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sábado, 14 de septiembre de 2019

"INCOGNITO": LA JOYA para el ROSTRO que ENGAÑA a las CAMARAS y los SISTEMAS de RECONOCIMIENTO FACIAL del MUNDO...busca privacidad en entornos controlados.


Incógnito. Así se llama la joya para el rostro que ideó la diseñadora y escritora polaca Ewa Nowak para engañar a los sistemas de reconocimiento facial.

Se trata de una estructura de metal dorado que se coloca sobre la cara con la finalidad de evitar ser detectado por las cámaras inteligentes que hoy en día están presente en presentes en las principales ciudades del mundo.

Las tres figuras que conforman esta suerte de máscara facial se ajustan al rostro del usuario. Se trata de dos círculos, unidos que se apoyan sobre las mejillas y una barra vertical que cubre parte de la frente.

"El objeto está diseñado para proteger la imagen contra los algoritmos de reconocimiento facial utilizados en las cámaras modernas instaladas en el espacio público. Es una especie de máscara hecha de latón, con la forma de la cara", explica Nowak en su página web.

Esta imagen es parte de una iniciativa de la artista que busca concientizar sobre la necesidad de encontrar un poco de privacidad en un entorno cada vez más controlado. Los sistemas de reconocimiento facial hoy forman parte del espacio público y esto redefine el concepto de privacidad en relación a la imagen y los datos personales.

"El proyecto toca el tema de la vigilancia social y la protección de la propia imagen en lugares públicos", destaca la artista. Según explica en su página, los tres elementos de metal que conforman la joya hacen que el rostro no pueda ser identificadas por los sistemas de reconocimiento facial.

"Este proyecto fue precedido por un estudio a largo plazo sobre la forma, el tamaño y la ubicación de los elementos de máscara para que realmente cumpla con su tarea. Al probar soluciones, utilicé el algoritmo DeepFace, que usa Facebook", detalla la artista en su sitio.

Con este objeto la artista busca concientizar sobre cómo impactan las tecnologías de reconocimiento sexual en la vida de los ciudadanos.

Esta expresión artística, tal como menciona la creadora, es una forma de cuestionar el rol que tiene estas tecnologías en la vida diaria. El reconocimiento facial es parte del espacio público y al ocurrir esto, se redefinen los límites de lo público y lo privado.

Este mismo debate se podría llevar a otras instancias que van más allá del reconocimiento facial en sí: a diario nos movemos con un celular o smartwatch adherido a nuestros cuerpos, que tiene sensores, GPS y una tarjeta SIM. Todos elementos que nos mantienen conectados y generando, constantemente, huellas digitales y de otro tipo también.

Esos dispositivos son capaces de rastrear la vida online: las búsquedas que se hacen, los sitios que se buscan y mucho más quedan registradas, en mayor y menor medida allí, y nuestros perfiles digitales. Se puede graduar hasta cierto punto el rastreo digital, tomando precauciones (ajustando las configuraciones, utilizando VPN, etc) pero ser totalmente invisible para el universo web parece casi imposible.

Pero eso no termina allí: esa maraña de sensores que viven en el celular y otros dispositivos también pueden escanear la vida offline del usuario porque integran sensores de movimiento que, con la ayuda de apps se emplean para todo tipo de cuestiones: desde monitorear la frecuencia cardíaca hasta identificar cuánta actividad física hacemos cada día. Entonces ¿es posible esconderse completamente del Gran Hermano digital? Todo indica que eso se convierte en un objetivo muy difícil de lograr. La pregunta que hay que hacerse, tal vez, es si estamos dispuestos a renunciar a ciertas comodidades del mundo virtual para dejar de ser identificados.

Y no dejar pasar por alto que, en ocasiones, el reconocimiento facial también se usa como mecanismo de vigilancia para perseguir a minorías. De nuevo, ¿el problema está en la tecnología en sí o en su aplicación?

fuente.-

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