Vivir en Tecomán, Colima, incrementa el riesgo de muerte por violencia. Este es el municipio más letal en una lista que apunta los 15 ayuntamientos donde ocurren más homicidios dolosos en México por cada 100 mil habitantes. Y Tecomán es el rey, pues presenta una tasa de 195.84 asesinatos.
Ese ayuntamiento –donde más de 250 personas fueron ejecutadas en 2017– se localiza al Sureste de Colima y a 46 kilómetros de su capital, con la que limita al Norte. Ahí también colinda con Coquimatlán, al Sur con el Océano Pacífico, al Este con Ixtlahuacán, al Oeste con Armería y al Sureste con el estado de Michoacán, refiere la Enciclopedia de los municipios y delegaciones de México.
Pero no sólo es Tecomán, son Tijuana, Acapulco, Los Cabos, Victoria, Chilpancingo, La Paz… Casi la totalidad del territorio nacional se tiñe de rojo por el baño de sangre que la supuesta “guerra” contra el narcotráfico trajo consigo en estos 11 años, y en la que nuestro país ha puesto los muertos y Estados Unidos el dinero para matar.
El terror se focaliza en cinco estados –Colima es el primero, seguido por Baja California Sur, Guerrero, Baja California, Chihuahua y Sinaloa– y particularmente se ensaña en 15 municipios encabezados precisamente por Tecomán, indica el estudio Los homicidios en México (actualización con datos 2017), publicado por el Instituto Belisario Domínguez el 26 de noviembre de 2018.
El segundo municipio con más asesinatos dolosos es Chilapa, Guerrero –según ese análisis elaborado por los investigadores Carlos Galindo, Juan Manuel Rodríguez y Roberto Soto–, al registrar una tasa de 159.57 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ahí, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) registró poco más de 200 asesinatos en 2017.
Le siguen los turísticos municipios de Manzanillo, Colima, con 137.95 homicidios por cada 100 mil habitantes; Los Cabos, Baja California Sur, con una tasa de 130 ejecutados; y Acapulco, Guerrero, cuya tasa asciende a 111.56 asesinatos dolosos por cada 100 mil habitantes. En este último se cometieron 947 ejecucionesel año pasado, según datos del Inegi.
El estudio del Instituto Belisario Domínguez ubica como el sexto municipio al también guerrerense Chilpancingo, con 106.92 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Le siguen Navolato, Sinaloa, con una tasa de 106.1; Playas de Rosarito, Baja California, con 105.51; Apatzingán, Michoacán, con 103.98; y el turístico puerto de Zihuatanejo, Guerrero, con 102.97.
Por debajo de la tasa de 100 homicidios figuran La Paz, Baja California Sur, con 94.69 asesinatos por cada 100 mil habitantes; Pénjamo, Guanajuato, con 92.76; Tijuana, Baja California, con 92.1; Colima, Colima, con 91.19; y Victoria, Tamaulipas, cierra la lista de los 15 municipios más mortíferos con una tasa de 84.33 homicidios por cada 100 mil habitantes.
El estudio Los homicidios en Méxicorefiere que “en relación con el uso de la tasa de homicidio, es pertinente recordar que ésta refleja la ‘exposición al riesgo’ que experimenta una población. De tal manera que este indicador
es útil cuando se desea comparar la situación de violencia o el riesgo de ser víctima de homicidio que se tiene en distintas poblaciones”.
Agrega que, cuando las mediciones estatales o municipales de homicidios se elaboran con las tasas por cada 100 mil habitantes, reflejan un ordenamiento de los diferentes niveles de riesgo que se viven en esos lugares. “Por éste y otros motivos es que este tipo de rankings son de importancia para la sociedad civil y para las políticas de prevención de la violencia”.
Los autores consideran que los comparativos por montos o números absolutos de homicidios también son importantes respecto a las políticas de atención y persecución de delitos violentos, toda vez que es necesario asignar recursos suficientes para atender las consecuencias y perseguir a los perpetradores. “Es así que las políticas gubernamentales requieren de ambos tipos de datos (montos y tasas) para su diseño, instrumentación y evaluación”.
Las consideraciones de los investigadores resultan muy importantes ahora que México entrará en un proceso de pacificación, impulsado por el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Desde el punto de vista de los analistas, las entidades de atención prioritaria para las políticas públicas relacionadas con la reducción de la violencia deben ser aquellas que presentan niveles elevados tanto en sus montos como en su tasa de homicidio.
En esa segunda clasificación basada en montos, el análisis ofrece un listado de los 15 municipios donde más personas han muerto violentamente en números absolutos. Y a la cabeza se ubica Tijuana: el Inegi registró que allí 1 mil 610 personas fueron asesinadas con dolo en 2017.
Le siguieron Acapulco, con 947 ejecuciones; Juárez, Chihuahua, con 694; Culiacán, Sinaloa, con 694; el municipio de Chihuahua, con 533; Ecatepec, Estado de México, con 497; Los Cabos, con 413; Reynosa, Tamaulipas, con 374; León, Guanajuato, con 368; Guadalajara, Jalisco, con 355; el turístico Benito Juárez, Quintana Roo, con 302; Victoria, con 301; Chilpancingo, con 284; La Paz, con 282; y Tepic, Nayarit, con 262 asesinatos en 2017.
Seis municipios destacan por aparecer en ambas listas: Tijuana, Acapulco, Los Cabos, Victoria, Chilpancingo y La Paz. Y en ellos se debería priorizar, ahora que entraremos en el proceso de paz.
En total, de ambas listas se desprende que son 24 los municipios donde la violencia cobra más vidas, empezando por esos seis que figuran en los dos rankings.
Por ello es vital que el proceso de paz vire totalmente respecto a la actual política gubernamental de “guerra”, pues estos datos de los homicidios dolosos permiten ver lo atroz que ha resultado ese Camino.
Y es que el estudio del Belisario Domínguez observa que “a principios de la década pasada se tuvieron en México niveles mínimos de homicidios, con una tendencia descendente, y fue hasta después de 2007 que se observó un dramático incremento, el cual llegó a triplicar tanto los montos de homicidios (de casi 9 mil a más de 27 mil) como la tasa (de 8 a 24) para 2011”.
Agrega que “este súbito incremento, que podría calificarse como una ‘ola de violencia’, no ha disminuido en años recientes. Este cambio tan drástico, acaecido en tan pocos años, implica la ocurrencia de uno o varios eventos coyunturales de gran calado que impactaron sobremanera las dinámicas de la violencia a niveles locales y nacionales”.
Por el bien de la nación, de los mexicanos y de los más pobres, el proceso de pacificación debe tomar en cuenta estos indicadores y revertir todas las causas que nos han sumido en esta terrible crisis humanitaria, incluida la política de guerra y militarización del país. Porque México no aguanta más.
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