Nunca, en sus 48 días de campaña, Margarita Zavala acaparó los reflectores como lo hizo el miércoles 16, al anunciar su renuncia a la contienda electoral. Su discurso encendido, sus eufemismos, se fueron apagando de manera paulatina, hasta que llegó el anuncio del que ni sus colaboradores estaban enterados. Lo hizo “por un principio de congruencia”, según dijo, justo cuando su popularidad iba en picada en las encuestas, en las que nunca creyó.
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La mañana del 18 de abril, con un optimismo desbordado, Margarita Zavala Gómez del Campo dijo a sus seguidores en un desayuno:
“Yo no voy a aceptar ninguna rendición anticipada. Soy de las mujeres que no se rinden; no voy a aceptar de una vez que alguien gane. Si algo me dicen las encuestas es que tome esos datos y haga posible lo que quiero, no para que me rinda ante los datos.”
En ese convivio, realizado en el Jardín Lomas Altas, al poniente de la Ciudad de México, en el cual cada comensal pagó mil pesos, la entonces candidata independiente atizó:
“Porque cuando hay un bien posible, no hay votos útiles, ni votos de pánico, voto de miedo o voto de mal menor; llámenlo como quieran. Cuando hay un bien posible no se tiene que optar por el mal menor. La tarea es hacer probable el bien posible. Ya quisieran varios que me rindiera. Les pido que vean lo que he logrado, y les pido que vean los números de distinta manera.”
Pero la candidatura se derrumbó conforme pasaron los días. Zavala no logró superar el cuarto escalón de las encuestas. A ello se sumó que el financiamiento era insuficiente y que su popularidad en las calles no era su fuerte.
Tuvo que pasar casi un mes desde ese desayuno para que la esposa del expresidente Felipe Calderón, quien ya se veía como la principal rival de Andrés Manuel López Obrador, se ubicara en la realidad.
Nunca, en sus 48 días de campaña, Zavala acaparó los reflectores como lo hizo la semana pasada, al anunciar su renuncia a la contienda electoral, en la que no logró levantar el vuelo.
El ambiente de tensión se percibió desde su asistencia a la Reunión de Consejeros Regionales de BBVA Bancomer, en el hotel Camino Real de Polanco, donde se le observó con el rostro duro. A su salida del evento, el martes 15, caminó hacia los reporteros con los brazos cruzados y flanqueada por su asistente personal y por su vocero, Jorge Camacho, quien siempre mantuvo el gesto adusto.
Ante los banqueros y frente al multimillonario Alberto Baillères –uno de sus principales financiadores de su campaña–, Zavala ni siquiera mencionó algo sobre su inminente salida del proceso electoral; tampoco quiso soltar prenda ante los reporteros que la cubrían y le preguntaron a quemarropa sobre su declinación.
La expanista se limitó a decir:
“Nunca he pedido el voto útil. He estado en política desde hace muchos años y nunca lo he pedido. Hay un voto razonado y consciente, que es el que debe mantenerse, y eso es lo que siempre pediré. Me ha tocado estar desde los ochenta en la política. La primera vez que pedí el voto para alguien me veían con ternura porque ni democracia había.”
El anuncio
Fue hasta el día siguiente, miércoles 16, cuando, después de una reunión con integrantes de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) acudió a los estudios de Televisa a grabar el programa Tercer Grado, donde expuso:
“Aprovecho aquí para decirles a los ciudadanos que retiro la candidatura de la contienda por un principio de congruencia, por un principio de honestidad política, pero también para dejar en libertad a los que generosamente me han apoyado.”
El conductor Joaquín López Dóriga soltó la bomba en su cuenta de Twitter. El nombre de Margarita Zavala fue trending topic en redes sociales, apareció en sitios web de periódicos extranjeros, en las pláticas de café, en los círculos políticos, y claro, en la boca de sus adversarios, que prácticamente la elogiaron, después de que, a lo largo de la campaña, no era tema en la agenda.
El que de plano la subió a un pedestal fue el panista Ricardo Anaya durante la reunión de BBVA Bancomer. Le preguntó el mismo Carlos Loret de Mola si buscaría una alianza con Zavala, a lo que el queretano respondió:
“Sí, por supuesto. Yo la tengo en un extraordinario concepto, la aprecio. Me encantaría que pudiera tener un gesto de ese tipo en este momento o en cualquier otro. Estoy no sólo abierto, sino en la mejor disposición.”
En el embrollo, los últimos que confirmaron la noticia de la renuncia de la expanista fueron los reporteros que la cubren, ya que los encargados de la comunicación de Zavala apagaron los teléfonos y ni un mensaje por whatsapp lanzaron hasta horas después. Hubo enojo y ya más tarde el que dio la cara fue Jorge Camacho Peñaloza, quien confesó que ni él mismo sabía de la renuncia de su jefa.
Pero Camacho confesó también que uno de los principales motivos de la renuncia de Zavala a la contienda electoral fue su nulo avance en las encuestas, pese a que ella misma siempre aseguró que éstas no le preocupaban, que sólo “eran fotografías” que reflejaban “un momento de humor” de los encuestados.
No obstante Camacho, quien también reconoció presiones del empresariado para la declinación, soltó horas después de la renuncia: “Los porcentajes que tenemos en las encuestas nos dan para saber que no vamos a ganar, y como no vamos a ganar, queremos que los votantes que están con nosotros tomen la mejor decisión”.
Una campaña fallida
El andar de Zavala en las encuestas fue desastroso.
Según el Barómetro Electoral de Bloomberg, en octubre de 2017, cuando formalizó su salida del Partido Acción Nacional (PAN), Zavala tenía 34.7% de las preferencias electorales, a sólo 4.6 puntos porcentuales de López Obrador, mientras Anaya y Meade sólo tenían 11%.
A finales de marzo, cuando inició la campaña, la candidata independiente se desplomó a 8.2%; para ese entonces el candidato de la coalición Todos por México la superaba con más del doble de puntos, mientras AMLO punteaba con 45.5%.
En la agonía de su campaña, el martes 15, Zavala ya estaba en el sótano de la encuesta con 2.2%, superada por el otro candidato independiente, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, y muy lejos de quienes hace ocho meses superaba, excepto al líder de Morena.
El Barómetro Electoral Bloomberg se basa en un sistema de agregación de encuestas ponderadas por su nivel de calidad.
Se les asigna mayor ponderación con base en lo siguiente: precisión de la casa encuestadora en sondeos para las campañas presidenciales de 2006 y 2012, qué tan recientemente fue levantada la encuesta, así como el tamaño y margen de error de las muestras.
Y la situación era similar para Zavala en diversas encuestas: en todas iba en caída libre. Ni su participación en el primer debate celebrado el 22 de abril en el Palacio de Minería le alcanzó para superarse a sí misma en los números de las encuestas, pese a su presunción de estar “mejor preparada que sus rivales”, “conocer a México mejor que todos” y ensalzarse como “la candidata de los ciudadanos”.
Debatir significó para la expanista “una cancha pareja” frente a sus adversarios, pero tampoco metió gol en ese terreno de juego. Después del debate y en su búnker de campaña dio su apreciación sobre el primer debate presidencial:
“Parece que un debate da para mucho y lo que en realidad ofreció al país es cómo nos vemos en condiciones parejas y que la inequidad en la que estamos viviendo en la falta de spots, del exceso y abuso del dinero público de los partidos políticos, también fue una expresión muy clara de que no se necesita tanto dinero para presentarse frente al país.”
La realidad es que, además de simpatía con los ciudadanos, se necesita dinero para realizar una campaña política y presentarse al país; sin embargo, Margarita renunció a los recursos públicos.
Los donantes
Entre los donantes privados de Zavala, quien más aportó recursos a su efímera campaña fue la familia Baillères: 5 millones de pesos. De esa suma, 1 millón 680 mil pesos fueron proporcionados por Alberto Baillères González, dueño de Grupo Bal, y Alejandro Baillères Gual, mientras que Juan Bordes Aznar, director corporativo de dicho emporio, dejó 1 millón 640 mil pesos en la charola.
Otros contribuyentes fueron Ana María Estrella Yáñez Valles, con 1 millón 500 mil pesos; Carlos Javier Pani Villalobos –hijo de Carlos Pani Espinosa, subdirector comercial de Petróleos Mexicanos Petroquímica–, 950 mil.
Felipe Calderón puso 430 mil pesos. Uno de los últimos donantes fue el empresario Eduardo Jesús Barragán Villarreal, miembro del Consejo de Administración de Arca y consejero de Promoción Rural; aportó 2.1 millones, según el reporte de fiscalización del Instituto Nacional Electoral (INE).
