El Lear Jet 45 matrícula 3912 de la FAM había despegado de la Ciudad de México la mañana del domingo. Para reabastecerse aterrizó sin novedad en el aeropuerto nacional “El Lencero”, ubicado en el municipio Emiliano Zapata de Veracruz. A las 9:45 horas tomó pista para dirigirse a Villahermosa, Tabasco, su destino final, pero se la “comió” sin poder alzar el vuelo y se estrelló en unos pastizales, según testigos.
La aeronave accidentada, construida por la canadiense Bombardier Aerospace, era del mismo modelo de la que hace doce años, cumplidos el pasado 4 de noviembre, cayó en la lateral de Paseo de la Reforma y Ferrocarril de Cuernavaca, en la Ciudad de México; accidente en el que murieron el entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, el exfiscal antidrogas de la PGR, José Luis Santiago Vasconcelos y seis personas más.
Sobre aquella catástrofe aérea hubo explicaciones contradictorias. Una primera versión oficial de la SCT responsabilizó a los pilotos por carecer de la formación suficiente para operar la aeronave, pero un año después, la Comisión Investigadora y Dictaminadora de Accidentes de Aviación de la DGAC determinó que la aeronave había caído por encuentro con turbulencia de estela producida por la aeronave que le precedía, un enorme Boeing 767-300 procedente de Buenos Aires. Diez años después, al cerrar la investigación el 7 de julio de 2018, la PGR concluyó que fue una “falla técnica” la causante del accidente.
Esta columna, publicada en EL GRÁFICO un mes y medio después de aquel percance aéreo (19 de diciembre de 2008), con el título “Corrupción detrás de la muerte de Mouriño” ya le adelantaba que, en el último mantenimiento recibido por la aeronave, se cambió una pieza hechiza del estabilizador horizontal del aparato (alerones), que la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) había emitido advertencias en agosto y septiembre de 2003 (Docket No. 2003-NM-141-AD, Amendment 39-13262 y AD 2003-16-09) precisamente sobre las fallas de esa pieza en por lo menos 222 naves Lear Jet 45, que a pesar de ello el entonces Cisen adquirió de segunda mano en diciembre de 2005 el avión en que murieron Mouriño y Santiago Vasconcelos y que, por todo lo anterior, fueron cesados Francisco González Muñoz, representante de la dirección general adjunta de Recursos Materiales de la SEGOB, y Carlos Alfredo Juraidini Rumilla, quien desde la época de Santiago Creel como titular del ramo, era el director general de Adquisiciones, Almacenes e Inventarios.
Aún con los antecedentes referidos, la Sedena adquirió en 2016, también de segunda mano, el Lear Jet 45 que se accidentó el domingo en Veracruz. 2007 fue el año de su fabricación, acaso con la corrección de las fallas advertidas por la FAA desde 2003. Anteriormente fue operada por empresas privadas con la matrícula estadounidense N390GG. Una vez adquirida por la Defensa, fue asignada a la entonces Unidad Especial de Transportes Aéreos del Alto Mando (UETAAM) ahora Unidad Especial de Transporte Aéreo (UETA).
Por estar destinada formalmente al transporte del Alto Mando, el domingo se especulaba sobre quiénes de ese nivel habrían muerto. El lunes pasado, en la conferencia mañanera, AMLO dio el pésame a las familias de los dos pilotos aviadores (un capitán y un teniente), tres médicos militares (un mayor y dos oficiales de sanidad) y un teniente de infantería.
Este ha sido el primer accidente aéreo fatal de una aeronave de la FAM en el actual gobierno. En el anterior —según datos de la Sedena— fueron 61 con saldo de 43 muertos (30 militares y 13 civiles) y 80 lesionados.
Para disipar dudas de corrupción como las evidenciadas con el avión de Mouriño y acercarnos a la verdad sobre las causas del accidente del domingo pasado, la Defensa Nacional debería transparentar los procedimientos de licitación y adquisición del aparato, retirar el manto de secretismo que ha tendido y cortar del tajo cualquier tipo de especulación.
Fuente.-Raul rodrigeuz Cortez/
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