Las causas pueden ser muchas y diversas, pero la razón es sólo una: los votantes se alejan de las urnas cuando pierden interés en la democracia y no encuentran en las distintas opciones políticas y de candidatos, algo o alguien que los motive a salir de su casa y dejar sus actividades para ir a las urnas.
Puede ser que no perciben propuestas aterrizadas a sus problemas cotidianos o que ven demasiados ataques y pleitos entre los candidatos, pero al final, cuando la decisión de no salir a votar rebasa los niveles habituales de abstencionismo, algo falló en la contienda democrática.
Algo así debieron ver este domingo los habitantes de los estados que tuvieron comicios, pues los niveles de participación quedaron muy por debajo de los promedios históricos, con niveles de asistencia a las urnas de entre 22 y 38% de los padrones totales de votantes.
Salvo el caso de Durango, donde un 45% salió a votar en los comicios municipales, en Quintana Roo apenas ejerció el voto el 22% del millón 247 mil ciudadanos inscritos, es decir que sólo 262 mil quintanarroenses votaron.
Igual ocurrió en Baja California, donde apenas 29% de empadronados, 758 mil de los 2 millones 811 mil bajacalifornianos registrados sufragaron; o en Puebla y Tamaulipas, donde sólo emitieron el voto el 33% de sus padrones, 1 millón 527 mil de un total de 4 millones 569 mil poblanos, y 888 mil tamaulipecos, de un total registrados de 2 millones 665 mil.
En Aguascalientes, en las municipales de ayer, votaron 366 mil ciudadanos, que son 38% de 966 mil 775 empadronados.
Los porcentajes del domingo están muy por debajo de la participación del 62.9% del padrón nacional que se registró hace un año, en la elección presidencial del 1 de julio de 2018. Y eso es normal, porque según los expertos no despierta el mismo nivel de interés una elección federal que una local; pero aún si se les compara con los parámetros de comicios locales, en el caso de Puebla y Baja California, la participación de 29 y 33% respectivamente es muy inferior a los históricos registrados en esos estados que, en elecciones de gobernador, normalmente están entre el 45% y el 60% de participación ciudadana.
Tan sólo en Puebla, el desencanto de la población con las elecciones es evidente. Hace un año, en los comicios del 1 de julio de 2018 para gobernador, salió a votar 67.4% del padrón, con un total de 3 millones 023 mil votos. La ganadora de aquella elección, la panista Martha Érika Alonso ganó con 1 millón 153 mil 079 votos, mientras que el segundo lugar, el morenista, Miguel Barbosa obtuvo 1 millón 31 mil 043 sufragios. ¿Cómo es que ahora el mismo Barbosa ganó sólo 682 mil votos, casi 400 mil votos menos? Por la muy baja participación. De hecho, con esa votación Barbosa será el gobernador que llegue al poder con menos votos en Puebla desde la época de Mario Marín, Melquiades Morales, Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso, todos ellos ganaron con más de 1 millón de votos la gubernatura.
También en Baja California, una entidad que históricamente tiene niveles más bajos de participación electoral, el porcentaje de abstencionismo creció 8 puntos con relación a los comicios de gobernador de hace 6 años. En 2013, acudió a las urnas casi 37% del padrón, 942 mil votantes, y el entonces ganador, el panista Francisco Vega, obtuvo 442 mil 868 votos, mientras que ahora el ganador del domingo, el morenista Jaime Bonilla triunfó con 382 mil votos, y en total acudieron a las urnas solo 758 mil electores.
Luego vendrá el debate de si los gobiernos son más o menos legítimos según el nivel de participación o de votantes que los eligen. En realidad la legitimidad está en el método democrático de las elecciones, que son igual de válidas legalmente si participa el 10 o si lo hace el 70% de los ciudadanos empadronados. Pero siempre que la gente se aleje de las urnas, es momento de repasar qué parte del proceso democrático falló o no logró despertar el interés necesario de los ciudadanos para participar con su voto. Dice el maestro Mauricio Merino, en su libro “La Participación ciudadana en Democracia”, editado por el antiguo IFE, que si bien es importante que cada vez más ciudadanos participen y ejerzan el derecho al voto, porque eso da mayor legitimidad y vigoriza cualquier democracia, “la mejor participación ciudadana en la democracia…no es la que se manifiesta siempre y en todas partes, sino la que se mantiene alerta; la que se propicia cuando es necesario impedir las desviaciones de quienes tienen la responsabilidad del gobierno, o encauzar demandas justas que no son atendidas con la debida profundidad. No es necesario ser gladiadores de la política para hacer que la democracia funcione. Pero sí es preciso que los espectadores no pierdan de vista el espectáculo”.
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