Esto que les vamos a narrar,no debiera ocurrir en Monterrey, una metrópoli industrial de las mas importantes de Mexico,donde debiera prevalecer el orden y enseguida la pujanza, pero no es asi,mas bien parece un pueblo del viejo oeste donde la ley se ausenta y los duelos se resuelven a balazos en plena calle.
“Ni el legendario duelo en el OK Corral vio tanta osadía: en Monterrey, hasta las funerarias se han convertido en escenarios de ajustes de cuentas, donde la ley parece tan ausente como en el viejo oeste.”
La tarde de este dia a las 13:10 horas, la funeraria Divinos Arcángeles, ubicada en la Colonia Independencia, fue escenario de un episodio que recuerda a aquellos tiempos en que los pueblos vaqueros no tenian sheriff: Juan Gerardo Arreaga, de 46 años, fue asesinado a tiros justo afuera del velatorio al que asistía. El agresor, quien convivía con la víctima, desenfundó una pistola y le disparó en la cabeza. La reacción fue inmediata: otros dos hombres presentes repelieron la agresión, desatando una balacera a plena luz del día.
El atacante, como forajido experimentado, logró escapar corriendo por la Avenida Morones Prieto, donde se presume que un cómplice lo esperaba en un vehículo para facilitar su huida. Paramédicos llegaron al sitio y, aunque detectaron signos de vida en Arreaga, éste falleció en el hospital poco después.
El velatorio era por Orlando Sebastián Salazar, asesinado recientemente en Juárez, Nuevo León. La escena, propia de una película del oeste, terminó con la llegada de Fuerza Civil y detectives de la Agencia Estatal de Investigaciones, pero para entonces el pistolero ya había desaparecido entre las calles, como si la ciudad careciera de ley y autoridad.
No es un hecho aislado: la violencia en funerales se ha vuelto recurrente en Monterrey, donde en meses recientes otros ataques armados han dejado varios muertos y heridos, incluso menores de edad, en plena vía pública y durante servicios fúnebres.
La impunidad y la audacia con la que operan los agresores o la “tontejez” de la autoridad, dejan la sensación de que en ciertos rincones de este pueblo pujante, la justicia y el orden son apenas una ilusión, como en aquellos pueblos del viejo oeste donde cada quien hacía justicia por su propia mano y el que desenfundara mas rápido sobreviva hasta que llegara otro a retarlo.

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