México sigue empeñado en jugar a ser el paladín de las causas ajenas, aunque las suyas estén en ruinas. Ahora el turno del sainete diplomático lo protagoniza Claudia Sheinbaum, que con una mano firma comunicados solemnes y con la otra abre la puerta grande de la Embajada mexicana en Lima a Betssy Chávez, ex primera ministra del expresidente Pedro Castillo, aquel que intentó decretar un autogolpe por televisión.
El guion es familiar. Desde los tiempos en que Andrés Manuel López Obrador defendía a Castillo como si fuera su primo lejano, Morena ha convertido la política exterior en una especie de tribuna ideológica donde se reparte moral a domicilio. No importa si el país receptor se enfada, rompe relaciones o manda al diablo los acuerdos diplomáticos: lo importante es quedar como los buenos del cuento.
Esta vez, el Gobierno peruano dijo “basta” y cerró la puerta con estrépito, harto de que desde Palacio Nacional —y ahora desde el Palacio de Gobierno con rostro femenino— se dediquen a meterse donde nadie los llama. Pero en la Cancillería mexicana, siempre lista para justificar el caos, aseguran que todo es “legítimo y apegado al derecho internacional”. Traducido al mexicano: “hacemos lo que queremos y además tenemos la razón”.
Con ese espíritu misionero tan propio del obradorismo, el país vuelve a enredarse en un conflicto diplomático gratuito, todo por mantener viva la vocación metichona que ya parece parte del ADN político de Morena. Mientras tanto, los problemas internos —violencia, pobreza, corrupción— esperan turno, olvidados en la antesala del ego moralista. México, otra vez, pretendiendo salvar al mundo mientras se le incendia la casa.
Con informacion: ELNORTE/

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