La definición más pura de terrorismo se refiere al uso sistemático de la violencia o amenaza de violencia para infundir terror en la población con el fin de lograr objetivos políticos, ideológicos o religiosos.
Bajo esta definición, existen argumentos tanto a favor como en contra de considerar a los grupos criminales en México como narcoterroristas.
Argumentos a favor de considerarlos narcoterroristas:
- Uso de tácticas terroristas: Los cárteles mexicanos han empleado métodos como coches bomba, decapitaciones públicas y ataques con drones, que generan terror en la población.
- Impacto psicológico: Sus acciones violentas tienen un impacto psicológico que supera las consecuencias materiales, característica del terrorismo.
- Intimidación de autoridades y población: Buscan intimidar al gobierno y a la sociedad para lograr sus objetivos.
Sin embargo,el hecho de que no tienen una ideología política o religiosa clara, sino que su objetivo principal es el lucro, el gobierno mexicano sigue rechazando categóricamente calificar estas acciones como terrorismo.
Que dice la periodista Adela Navarro :
“Durante el sexenio anterior, a pesar de hechos de terror ejecutados por miembros de los cárteles de la droga, como el carro bomba que explotó en junio de 2023 mientras era registrado por elementos de la Guardia Nacional en Guanajuato y dejó diez agentes heridos; o las balaceras en fiestas, posadas y calles que sumaron cientos de muertes, incluso el asesinato del alcalde, su padre, parte de su gabinete y las instalaciones municipales baleadas en 2022 en San Miguel Tololoapan, Guerrero, estos hechos no fueron catalogados como actos terroristas.
Cosa contraria, el ex Presidente de México solía justificar que tales noticias se magnificaban para afectarlo a él, a su administración y a su partido. Golpes bajos de sus adversarios, decía y bastaba.
Este año, en los pocos meses que su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, lleva al frente del Gobierno de México, ya han sucedido actos similares que aterrorizan a la población. Carros bomba han estallado, drones con artefactos explosivos se han accionado, balaceras dentro de centros de diversión, bares, cantinas, masacres en lugares públicos o cuerpos abandonados tras ser torturados y asesinados.
Actos de violencia de alto impacto que tienen por objetivo causar el terror, sea entre miembros de cárteles adversarios, entre la población que está siendo extorsionada con el cobro de piso o hacia las corporaciones que patrullan las calles del país, el mensaje de los criminales es ese: causar temor para llevar a la inacción o a la colaboración por miedo, y ganar impunidad o ilícita riqueza.
Sin embargo, para el Gobierno de México es difícil aceptar la realidad: que el país está sometido por el narcoterrorismo. Sea por pretender crear un clima de seguridad alejado de los hechos que causan el horror, como los carros bomba que estallaron no hace muchas semanas, y cuando Sheinbaum llevaba poco más de una veintena de días en la Presidencia, en Acámbaro, Guanajuato, detrás de la comisaría policiaca de la localidad, dejó además de policías heridos, las fachadas de casas privadas incendiadas y familias afectadas emocional y materialmente por la criminalidad.
Hace unos días, el secretario de Seguridad Ciudadana del Gobierno de la República entró en una discusión bizantina para obtener una pírrica victoria en la narrativa criminal, cuando desmintió la detonación de un coche bomba en las inmediaciones de Culiacán, Sinaloa, sólo justificando que se trató de un dron con explosivos, cuando el tema de fondo son las tácticas del terrorismo adoptadas por cárteles mexicanos.
En Baja California, entidad federativa que comúnmente está entre los más inseguros y violentos del país, hace unos días la Fiscalía General del Estado finalmente vinculó a proceso a dos presuntos integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación, entre otros delitos, por terrorismo. Los detenidos fueron capturados tras haber lanzado bombas molotov a las instalaciones de la FGE, de haber incendiado vehículos y dejado una manta amenazante en el lugar donde agentes de esa fiscalía eran advertidos de su fatal destino si seguían apoyando al Cártel de Sinaloa.
El terrorismo es una realidad en México y su detonante no es ideológico ni religioso, sino criminal, del tráfico de drogas, las mafias y los cárteles. Las definiciones, vaya, cambian con el paso de la historia, y éste es un claro ejemplo en un país donde el horror deliberado del crimen organizado va alterando la cotidianidad de los mexicanos.
Los narcotraficantes cobran piso a empresarios, a comerciantes, a agricultores, a pescadores y a otra suerte de personas productivas económicamente, con base al terror que causan o pretenden causar. Les dicen que deben pagar una suma, un porcentaje de sus lícitas ganancias, a cambio de no ser molestados, de no acabar con sus negocios, de incendiarles sus casas, de no afectarles sus sembradíos, de respetarles la vida a ellos y a sus familias.
Así sucedió en los últimos meses en Tecate, Baja California, donde dos presuntos miembros del CJNG fueron vinculados a proceso por terrorismo. Dos funerarias cerraron cuando sus dueños, administradores y empleados, fueron aterrorizados por los criminales con llamadas telefónicas para cobrarles una suma de las ganancias a cambio de incendiar los negocios. De hecho, a una le quemaron unas carrozas y afectaron la propiedad. Durante dos semanas, los dos comercios permanecieron cerrados hasta que policías e investigadores les proveyeron de seguridad para reiniciar sus operaciones.
De igual manera, se incendian casas y los criminales llegan al exceso de comunicarse a las instituciones rescatistas y de primeros auxilios para amagarlos a que no acudan a sofocar los siniestros o a atender a los heridos. El terror lo causan en todos los sectores de la sociedad, con el poder de sus balas, su armamento y la impunidad de la que gozan para seguir hostigando a la sociedad, trasegando droga y extorsionando sin ser aprehendidos.
Estos hechos de terror no son exclusivos de estados fronterizos, a menudo más utilizados para el trasiego de droga terrestre o subterráneo de México a Estados Unidos. Sucede en zonas agricultoras, con pesca y recintos portuarios, con actividad industrial e incluso política, pues no se debe olvidar el caso del alcalde de Chilpancingo, cuyo cuerpo fue cercenado y la cabeza colocada en la parte posterior de un coche, convirtiéndolo en una advertencia pública como las que sucedían en las guerras de conquista al exhibir las cabezas de los revoltosos para intimidar a los seguidores de continuar una lucha, so pena de sufrir el mismo destino.
El narcoterrorismo en México es una realidad, aunque desde la Presidencia de la República se niegue. El miedo se presiente en las calles convertidas en escenario del crimen, mientras los mexicanos son testigos de estos actos de barbarie cuyo objetivo es someter a una población, a un sector o a una corporación, sea con un coche bomba o con un dron con explosivos.
Con informacion.-ADELA NAVARRO/SEMANARIO ZETA TIJUANA/
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