Millones de ciudadanos mexicanos han creado una ola incontenible de registros en una página de la Secretaría de Salud para que padres y abuelos mayores de 65 años reciban la vacuna contra Covid-19. La verdad es que nadie sabe cuándo ocurrirá eso. En contraste, hay previsiones serias de que una vacunación masiva puede tardar dos años, hasta 2023.
Las perspectivas son igualmente sombrías sobre recuperación económica. Colombia, Chile y Perú repuntarán antes (no antes del próximo año), México está al final de la fila: será hasta 2025, tras concluir el sexenio, cuando el crecimiento regrese al nivel que tenía al iniciarse.
En sus dos reapariciones tras contagiarse del coronavirus, el presidente López Obrador ha subrayado el potencial de la esperanza para que las cosas mejoren. Debería considerar un principio más democrático: decir la verdad.
El Presidente y un segmento importante de sus colaboradores hablan con el país de espaldas a una guerra que en nombre de las vacunas se libra en el planeta en tres frentes: su desarrollo o descubrimiento, su distribución y la asignación de licencias para producirlas.
Este conflicto planetario tiene desde luego un frente financiero (ante la escasez, las vacunas son más caras cada día), otro geopolítico y uno más, ético.
La vacuna AstraZeneca, con asiento en Inglaterra, está siendo descartada en Europa para gente de 65 años y más. Pfizer, en el eje de Estados Unidos, incumple sus acuerdos con todo el mundo, nuestro país incluido. Covax, la apuesta de la ONU para apostar por la equidad, se desplomó porque los laboratorios le dieron la espalda.
La mezquindad y acaso motivos peores agudizan nuestro horizonte. El “estratega” contra la pandemia, el doctor López-Gatell Ramírez, está en una cruzada personal en favor de la opción rusa, la Sputnik V, y en contra de dos opciones chinas, en particular CanSino. Al final de la semana dijo que ésta había apenas iniciado su trámite de autorización. En octubre aseguró que esa vacuna podía atraer contagio por sida pues usa un adenovirus 5. Se la ha olvidado decir que es exactamente lo que ocurre con Sputnik V.
Curiosamente, el hombre de la semana fue el secretario de Salud, Jorge Alcocer, que acumula un extenso lapso de virtual desaparición. El jueves, un documento firmado por varias eminencias médicas, entre ellos David Kershenovich, director del Instituto Nacional de Nutrición (la casa académica y científica de Alcocer por décadas), no ha podido impedir la muerte de un amplio porcentaje de sus pacientes de Covid, ante la falta de recursos en sus unidades de terapia intensiva. Cuando la esperanza y las mentiras acaben fallando, el legado no podrá ser otro que la vergüenza.
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