FOTO: Retrato de Porfirio Díaz hacia 1867, cuando fue adversario de Benito Juárez en las elecciones presidenciales de ese año. / Especial
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Aunque célebre por su faceta como dictador, la vida del general Porfirio Díaz es hasta cierto punto desconocida. En Porfirio Díaz: su vida y su tiempo. La ambición. 1867-1884, segunda de tres entregas, Carlos Tello Díaz buscó ahondar no sólo en su biografía política, sino en la íntima.
A finales de 1867, Porfirio Díaz tenía decidido su futuro. En éste no contemplaba continuar con las carreras militar ni política. A los 36 años de edad buscaba concentrar su experiencia y juventud en el comercio, al lado de su amigo Luis Mier y Terán. Sin embargo, las campañas militares que enfrentaron al Imperio de Maximiliano habían dejado en él un rédito invaluable de popularidad que lo fue convirtiendo en uno de los candidatos naturales para suceder a Juárez en la Presidencia de México.
Durante años, el historiador Carlos Tello Díaz (Cambridge, 1962) ha dedicado parte de sus investigaciones a indagar la vida de Díaz. El exilio: un retrato de familia (Cal y Arena, 1993) fue una primera exploración en la memoria y el legado de su propia familia para exponer los últimos años de vida de Díaz. Este año, Tello Díaz publica Porfirio Díaz: Su vida y su tiempo. La ambición. 1867-1884 (Debate, 2018), segunda de tres entregas de una amplia biografía dedicada a su tatarabuelo.
Tello contesta la llamada desde la costa de Jalisco, donde pasa unas vacaciones luego de la presentación de este segundo volumen. Al término de este descanso, dice, reiniciará su trabajo en algunos archivos del occidente del país. Antes, como narra en la introducción de esta entrega, pasó semanas en archivos y fondos personales, origen de muchos de los hallazgos que aparecen en este libro, junto con la amplia bibliografía de la que Tello es deudor. En ésta abundan los nombres de Justo Sierra, Ireneo Paz, Ignacio Manuel Altamirano y muchos otros coetáneos de Díaz. Sus testimonios se complementan. Quizá en algún momento se contradicen entre ellos mismos y con lo asentado en los archivos, para gozo de los historiadores, ansiosos de paradojas y enigmas políticos y personales.
Uno de los hallazgos de Tello Díaz es el nombre de la madre de Federico Ramos, hijo natural que Porfirio Díaz procreó con una empleada de Palacio Nacional en mayo de 1880. Con la ayuda del notario Ángel Gilberto Adame, quien hizo un rastreo en archivos históricos y parroquiales, dio con el nombre de Francisca Ramírez, entonces de 35 años de edad y originaria de Oaxaca.
Esta segunda entrega de Porfirio Díaz: Su vida y su tiempo… es parte de una autobiografía familiar a la que hacía falta un retrato más íntimo y secreto del general. De éste, sin duda escapan muchos detalles, pues como dice Svetlana Alexiévich: “lo que se dice una pareja en la intimidad de la noche no queda registrado en historia alguna, porque sólo tenemos acceso a la historia diurna de los hombres”.
En entrevista, Tello Díaz abunda también en su propia lectura de la historia nacional. Para él no existe la separación entre República restaurada y Porfiriato, sino una continuidad, en oposición a la tesis del historiador Daniel Cosío Villegas, quien acuñó estos dos periodos en su lectura sobre la segunda mitad del siglo XIX.
La tesis principal de esta biografía va a contracorriente con la idea sobre la división en periodos entre República restaurada y Porfiriato. Afirma que se trata de una continuidad. ¿En qué se sostiene esta tesis frente a la de Cosío Villegas?
Cosío Villegas popularizó estos términos con los que marca la diferencia entre el periodo que va de 1867 a 1877, que llamó República restaurada, y lo que pasa después de esa fecha, que se conoce como Porfiriato. Durante la investigación me di cuenta de que la centralización del poder en manos del presidente de la República inició inmediatamente después de triunfar la República, en agosto de 1867, con la publicación de la convocatoria de Juárez de un referendo para reformar la Constitución. Éste iba acompañado por una circular de Sebastián Lerdo de Tejada donde explica la debilidad del Poder Ejecutivo frente al Legislativo, un problema que debían que remediar de manera urgente. El referendo proponía centralizar el poder en el Ejecutivo para debilitar al Legislativo y a los gobernadores. Buscaba promover el proyecto liberal de modernización.
