedó sin trabajo, porque terminó su contrato como chofer, pues trabajaba como taxista en la región.
El deseo de la bailarina de 24 años era concluir su carrera y convertirse en abogada por sus pequeños, ya que trabajaba para costear sus estudios, ya que no contaba con el apoyo del padre de sus hijos.
“No sé que voy a hacer, no tengo trabajo y no sé cómo voy a sacarlos adelante”, lamentó el padre de Xóchitl, a quien acompañó una veintena de vecinos para expresarle sus condolencias y despedir a la joven; su cadáver lo entregaron las autoridades ayer al mediodía, y posteriormente fue trasladado “a un lugar especial”, como confirmaron familiares en medio del sigilo; sin embargo, algunos asistentes aseguraron que fue llevado a donde se encuentra su novio.
Ajenos a todo, sus hijos jugaban en la carroza que trasladó a su madre por el municipio, pues aún no les han dicho que Xóchitl falleció y por el momento sus abuelos sólo les comentan “ahorita viene mamá, no llores”.
Horas más tarde, ya en el Panteón Municipal Antiguo de Coatzacoalcos, al bajar el féretro y dar las últimas palabras, su madre se desmayó en dos ocasiones.
A casi dos días del ataque en el que fallecieron 29 personas, ocho de ellas ya fueron sepultadas, y en cada palabra y en cada clamor exigieron justicia por las víctimas.
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