Hace unos días, un grupo de mujeres de entre 18 y 20 años, recién graduadas del curso militar llamado Cacir (Curso de Adiestramiento de Combate Individual Regional), estaba en la base Contel Iztapalapa, de la Guardia Nacional, cuando un mando les llevó cervezas y les dijo que se fueran al área de las gradas a seguir bebiendo.
Al paso de las horas él y sus compañeros empezaron a tocarlas en sus zonas íntimas, haciendo alarde de su grado sobre ellas que acababan de ingresar a las filas de la Guardia Nacional.
Al calor de las copas discutieron y la mayoría alcanzó a correr a excepción de una, que fue tomada por el mando y abusada. Descalza, alcanzó a salir corriendo después de la agresión a pedir ayuda.
La respuesta de las autoridades fue reubicar a las víctimas al Campo Militar Número 1 bajo amenazas de no interponer una denuncia formal.
Lo sucedido lo revelaron varios elementos de la corporación con quienes está columnista pudo conversar, algunos testigos, otros cercanos a las afectadas.
Imágenes que no eran reales circularon en redes sociales, pero también chats corroborados en los que las compañeras mencionaron esos abusos.
Días antes de que esto sucediera, elementos de la Guardia Nacional fueron captados extorsionando a un transportista en la carretera a quien le exigían mil pesos para seguir su camino.
Semanas previas, un miembro de la guardia murió junto con su compañero en un cuartel en Jalisco donde vivían en condiciones insalubres, entre piso de tierra, paredes de madera y sin una cama donde pasar la noche. Ambos fueron abatidos, y en las imágenes se les observa tirados en medio de la podredumbre donde descansaban.
En los mismos días, otros compañeros de la Guardia Nacional eran obligados a dormir en un establo, entre alfalfa para las vacas y caballos. Las casas de campaña, roídas por el tiempo, se ven en las imágenes desplegadas entre el polvo y bajo los tejados donde duermen los animales.
Mientras, en este año, los accidentes de carretera por parte patrullas de ellos se han ido incrementando. “Les dan capacitación de un mes para manejar en carreteras, lo que a los policías federales nos llevaba más de un año”, me cuenta un ex miembro de la extinta PF.
¿Qué es lo que está pasando en la Guardia Nacional, gran parte responsable de velar por el Estado de Derecho en este país?
En este México donde matan sacerdotes, donde acribillan bebés en un templo, donde sacan, frente a todos, a víctimas de un bar para torturarlos y matarlos; donde hay balaceras en zonas turísticas, y donde un maleante puede rapar a una mujer que lo increpa con el claxon.
Pasa eso: que la corporación que era la esperanza del país está desarticulada, descontrolada, desestimulada, descoordinada y sin un liderazgo que les dé disciplina y razón de ser.
Tengo meses sosteniendo profundas conversaciones con varios elementos -hombres y mujeres- de la Guardia Nacional que coinciden en lo mismo: mientras unos tienen carta abierta para extorsionar, otros son maltratados y denigrados malcomiendo y viviendo en condiciones deplorables, sobre todo si provienen de la extinta Policía Federal, ya que libran una lucha de poder con quienes proceden de la formación militar y finalmente tienen el control.
La capacitación a los nuevos elementos dura un par de meses, contra lo que los policías federales debían cumplir en otros sexenios. “Eso hace que no sepan nada de proximidad con la gente, no saben qué hacer, son niñas y niños de 20 o 25 años de edad, y les dan un arma y todo el poder para extorsionar y hacer lo que quieran”, me explica un elemento a punto del retiro, que tanto estuvo en Sedena en los noventas, como hasta hace tres años como policía federal, ahora en la Guardia Nacional.
La mayoría de los guardias con quienes pude hablar coinciden también en que la lealtad es importante para México, pero no han podido tenerla más al tener que vivir en condiciones deplorables, siendo maltratados y denigrados, y viendo cómo los mandos viven con lujos, con sus grupos que se corrompen y abusan de compañeras.
“Es el momento de hablar, no me importa lo que me pase, ya no se vale lo que estamos viviendo, en ningún sexenio había sido así”, me cuenta un mando medio que ahora mismo está en Sinaloa.
Sin un liderazgo claro, sin inteligencia, sin un mapa de acción, sin una misión concreta, sin disciplina, sin estímulos y sin respeto a los derechos humanos, difícilmente la Guardia Nacional podrá sacarnos a los mexicanos del hoyo en que estamos en cuanto a homicidios y a un país donde las cadenas de producción y los pueblos enteros están tomados por el crimen organizado en contubernio con autoridades y políticos.
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