Si algo domina a Gobiernos de Morena y particularmente al de Claudia Sheinbaum con el estratega Omar García Harfuch, es el arte de los enfoques convenientes. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) presentó las cifras de extorsión como si fueran una radiografía alentadora, pero al examinarlas con bisturí estadístico, el cuadro se parece más a un truco de luz que a una mejora real.
El informe en materia de extorsion y buscando no verse fracasado,celebra una “reducción del 14 por ciento” en el promedio diario de denuncias desde julio, como si tres meses marcaran un giro estructural en un delito que lleva años de expansión. Pero el mismo reporte confiesa que la extorsión ha crecido 22.9 por ciento respecto a 2019. Es decir: se presume la dieta de un paciente que ya duplicó el peso.
El discurso repite un patrón clásico del maquillaje estadístico sexenal: elegir el periodo de comparación que mejor acomoda al relato. Si las cifras a largo plazo son adversas, se invoca la reducción reciente; si la anual luce mal, se recurre al dato mensual. En esta coreografía numérica, el tiempo es el mejor aliado del discurso, no de la realidad.
La Secretaria Ejecutiva Marcela Figueroa presentó láminas que ilustran la “tendencia a la baja” desde julio, el mismo mes en que arrancó la Estrategia Nacional contra la Extorsión. Casualmente, el corte temporal coincide con el lanzamiento de la política, un clásico del “antes estábamos peor”, aunque el punto más alto del delito se haya registrado apenas en febrero de este mismo año con 36 casos diarios. Es decir: el descenso celebra que la fiebre bajó… después de haber llegado a 40 grados.
Por su parte, Omar García Harfuch apuesta por los números operativos: antenas bloqueadas, líneas clausuradas, reclusorios bajo control. Todo suena sólido hasta que se nota que 56 por ciento de las líneas reportadas provienen de solo 12 penales, y que aún faltan decenas de centros por bloquear. Traducido: el Estado celebra haber logrado tapar medio boquete del barco… mientras el otro medio sigue haciendo agua.
Bajo la superficie de los gráficos pulidos se esconde otra pregunta: ¿por qué, pese al despliegue tecnológico y las estrategias nacionales, la extorsión lleva seis años creciendo? Tal vez porque el delito ya no es una llamada: es una industria con operadores, bancos, call centers, incluso outsourcing del miedo. Frente a eso, el gobierno sigue midiendo como si bastara con contar denuncias.
La aritmética oficial se ve más preocupada por cuadrar el discurso que por cuadrar las cifras. El delito baja si lo mides desde julio, sube si lo comparas con 2019, y se estabiliza si seleccionas otro corte. El problema no está solo en los números: está en el calendario que los acomoda a conveniencia del fracaso oficial que nos cree tarugos.
Con informacion: ELNORTE/

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