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La
furia ciudadana ante el gasolinazo que arranca pasado mañana (¡feliz 2017!) va
mucho más allá del golpe al bolsillo.
A nadie
le gusta pagar más, y menos mucho más, por llenar el tanque. Pero hay además
una profunda sensación de injusticia, de un gobierno que impone un sacrificio
sin hacer lo correspondiente. La impresión es de una clase política
insensible, corrupta e inepta.
Porque
el gasolinazo cierra el año de los gobernadores rateros y legisladores rapaces,
unos robando directa e ilegalmente del presupuesto y otros recetándose
legalmente pagos extraordinarios como el tristemente célebre bono
navideño.
Porque
muestra a un gobierno que presume una medida cuando lo que tendría que ofrecer
es, al menos, una disculpa. A muy pocos les interesa que les hablen de un
mercado de combustibles más competitivo y eficiente si ello implicará pagar mucho
más por ello. Es todo ese conjunto, no sólo el golpe de la medida, lo que hace
obsceno al gasolinazo.
Porque,
es cierto, el aumento nada tiene que ver con la Reforma Energética. Pero tiene
todo que ver con la quiebra de Pemex, producto de décadas de un pésimo manejo
de la empresa. Ciertamente, el petróleo era de todos, y ahora todos habremos de
pagar esa impresionante ineptitud, en la que también fue partícipe esta
administración hasta febrero de este año.
El
gobierno actual podría decir que le toca pagar la culpa de una impresionante
acumulación de errores históricos. Una triste realidad, sin duda, pero
igualmente es verdad que esta administración es vista, con razón o sin ella,
como la más dispendiosa y corrupta desde los ya lejanos tiempos de López Portillo.
No hay
nada que se pueda hacer para evitar el golpe, pero se requiere un esfuerzo de
austeridad. No sólo de recortar el gasto público, sino de recortar el gasto de
los servidores públicos. Austeridad, clara, no sólo del gobierno, sino de los
gobernantes. No presumir sobre el realismo financiero, sino explicar y pedir
perdón por el golpe a las finanzas de los ciudadanos. Si hace dos años, en su
mensaje de año nuevo para 2015, el presidente Peña presumió los logros de la
reforma energética y la hacendaria, en unos días debería mostrar humildad y
contrición.
El
Secretario de Hacienda, por su parte, debe aterrizar sus palabras. Sí, el golpe
inflacionario será transitorio, pero será un golpe (y rudo).
Ciertamente,
la gasolina seguirá siendo barata comparada con muchos otros países, pero mucho
más cara con respecto a lo que todavía hoy se paga (si se encuentra, claro). Y
el mexicano compara con el precio que se paga en Estados Unidos, no en
Argentina o en España. No pocos escuchan a José Antonio Meade y se debaten
sobre sí está alejado de la realidad o se burla de la ciudadanía. No es lo uno
ni lo otro, pero eso transmite al tratar de dorar la píldora del gasolinazo.
Y, por
supuesto, tal ineptitud en la acción y el mensaje alimentarán un enardecido
populismo gasolinero durante 2018.
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