Por otro lado, los problemas que normalmente vinculamos con el Porfiriato habían estallado al triunfo de la República. Resalto dos: uno es la resistencia de pueblos campesinos y comunidades indígenas a lo dispuesto en el artículo 27 de la Constitución de 1857, que prohibía la propiedad comunal de las tierras. Las leyes liberales de esta Constitución apoyaban la propiedad privada por encima de la propiedad comunal, que consideraban un lastre para el desarrollo y la industrialización. Las primeras rebeliones indígenas estallaron al triunfar la República. La primera fue en el verano de 1867 con los Yaquis en el sur de Sonora. A lo largo del libro menciono otras rebeliones indígenas y campesinas. Una muy notable estuvo dirigida por Julio López, quien organizó a los pueblos del Valle de Chalco para resistir la usurpación de sus tierras por parte de las haciendas en 1868. Esta es una historia que se recrea en sus detalles y es similar a las historias que abundaron en el Porfiriato. Otra similitud fue la inconformidad de los políticos que fueron marginados por las elecciones. En las elecciones de 1867 no se podía cumplir en los hechos el precepto constitucional de que fueran abiertas a todos los mexicanos hombres mayores de 21 años. Desde el primer momento, no sólo en el Porfiriato, fueron elecciones donde el sufragio en realidad no era efectivo. En el fondo eran una farsa. Quienes votaban no eran los ciudadanos, sino los hombres que eran electos por tener el apoyo de las autoridades que organizaban estas elecciones. Más que ruptura hay una continuidad entre lo que Cosío Villegas llama República restaurada y el Porfiriato.
En las relaciones de Díaz fueron frecuentes las contradicciones, a tal grado que en algunos momentos sus aliados se convirtieron en adversarios y viceversa. Por ejemplo, fue un defensor de la amnistía a algunos colaboradores del Imperio pero reprobó que su hermano Félix se rodeara de hombres cercanos a Juárez. ¿Cuál fue el origen de estas contradicciones?
Cuando triunfan los liberales, éstos se dividen en dos grupos con respecto a la reelección de Juárez, quien ya había sido presidente desde hacía 10 años: los que están a favor de su reelección y los que se oponen. Los últimos apoyan la candidatura de Díaz. Este es el contexto que explica el rompimiento entre Juárez y Díaz, que hasta entonces habían sido colaboradores muy cercanos e incluso amigos. No es solamente Díaz el que construye la oposición a Juárez; la oposición a Juárez es la que construye la candidatura de Díaz. Antes habían surgido algunos temas que empezaban a dividir a los liberales. Uno de ellos fue qué hacer con los soldados que sostuvieron la causa de la República. Había la necesidad de desmovilizarlos, pero eso creaba problemas. Díaz optó por defender la causa de los soldados desmovilizados. También surgieron divisiones sobre qué hacer con los que habían sostenido la causa del Imperio. Hubo una postura de rigor, encabezada al principio por el presidente Juárez, mientras que Díaz y otros liberales como Manuel María de Zamacona sostuvieron una postura más posible al perdón. El pleito de Porfirio con su hermano Félix Díaz, el Chato, tiene que ver mucho con el acercamiento que el Chato tuvo con el gobierno de Juárez, desde el gobierno de Oaxaca. Ya era un hecho el rompimiento y Porfirio veía mal el acercamiento de su hermano con Juárez.
En Porfirio Díaz: su vida y su tiempo… se menciona que Juárez y Díaz compartían algunas virtudes. Dice que eran “lectores muy puntuales del alma de los hombres”. ¿Cuáles son las virtudes que Díaz vio en sus colaboradores?
Se supo rodear de colaboradores capaces. El criterio para escogerlos no fue la amistad. Muchos de ellos no eran sus amigos, sino adversarios políticos durante muchos años. Su criterio fue la capacidad profesional que habían mostrado.
¿Cuáles fueron los perfiles que en algún momento terminaron siendo aliados de Díaz?
Díaz hizo un esfuerzo por construir un gabinete de reconciliación. Eso se expresa más adelante, a partir de que vuelve al poder en 1884, cuando ya tenían la libertad de construir su gabinete sin restricciones. Porque al principio las tuvo. Díaz finalmente llegó al poder al frente de una revolución que derroca a Lerdo en 1877 con una libertad muy limitada por los compromisos adquiridos con los caciques y caudillos que querían cobrar el botín de la victoria. Durante su primer gobierno tuvo que hacer concesiones y no tuvo la libertad que tendría después para formar su gabinete con entera liberar.
