El último balance de la guerra entre bandos que salieron del mismo costal —una guerra entre primos, compadres, ex socios, hermanitos de la misma mafia— es un inventario de escándalo propio de un Estado donde a la ley solo la invocan los que ya se fueron o los que rezan en voz baja. Pareciera y solo pareciera que nadie está al mando; el timón tiene telarañas.
Veamos las cifras que nadie en el gobierno puede decir sin balbucear:
- 1,896 homicidios dolosos: Eso es un asesinato cada 4 horas. Si hiciéramos un “in memoriam” no alcanzan las páginas del periódico.
- 1,889 personas levantadas: El último en saber de ellos fue el WhatsApp que dejó marcado “en línea por última vez”. Aquí desaparecer es un sinónimo vergonzoso de morir: donde no hay cuerpo tampoco hay derechos ni justicia. Así que sumemos: 1,896 + 1,889 = 3,785 personas, muchísimas de ellas abandonadas a su suerte y borradas del mapa en menos de un año.
- 6,710 vehículos robados: Paraíso para los amantes de lo ajeno; nunca fue tan fácil estrenar carro ajeno como en Sinaloa. Un promedio de 19 carros diarios hace palidecer cualquier cifra de Arabias con petróleo.
- 1,621 personas detenidas: Dos manchas de tinta en un mar de sangre. Detenidos que parecen más cuota para la estadística que solución real. Los decomisos y detenciones deslucen ante el festín de homicidios y desapariciones.
- 111 personas abatidas: Si esto fuera un videojuego sería un récord, pero es la “vida real”. Quién necesita caballeros de la noche si aquí las balas llevan su propia jurisprudencia en ciudades no góticas, caóticas.
Este es el laboratorio nacional del fracaso: los muertos al por mayor, los ladrones de autos con jornada doble trabajando 24/7/365, los levantones a nivel industrial y los decomisos que figuran para la foto, pero el escenario detras de ellas no cambia.
Aquí la justicia no es ciega: pareciera que cerró los ojos, empacó y se largó. Que no vengan a disfrazar las cifras de “operativos exitosos”; aquí solo hay un éxito, la industrialización del crimen y la conversión de los desaparecidos en estadísticas mudas.
Que no nos cuenten que “se avanza”; tantísimos muertos y levantados suman demasiado: si aquí desaparición en muchos de los casona mayoria,equivale a muerte, los nombres sin cuerpo compiten con los cuerpos sin nombre en cementerios clandestinos.
Aquí, en la Sinaloa donde todos perdieron la guerra excepto la barbarie, lo que hay es una matemática simple y monstruosa: la suma de los fracasos oficiales se cuenta por cadáveres, por familias descabezadas y por autos que cambian de dueño con la impunidad de una rifa.
Sinaloa es el infierno en modo beta: si estos son los resultados, ¿cómo carajos sería el desastre total?
El heroe de la nota, no el heroe de la Noche
La prensa a su servicio lo cita sin rubor,Bruno Diaz no es Batman,es Omar García Harfuch. Pero —¡aguas!— este no es el caballero de la noche, es más bien el héroe de la nota. Si el verdadero Batman enfrentara el caos de Sinaloa, mínimo andaría tras el Guasón, no conteo de cadáveres y desaparecidos y siempre con una estrategia nueva, porque resulta que no funciono la anterior, al mas puro estilo del ensayo y “horrror”.
Pero aquí, el murciélago es de cartón, su capa es de corte y confección mediática y el Batimóvil es una troca blindada del nivel de sus miedos.
El Batman original patrulla Gotham, salta entre rascacielos, interroga villanos y no duerme hasta que la justicia se impone. Nuestro héroe comiquísimo patrulla más conferencias que calles, salta directo a la portada de revistas o periodicos,videos trucados de Youtube y no duerme… pero por las giras mediáticas o su trabajo pesadisimo en “X”,antes twitter,publicando logros ensalzados,embellecidos de mucho generador de violencia de alto impacto que no impactan y cuyos arrestos no generan paz, el fin ultimo. Mientras uno tiene Batiseñal, el otro vive pegado al teleprompter. Donde el Batman de DC reparte justicia, el de la CDMX reparte estadísticas sin soporte, salvo su palabra.
Así, mientras el Batman real tiene a Alfred y a Robin, el que va a Sinaloa cada domingo o Lunes, solo tiene un ejército numeroso de efectivos muy poco afectivos y menos efectivos.
El de los cómics inspira respeto; el de la faramalla inspira memes. Uno enfrenta supervillanos, el otro enfrenta la realidad y pierde 5.4 veces por día en homicidios y desapariciones.
Conclusión: Sinaloa necesita héroes, pero de carne y hueso, no de “cartón prensa”. Y la Batiseñal… mejor que la guarden para pedir refuerzos.
Con informacion: NOROESTE/
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