En su campaña la exprimera dama tuvo ingresos por 14.6 millones de pesos y gastos por 9.6 millones; aquella fue cuestionada por las anomalías detectadas en la recolección de firmas para obtener el registro, además de que el INE descubrió, antes de que obtuviera la candidatura, irregularidades por más de 10 millones de pesos en el financiamiento de su campaña de recolección.
Según los resultados de la auditoría a los ingresos y egresos de los aspirantes, último paso para acreditar los requisitos marcados por la ley, realizada por el INE, la expanista registró gastos por 13.8 millones de pesos, mientras que sólo reportó ingresos por 3.7 millones.
Fuera del mundo de los números, Zavala no conectó con los ciudadanos. Puso en su agenda y discurso la intención de resolver grandes problemas como la inseguridad, los feminicidios y las desapariciones. Al estilo de su marido, dijo que enfrentaría a los criminales y mantendría a las Fuerzas Armadas en las calles hasta que la policía cumpliera con altos estándares de calidad y, así sí, “que las Fuerzas Armadas regresen victoriosas a los cuarteles”. Como si fuera una guerra.
Su campaña inició en un salón de eventos de Ecatepec, donde llegó 40 minutos tarde y apenas reunió a unas 50 personas, quienes le platicaron sus experiencias de inseguridad en el municipio mexiquense. Asistieron también algunos representantes de organizaciones civiles en contra del feminicidio.
Otra estampa donde los temas de campaña quedaron demasiado grandes para una campaña tan pobre se observó en San Martín Texmelucan, Puebla, donde sólo asistieron 30 personas al encuentro con Zavala en el Polideportivo Ángeles Blancos. La escena se repitió en Ciudad Altamirano, Guerrero, azotada por el crimen organizado.
En Morelia, Michoacán, tierra de Felipe Calderón, en el inicio de su recorrido por las calles del Centro Histórico había más cámaras, reporteros y fotógrafos que seguidores de la entonces candidata.
Ahí la encararon. Le gritaron “cínica”, por la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, y también por los muertos que dejó el sexenio de Calderón. “¡Es la esposa del asesino!”, le espetaron.
Las evasivas
La sombra de Calderón marcó la campaña de Zavala desde el principio. En el primer debate, Sergio Sarmiento la cuestionó sobre la corrupción en el mandato de Calderón:
–Candidata Zavala, yo sé que la candidata es usted y no su esposo, Felipe Calderón, pero sería omiso si no señalara que la corrupción no desapareció en el sexenio de Felipe Calderón. ¿Se equivocó el entonces presidente en alguna medida? Porque finalmente pues él anunciaba medidas similares a las que usted está proponiendo.
–Bueno, en primer lugar, los casos de corrupción que se dan ahorita, son indignantes… Tendríamos que hablar también, en este caso, de la otra cara de la corrupción, que es la impunidad. Los casos que se dieron de corrupción han tenido sus consecuencias y se han deslindado las responsabilidades –respondió Zavala, saliéndose por la tangente.
El arrastre popular era desolador hasta en los volanteos que realizaba en los cruceros de diferentes ciudades, donde, por si fuera poco, siempre le gritaban en su cara: “¡Obrador, Obrador!”; “¡arriba El Peje, Peje para presidente!”, o el clásico “¡Es un honor estar con Obrador!”
También ninguneada, tuvo que escribir con su puño y letra en un cartel en el Club de Industriales que su coordinador de campaña –Fausto Barajas– asistiría a una mesa de discusión con los coordinadores de sus adversarios, aunque no figuraba en la lista de invitados.
De hecho, Zavala escribió en su cuenta de Twitter ese 9 de abril: “A veces se les olvida que somos cuatro (sic) en la boleta, pero aquí amablemente les dejé un recadito a mis amigos del Club de Industriales”.
No fue la única vez. También ocurrió cuando José Antonio Meade lanzó el reto de un debate con Anaya y López Obrador sobre las declaraciones patrimoniales. El candidato del PAN y el de Morena ni caso hicieron, pero Zavala sí aceptó, aunque no fue invitada.
En uno de los tantos mensajes de agradecimiento a quienes fueron parte de alguna manera de su campaña, Zavala redactó en Twitter:
“Muchas gracias a los medios de comunicación por los espacios que nos abrieron a mí y a mi equipo durante la campaña. Su trabajo y profesionalismo contribuyen a la libertad de expresión y a la equidad en nuestro sistema electoral.”
El reportero pidió una entrevista desde el martes 1 con Jorge Camacho para platicar sobre la situación de la campaña de Zavala. Nunca se concretó la cita.
Fuente.-
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