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domingo, 2 de noviembre de 2025

«HARFUCH NUNCA le HIZO CASO ?»: «ALCALDE EJECUTADO NO pedia MILAGROS pedia AYUDA que NUNCA LLEGÓ»…porque llegaron mas rápido a matarlo y el resto ya deben de saber que estan completamente solos.


Carlos Manzo Rodríguez no pedía milagros, pedía refuerzos. En su voz no había heroísmo impostado ni retórica de campaña: había miedo con conciencia, una súplica pública que olía a desesperación. “No estamos hablando de pandillas —dijo—, estamos hablando de grupos criminales, cárteles muy poderosos, los que controlan territorios, vidas y gobiernos.” Pero al parecer, en Palacio Nacional y en la oficina de Omar García Harfuch, la frase sonó como eco en caverna: nadie contestó.

El hombre siguió: “Tengo mucho miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía… no nos queda de otra.”

Y ahí está el retrato más cruel de la política mexicana: la valentía por default, la que uno adopta cuando el Estado ha abandonado su trabajo. La que asoma cuando la autoridad federal se esconde detrás del discurso de la “coordinación interinstitucional” —ese eufemismo de la inacción.

“No quiero ser un presidente municipal más de la lista de los ejecutados…”, lanzó Manzo, con esa lucidez trágica del que ya intuye su nombre tallado en la piedra. Pero claro, en la CDMX estaban ocupados en conferencias, informes y giras, mientras Michoacán seguía siendo un infierno con horario de oficina.

Y sí, tenía razón: no quería ser parte de la estadística, esa fosa común de cifras y comunicados fríos. Tampoco quería que su policía ni su pueblo fueran otro número más en el Excel de los muertos “sin vínculo con el crimen organizado”.

Por eso, con lo último de su dignidad, le habló al poder:
“Hago un llamado al Gobierno Federal, a la presidenta y al secretario Omar García Harfuch para que no dejen solo a Uruapan…”

Pero Uruapan siguió solo. Solísimo.
Ni la presidenta ni Harfuch pisaron el municipio. Ni siquiera un tuit de pésame preventivo. En cambio, los cárteles sí llegaron —puntuales, disciplinados, eficientes.

El alcalde había dicho con claridad: “Aquí en Uruapan seguimos esperando.”
Y la espera terminó como terminan las esperas en México: con un ejecutado más, con un expediente abierto, y con un gobierno que repite la liturgia de siempre: “no habrá impunidad.”Mientras tanto, Harfuch sigue en los foros hablando de “seguridad integral” y “estrategias coordinadas”, palabras que en Uruapan ya no significan nada. Porque allá, la gente sabe que el miedo no se apoya en PowerPoints, sino en balas que no llegan del Estado, sino del narco.

El alcalde de Uruapan no fue ingenuo. Fue valiente y lúcido aunque temerario. Lo dijo con todas sus letras: “No quiero ser de la lista de los ejecutados.”

Y el gobierno, con su pachorra monumental, le contestó con el silencio más criminal de todos: la indiferencia.

Con informacion: ELFINANCIERO/

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