Coletazo, última manifestación de una actividad cercana a su fin; Manifestación última y violenta de algo que se está acabando; Última manifestación de una actividad próxima a extinguirse.
Eso es lo que este wey de “El Chompa de Res” está haciendo en Tamaulipas, su cola trabajando a todo lo que da, o las patas, es decir, sus postreras coces de animal, también la parte superior, con sus finales cabezadas de la bestia.
Pero más que causar miedo, terror, horror o pavor, es él quien siente todo eso y así se manifiesta, es su natural instinto o comportamiento previo a la desgracia.
Las embestidas de alguien que sabe está cayendo, el testuz va y viene hacia todos lados, buscando pegarle a quién sea.
“Los carniceros de hoy serán las reses de mañana”, dice el dicho y este semoviente de ahora, en sus terminantes cuatro meses de poder y ante la crónica de una muerte (o desgracia) muy, pero muy anunciada, es que en su por demás naturalidad criminal, en su comportamiento alto delincuencial, le hace actuar de tal manera, testaradas más que inútiles, las suyas.
Golpear, pegar, causar daño, meter miedo, perseguir, alcanzar, perjudicar, aterrar, hoy la consigna suya es tirar a matar, tirarse a matar o tirarse al que pueda.
La de los demás es no dejarse coger, no permitirle llevarse a nadie entre sus patas o entre sus cuernos.
Que su estertor, su jadeo, sea con las menos víctimas inocentes posibles.
Y EL PÚBLICO LO SABE
En los tendidos, el animado respetable observa al fondo del coso, como es que el bruto se revuelve, sabe el conocedor espectador tamaulipeco que el final deseado por todos, ya está cerca, está consciente de la conducta del animal, pero entiende que su remate se lo ha ganado a pulso con creces, ya viene la puntilla, el descabello.
Sólo que nadie debe salir perjudicado ante una acción desesperada de este bovino vuelto loco de desesperación por no ver salida conveniente para él.
Que ninguno o los menos posibles, sean afectados por las astas de este burel venenoso.
Hoy está contra todo lo que se mueva, lo que huela a gobierno que no sea el suyo, al poder que escapa a él, lo que signifique autoridad que él no controla, lo que para él significa una amenaza a su libertad, a su bienestar, a su confort y a su salvedad.
Atrás quedaron los tiempos de disimular para fregar a alguien, de actuar con sigilo para joder a quien le denuncia, le encuera, le estorba, le es incómodo a sus aviesos intereses, al que le descobija y le exhibe como lo que es, un ser malo y un funcionario aún peor, con malo como sinónimo de nocivo o carente de bondad, lo mismo que de nefasto o incompetente.
Ahora ya sin careta ¡fuera máscara!, el tipo va con todo contra lo que sea y esté enfrente, lo suyo ahora es empitonar, embestir, arrollar, atropellar, encerrar, dañar, lo que sea, ¡todo!, todo el mal que le pueda causar a los demás.
Y así, hasta que venga el final, la destitución, el encierro, la debilitación, el despojarle del poder.
Pero antes, como los forcados, todo mundo o al menos aquellos que tendrán que someterle y hacerle menos, habrán de apechugar, pero hay que saber hacerlo, para soportar los viscerales ataques y las despiadadas persecuciones del trastornado.
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