La dirigencia nacional del Partido Acción Nacional ve la tempestad política rumbo al 2024 y no se hinca. La última ocurrencia del presidente nacional albiazul, Marko Cortés Mendoza, es instalar una aduana rumbo al 2024.
Quiere que cualquier panista u opositor que aspire a ser candidato presidencial tenga que acompañar su solicitud con algo así como un millón de firmas. Como si las puertas del PAN se estuvieran cayendo de tantos aspirantes que buscan contender en 2024.
Pero esa es la visión cerrada, obtusa, de un Contador Público egresado de la Universidad de San Nicolás de Hidalgo, en Michoacán, y que desde su mediocre liderazgo que le vale el apodo de “Markito” ya perdió la mitad del capital político que Acción Nacional tenía desde que él asumió la dirigencia nacional.
Electo como líder albiazul en noviembre de 2018, justo antes de que Andrés Manuel López Obrador inaugurara el gobierno de la Cuarta Transformación, Markito recibió un partido con 10 gubernaturas. Tenían 12, su máximo histórico, pero en la elección de julio del 2018 perdieron Puebla y Baja California.
Ya con El Contador al frente, lo que eran sumas se volvieron restas. Perdieron en 2021 las gubernaturas de Baja California Sur y Nayarit, y en 2022, las de Quintana Roo y Tamaulipas. Y las dos que ganaron en 2022 -Durango y Aguascalientes- lo hicieron en coalición con el PRI y el PRD.
Hoy, el PAN se limita a gobernar Guanajuato, Querétaro, Yucatán y Chihuahua, además de compartir como coalición con el PRI y el PRD las de Durango y Aguascalientes.
Con El Contador al frente del PAN también se multiplicaron las divisiones. El PAN es dominado hoy por bandas de jóvenes políticos, muchos de ellos sin escrúpulos, que han hecho de la derrota su mejor negocio. Nuevo León es el caso más emblemático, que ya se replica en otras entidades.
Pero la idea del millón de firmas obedece, sin duda, a que en las encuestas para medir las simpatías hacia los precandidatos albiazules, la mejor posicionada es Lilly Téllez. Sí, la legisladora que llegó al Senado bajo los colores de Morena y que inconforme con el rumbo de la Cuarta Transformación acabó mudándose al PAN. Y con un discurso directo y congruente -como el que no se escucha al interior del partido que fundara Manuel Gómez Morín- acabó por ganarse las simpatías de un electorado que añora los días del aguerrido Acción Nacional.
Es el electorado que se cuestiona qué fue del PAN de Manuel Clouthier, el de Luis H. Álvarez, el de Carlos Castillo Peraza, Ernesto Ruffo Appel y Pancho Barrio, el de Fernando Canales y Rogelio Sada y, por supuesto -con todos los peros que le pongan- el de Vicente Fox y Diego Fernández de Ceballos.
El electorado cuestiona el por qué, a la par de Markito, se fortalecen liderazgos evidentemente viciados como los de Roberto Gil Zuarth, el panista que traicionó la candidatura presidencial de Josefina Vázquez Mota. O el de Luis Alberto Villarreal, el patriarca de los moches legislativos y de los “diputables” que bailaron al son de Montana. O el de Francisco Javier Cabeza de Vaca, amo y señor de todos los consorcios CaVa. O el de Raúl Gracia, el neoleonés que, a pesar de su desastrosa hoja de resultados y sus inconfesables alianzas con el PRI, tiene facturado el usufructo vitalicio de Acción Nacional en Nuevo León.
Sin necesidad de recolectar el millón de firmas, el PAN tiene en los gobernadores de Yucatán, Mauricio Vila y en el de Querétaro, Mauricio Kuri, a dos precandidatos naturales, de cepa albiazul que han hecho de sus administraciones dos ejemplos nacionales de buen gobierno.
Y, aunque no le guste a El Contador, el capital político logrado por Lilly Téllez con sus desafiantes intervenciones en la Tribuna del Senado tiene que ser aprovechado, capitalizado, sin mediar firmas de por medio.
Pero por los hechos, todo indica que Markito ya tiene su muy personal alianza con Santiago Creel, quien con su tibieza aristocrática como presidente de la Cámara de Diputados no logra despertar pasiones, pero que sí tiene acceso a los recursos -propios y ajenos- para lograr, en cuestión de días, el millón de firmas para ganarse la postulación condicionada que busca imponer la visión cerrada de El Contador.
Alguien tendría que ponerle límites a Markito para recordarle que el partido que preside no tiene abundancia de precandidatos… Y que, si a su peculiar liderazgo se atienen, y dados los pobres resultados bajo su gestión, existen más posibilidades de perder que de ganar.
Cerrar la puerta de las aspiraciones presidenciales a quienes estén dispuestos a invertir -o a que alguien les invierta- en la recolección de firmas, es reinstalar al PAN en el terreno de los grandes intereses del dinero y del poder, por encima de las preferencias del electorado.
Nuevo León, Tamaulipas, Sonora, Baja California, Puebla y Quintana Roo son claros ejemplos de lo que ya se perdió. En 2024 es demasiado lo que está en juego como para instalar aduanas que alejen a los populares y solo acerquen a los poderosos con compromisos. Si lo dejan, las cuentas de El Contador Azul acabarán en saldo rojo.
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