En octubre de 2017, el fundador de la Unión Tepito, Francisco Javier Hernández Gómez, fue seguido desde su casa en Lindavista y ejecutado en el estacionamiento de un centro comercial por sujetos que viajaban en moto.
Un año más tarde, los sicarios disfrazados de mariachi que acribillaron a once personas una noche de viernes en la Plaza Garibaldi, escaparon en moto.
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El abogado del Z-40, asesinado en Coyacán; el lugarteniente del Mini Lic, acribillado en Narvarte; la joven Melissa “N” (asesina de una adolescente que apareció enmaletada), ultimada de cinco tiros en Tlatelolco; el ex alcalde de Penjamillo, al que mataron en calles de la colonia Roma. En todos esos casos, los asesinos también escaparon en moto.
Porque en la ciudad de México, la muerte y el crimen se desplazan así. A bordo de una moto.
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En diciembre de 2017, la Secretaría de Seguridad Pública admitió que el uso de motos por parte de delincuencia se había convertido en un problema. Los casos iban en aumento. Una zambullida en la prensa arroja lo evidente: en los delitos de mayor incidencia, el robo a transeúnte, el robo negocio, el robo a cuentahabiente y el robo de automóvil, está presente siempre una motocicleta.
Uno de los sicarios de la Unión Tepito detenido en fechas recientes tenía precisamente la misión de robar motos que luego servirían al grupo para llevar a cabo actividades delictivas.
Una de esas notas que es posible hallar en la prensa refiere que tan solo entre 2010 y 2016 se reportó la detención de 11,415 personas que habían cometido delitos a bordo de una moto —la mayor parte de ellos con violencia.
Según las autoridades, la motocicleta se ha convertido en el vehículo de escape por excelencia en zonas urbanas con altos niveles de tránsito vehicular.
Sin embargo, los protocolos de reacción de las corporaciones policiacas, no han logrado que la motocicleta deje de ser el vehículo del crimen. En el caso de los asesinados en Garibaldi —como en tantos otros—, las cámaras de vigilancia de la ciudad no fueron capaces de determinar en qué sitio fueron escondidas las unidades que habían empleado los sicarios. La existencia de filtros que llevan a cabo la revisión de motocicletas, no ha logrado contener su empleo por parte de los criminales.
El martes pasado el diputado Guillermo Lerdo de Tejada presentó en el Congreso una iniciativa que busca reformar y adicionar la Ley de Movilidad para regular el uso de motocicletas.
El punto más relevante de la iniciativa solicita modificar el artículo 64 de la Ley, para exigir que los conductores porten, adheridas a la parte frontal o lateral de sus cascos, “las letras y números completos de la matrícula de identificación de sus unidades”.
De acuerdo con el documento, que aclara que no intenta criminalizar a los motociclistas, sino generar entornos de mayor seguridad, “lo anterior también será obligatorio, de ser el caso, para sus acompañantes”.
El documento propone también que las motos se visibilicen en todo momento, circulando con las luces traseras y delanteras encendidas.
Según Lerdo de Tejada, regulaciones de este tipo dieron resultados en Colombia, donde los motociclistas llegaron a convertirse en los jinetes del Apocalipsis del crimen organizado, mediante la imposición de normas tan simples como la de “transitar solo a la derecha de las vías, a una distancia no mayor de un metro de la acera u orilla”.
El día del ayer, el Secretario de Seguridad Ciudadana, Jesús Orta Martínez, admitió que en la ciudad de México operan al menos 12 grupos criminales: admitió que en los primeros tres meses de la presente administración se ha incrementado la incidencia delictiva.
Tal vez sea un buen momento para pensar cómo arrebatarle al crimen su vehículo de ejecución y escape.
Fuente.-@hdemauleon
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