El título de esta segunda entrega de la biografía de Porfirio Díaz es justo “la ambición”. ¿Cómo podemos entender en términos más amplios este concepto en el periodo de 1867 a 1884.
Hablo sobre todo de la ambición de Díaz. Pero también hace alusión a todos los personajes que lo rodearon, ambiciosos también. Tanto Juárez como Lerdo buscaron reelegirse. Uno con éxito, otro sin éxito. Díaz era ambicioso sin lugar a dudas. Los caciques y caudillos que lo acompañaron en la revolución de Tuxtepec lo eran también. Lo que sucedió a partir del triunfo de la República, como dije, fue que tanto Juárez como Díaz buscaron centralizar el poder en la capital, en manos del Ejecutivo, y debilitar a los caciques y caudillos que provocaban truculencia política en la República. Una de las formas con que centralizaron el poder fue dividiendo el Poder Legislativo en dos: Cámara de Diputados y Cámara de Senadores. Esta última no existía y ellos querían constituirla en parte como un instrumento para influir en la vida de los estados, una facultad que el Senado de la República conserva hasta el día de hoy. Esta idea de Juárez y de Lerdo provocó una reacción en contra por parte de caciques importantes, como el general Treviño en Nuevo León, el general García de la Cadena en Zacatecas y el general Juan Nepomuceno Méndez en Puebla, entre otros. Las ambiciones de esos caciques eran nacionales, no se limitaban a sus estados. Ellos apoyaron la revolución de Tuxtepec que llevó a Díaz al poder.
¿Cuáles fueron las limitaciones y virtudes que el mismo Díaz fue consciente de su gobierno ante retos internacionales?
Díaz enfrentó dos retos internacionales en su primer gobierno. El primero fue la hostilidad del gobierno de Estados Unidos, que buscaba provocar un conflicto armado en la frontera con México para invadir y anexar una parte de nuestro territorio. Con el talento y la inteligencia de quien era representante del gobierno de Díaz en Estados Unidos, Manuel María de Zamacona, un distinguido liberal que ya había sido canciller de Benito Juárez, logró utilizar la propia democracia estadounidense para neutralizar esta política de agresión y anexión. Zamacona buscó apoyo en la prensa opuesta a la política de Washington, entre los legisladores de la oposición, entre empresarios, comerciantes y financieros que querían asociarse con México para explotar sus riquezas y que por eso se oponían a las políticas de agresión y anexión. El segundo es relativo a la deuda contraída en Londres, con particulares de origen inglés y que venía desde principios de siglo XIX. Para Díaz era muy importante poder saldar esta deuda porque ésta le abriría a México el crédito en Europa, fundamental para contrarrestar la enorme influencia que empezaba a tener Estados Unidos sobre México.
¿Qué representa para la biografía de Porfirio Díaz la existencia de su hijo natural, Federico Ramos?
Era conocida la historia de Federico Ramos. Lo que no se conocía era la historia de la madre, cuya identidad descubrí con el apoyo y talento de Ángel Gilberto Adame. La idea de escribir esta biografía era dar a conocer la vida de Díaz en todos sus aspectos, no sólo el militar y político, sino su aspecto personal, que incluye su vida privada, incluso secreta. Díaz concibió a este hijo un par de meses después de morir su primera esposa, Delfina Ortega, y poco más de un año antes de conocer a quien sería su segunda esposa: Carmen Romero Rubio.
¿Cómo podríamos definir un perfil de Porfirio Díaz en el terreno erótico, en el sentido amplio de este concepto, como “lector del alma de las mujeres”?
Era un hombre bastante austero en su relación con las mujeres. A diferencia de su compañero de armas, aliado político, compadre y gran amigo, el general Manuel González, quien lo sucedió en el poder y que fue conocido por tener muchas amantes, Díaz era austero. Había convivido con el pueblo durante las guerras en la causa de la República. Había tenido relaciones con mujeres del pueblo. De hecho la madre de Federico era una mujer del pueblo. Las excepciones fueron su esposa Delfina —que era su sobrina, hija de su hermana Manuela— y su segunda esposa, Carmelita, hija de Manuel Romero Rubio, un notable político. Díaz nunca fue un don Juan. Tuvo dos hijos fuera del matrimonio. Uno de ellos fue Federico. Durante sus años en la guerra se relacionó con una mujer originaria de Huamuxtitlán, Guerrero, llamada Rafaela Quiñones, con quien concibió a Amada, su hija predilecta.
¿La vida privada, incluso la vida secreta de los gobernantes es materia de escrutinio público?
Desde luego. Es parte muy importante de lo que son.
Autor. GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
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