Desde el inicio del siglo, el crimen organizado provocó la muerte del mismo número de personas que todos los conflictos armados en el mundo.
Los grupos criminales asesinaron a cerca de un millón de personas entre 2000 y 2017 a nivel mundial, misma cifra de muertes que se estima causaron las guerras en el mismo periodo, de acuerdo con el Estudio Global de Homicidios 2019 elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
La publicación menciona que un promedio de 65 mil asesinatos por año fueron relacionados con el crimen organizado y pandillas durante el periodo 2000-2017 y que el 19 por ciento de todos los homicidios registrados a nivel mundial en 2017 estuvieron vinculados con este tipo de agrupaciones.
De acuerdo con el informe, los países con una gran proporción de homicidios relacionados con el crimen organizado o las pandillas se concentran en América Latina y el Caribe.
El documento también explica que los asesinatos suceden por razones distintas en el crimen organizado y las pandillas. Para dividir los fenómenos, UNODC define el crimen organizado como los grupos que participan en una amplia gama de empresas delictivas con fines de lucro.
Este tipo de organizaciones cometen homicidios por al menos dos motivos, de acuerdo con el informe.
Para ser tomado en serio, el grupo demuestra su capacidad para responder con violencia a cualquier desafío a su autoridad, por ejemplo, la falta de pago de tributaciones, dinero para protección o deudas.
También lo hace para proteger su principal activo, su territorio, de individuos y grupos rivales, incluido el Estado.
El crimen organizado tiene empresas que deben cumplir con ciertos pagos y los dirigentes son violentos cuando no lo hacen. Estos grupos suelen tener muchos brazos que coordinan diferentes delitos y eliminan a las personas involucradas cuando se enfrentan a un problema
El informe menciona que en otros casos la violencia se asocia a la desestabilización de un grupo causada por nuevas fuentes de ingresos, luchas de sucesión, conflictos con agrupaciones rivales y enfrentamientos con el Estado.
Un ejemplo de la desestabilización causada por los cambios en los mercados de drogas ilegales se puede ver en lo que sucedió en México y los países del Triángulo Norte de América Central entre 2007 y 2011.
El gobierno mexicano comenzó en 2007 una estrategia en contra de los cárteles que traficaban cocaína a otros países.
Una serie de arrestos de alto nivel condujeron a luchas de sucesión y fragmentación dentro de algunos de los principales grupos narcotraficantes.
Los cárteles se movilizaron para aprovechar esa debilidad y los niveles de homicidios en México aumentaron, especialmente alrededor algunos de los principales centros de importación y exportación de drogas.
Como resultado, la cantidad de homicidios se triplicó en México entre 2007 y 2011. De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, más de la mitad de los homicidios cometidos en México entre 2007 y 2011 fueron consecuencia de la delincuencia organizada.
PANDILLAS VIOLENTAS POR DEFINICIÓN
Si bien las pandillas callejeras parecen ajustarse a la definición del crimen organizado, su relación con la violencia es diferente. Estas agrupaciones buscan el conflicto y la mayoría se define a sí misma en oposición a grupos rivales.
“Las pandillas participan en una lucha por la existencia que toma la forma de frecuentes y amargas peleas. Un asesinato por un lado requiere un asesinato por el otro”, describe el sociólogo Frederic Thrasher en su estudio de 1930 sobre más de mil pandillas en Chicago.
La realidad que describe Thrasher encuentra su reflejo en la actualidad. De acuerdo con el informe de UNODC, la mayoría de las víctimas de homicidios por parte de pandilleros son pandilleros, a menudo asesinados en ciclos de represalia originados en disputas menores.
Veintidós países reportaron homicidios relacionados con pandillas entre 2005 y 2017 a la UNODC. Del total, el 98 por ciento de los asesinatos ocurrieron en el hemisferio occidental.
El estudio estima que muchos países pueden tener problemas por este tipo de agrupaciones delictivas, pero solo en América impulsan las tasas nacionales de homicidios en gran medida. Además, en la mayoría de los países, más del 90 por ciento de las víctimas de homicidios de pandillas son hombres, según lo indican los datos de la UNODC.
Estas organizaciones callejeras son de particular preocupación en todo Centroamérica, pero su impacto en El Salvador es particularmente grave. Entre 2014 y 2016, un tercio de todas las víctimas de homicidios en el país fueron miembros de pandillas.
El estudio concluye que, al igual que los conflictos armados, el crimen organizado y las pandillas desestabilizan a los países, socavan el desarrollo socioeconómico y erosionan el Estado de derecho.
El informe enfatiza la importancia de combatir la corrupción, fortalecer el Estado de derecho e invertir en servicios públicos, sobre todo en educación, para reducir los crímenes.
El director ejecutivo de la UNODC, Yury Fedotov, aseveró en la presentación del documento que es posible frenar la amenaza de las redes criminales con políticas adecuadas, entre las que citó involucramiento de las comunidades, patrullajes policiacos y reformas para fomentar la confianza de la población en las fuerzas públicas.
La UNODC indicó que los jóvenes militantes de pandillas y grupos criminales necesitan ayuda para salir de esas estructuras por medio del trabajo social, programas de rehabilitación e información sobre opciones no violentas.
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