A las tres de la madrugada, cuando la ciudad todavía huele a insomnio y tacos de pastor recalentados, decenas de empleados de la Secretaría del Bienestar fueron convocados a cumplir una misión patriótica digna del siglo XIX: coordinar la euforia del pueblo. No se trata de atender damnificados, repartir apoyos o visitar comunidades marginadas, sino de alinear filas en el Zócalo para que la Presidenta Claudia Sheinbaum tuviera público suficiente en el festejo de los siete años de la Cuarta Transformación
Los oficios, redactados con la solemnidad burocrática característica, lucen membrete oficial y aquella frase que suena bonita en el papel: “2025, Año de la Mujer Indígena”. Ironías de una época en la que la gestión de lo público se confunde con la escenografía política.
Para quienes recibieron el memorándum, la cita es implacable: 03:00 horas, plancha del Zócalo, pasar lista como si fuera ceremonia escolar, y megáfono en mano, invitar al pueblo a celebrar.
El guion incluye la frase exacta que harían repetir a coro: un mensaje de bienvenida, menciones a los adultos mayores, la discapacidad y, claro, un cierre triunfal con el mantra de rigor: “¡Que viva la Cuarta Transformación!” Porque en el manual del fervor político, no hay espacio para la improvisación. La espontaneidad también se administra desde una dependencia federal.
A cada empleado le tocó su uniforme simbólico: chaleco guinda y gafete de “Apoyo”. Una alegoría perfecta del modelo político actual, en el que el servidor público deja de ser funcionario para convertirse en porrista institucional. “Mucho que celebrar”, decía el distintivo. Aunque nadie en el Zócalo sabía muy bien qué, exactamente.
Mientras tanto, Sheinbaum encabezara el festejo entre gobernadores, legisladores y beneficiarios de programas sociales; una coreografía que mezcla liturgia popular con planeación electoral. Cuando el informe termine, los empleados deben entregar el megáfono, cerrar planillas de asistencia y regresar a casa. La jornada de la fe transformadora también tiene hora de salida.
La Cuarta Transformación nació con la promesa de erradicar la corrupción y el desvío de recursos. Siete años después, sus propios funcionarios se levantan antes del amanecer para simular entusiasmo en un evento que, curiosamente, cuesta dinero público. Quizás el verdadero milagro de la 4T sea convertir la obediencia en fervor y la propaganda en servicio.
Con informacion: ELNORTE/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: