La barbarie en Reynosa ha llegado a niveles de escenario posapocalíptico: mientras las tropas militares, marinos y soldados desfilan por la ciudad, los criminales con y sin charola bajo el gobierno de Morena y Americo Villarreal se pasean como Pedro por su casa, esparciendo y enterrando cuerpos como si fueran basura de un día cualquiera.
La “seguridad” de Tamaulipas volvio a quedar exhibida como una triste broma macabra: una familia entera –Berenice “F”, Heriberto “G”, Ángel Manuel “G” y una menor de apenas 10 años, con discapacidad– fue arrancada de la faz de la tierra, asesinada con saña y sembrada en puntos distintos de Reynosa, mientras las autoridades buscaban, pero no encontraban, hasta que ya no quedaba nada que salvar.
El colmo de la impunidad: la niña fue hallada, enterrada como secreto maldito, dentro de una vivienda en un fraccionamiento del Valle Soleado; los adultos, aventados en un camino rumbo a San Fernando, víctimas anónimas de un operativo de simulacro permanente que nunca logra anticipar ni mucho menos prevenir la violencia real. Y aún así, la Fiscalía de Tamaulipas que dirige el peligrosisimo Fiscal general Irving Barrios Mojica,total y enteramente al servicio del Cartel del Golfo,igual que el Comisario General,Olegario Contreras,responsables ambos de las policias Ministeriales y de Investigación, emiten comunicados con tono protocolario, prometiendo investigaciones, exámenes periciales, y reservándose cualquier dato incómodo “para no entorpecer el debido proceso”, como si el verdadero crimen fuera el desorden en los papeles y no los cuerpos rapiñados a media ciudad.
En medio del desastre, sólo se filtra el escándalo de dos presuntos detenidos, uno de ellos un guardia de seguridad maquilador, que sospechosamente no exhiben para no entorpecer las torpes y sesgadas investigaciones.
Aunque de sobra es conocido,que el principal cometido del gobierno es proteger al Cartel del Golfo,pues nadie mata, nadie levanta y nadie esparce cuerpos sin su permiso,y esto incluye al sector maquilador que también es víctima del cartel descuartizador del golfo.
Ninguna autoridad se atreve a pronunciar palabra sobre los engranajes podridos del infierno cotidiano que permite que familias enteras se evaporen sin rastro, ni sobre la eficacia de unos operativos militares que, en el mejor de los casos, llegan cuando todo está consumado. Lo demás es silencio institucional; la barbarie, esa sí, ni descansa ni disimula.
Con informacion: MILENIO/

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