Rubí no cumple 15 años en diciembre. Los cumplió en agosto, pero habrá baile y distracción. Aquí, en el Altiplano potosino es domingo, la fiesta que culminará el 26 de diciembre, ya empezó. No es sólo una celebración más. Es el evento que distrajo a México.
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LA JOYA, San Luis Potosí.- La Joya, el pueblo que se volvió noticia internacional por esta fiesta de 15 años, no tiene drenaje, ni gas, ni calles pavimentadas, ni teléfono, ni internet, ni secundaria, ni policías, ni médico, ni iglesia, ni kiosko.
En realidad, en el pueblo hay poco, muy poco. Una tienda, cuarenta casas, dos columpios, maíz, frijol y varias decenas de chivas, marranos, burros, pollos, y al fondo el monte.
El pronóstico del clima no cumple del todo. La aplicación del tiempo desconoce que La Joya existe, pero cerca de ahí, en la cabecera municipal de Villa de Guadalupe, la temperatura de cinco grados centígrados con sensación térmica de uno, amenaza con hacer temblar los cachetes de visitantes y pobladores. El camino, entonces, puede ser más agradable.
Entre pedregal y pedregal hay que poner atención a las pisadas. Sólo aquellos que ya llevan tiempo por acá pueden sortear el camino con maestría. Los fuereños somos poco afortunados para completar el trayecto y esto pone al descubierto la poca destreza para andar por los caminos de montaña.
—A la una, a las dos, a las tres.
Este tramo se libró. De no caer, la cantaleta se repite de manera ininterrumpida durante el recorrido.
Tres familias dedicadas a la recolección y tallado de ixtle fundaron hace 40 años el pueblo de Rubí. Venían de La Sierpe, a 20 minutos de La Joya, una comunidad que cuando dio todo lo tenía que dar, fue abandonada.
Sin urbanistas o arquitectos del paisaje, el río formó sus calles y los primeros pobladores tuvieron suerte al guiarse por la simetría marcada por los arroyos para seguir sobre ellos una ruta delimitada por seis casas establecidas a orillas de la carretera. Una de esas viviendas pertenece a uno de seis tíos paternos de Rubí que acá viven. Los siete restantes se fueron a Estados Unidos, pero ya confirmaron su asistencia a la fiesta.
La Joya fue una pequeña cañada que rememora su origen cuando el agua cae derramada por los pobladores que acuden desde el alba, movidos en sus trocas con enormes tambos para rellenarlos de líquido que alberga un pozo. Hay que dar de beber a los animales, lavar la ropa, bañarse y descargar los desechos con la corriente de agua.
Frente a la casa de la quinceañera, sobre la carretera estatal Matehuala-Charcas, el olor que sale de las estufas de leña anuncia que en varias casas ya está el almuerzo: frijoles, sopa de arroz, café con leche, tortillas calientes recién traídas a bordo de una motocicleta por un repartidor, salsa de molcajete y queso de cabra casero. Mucho queso de cabra.
Aquí, el éxito en redes de #Los15DeRubí contrasta con la falta de internet. Nadie puede ver su muro de Facebook o consultar Google en sus casas ni hacer una llamada local por teléfono en alguna cabina de cobro. Cualquier modo de comunicación que no sea presencial es impensable.
Sin llamarlo, un joven de 16 años de piel requemada y ojos color miel se acerca. Está aburrido. Es Roberto Carlos Ibarra, primo hermano de la quinceañera y quiere conversar.
—¿Hay el teléfono fijo? ¿Señal de celular?
— Habrá en dos casas que con suerte consiguieron que se los conectaran. ¿Ve el cerro ese donde están las antenas? Ahí puede agarrar señal de celular y también para que se meta a su Facebook y al internet.
— Entonces, ¿cómo es que pueden consultar las redes sociales y cómo se hizo famosa tu prima?
— ¡Por “la chiva”! —alcanza a exclamar el adolescente de sudadera roja decolorada y raída de mangas y cuello, antes de soltar una carcajada socarrona que deja ver sus dientes pigmentados de marrón por los altos niveles de flúor que circulan en el agua.
Roberto Carlos habla de “la chiva” como si todo México supiera que así conocen a las carreras de caballos por las que se desató la fiebre de los 15 años de Rubí, pero también habla de la verdadera fecha de nacimiento de su prima. Cumplió sus primaveras en agosto pasado.
— Y entonces, ¿porqué lo celebrarán hasta diciembre?
Que la cumpleañera no haya nacido durante los últimos días del año es lo de menos, los festejos de 15 años en ese mes son muy esperados. Estrellas del firmamento grupero como Vagón Chicano y la Banda Jerez de Marco Flores han sido contratadas para amenizar las fiestas. Diciembre es el mes en el que todo mundo tiene vacaciones y regresan los que se fueron a Estados Unidos.
Aglomeraciones
Aglomeraciones
En La Joya, así como en otras comunidades de San Luis Potosí, la diversión de las familias, y principalmente de los jóvenes, llega cada fin de semana con las bodas o los 15 años.
Algunos ni siquiera llevan un atuendo especial. No hay código de vestimenta y todos los que quieran pueden pasar. Dependiendo de la afluencia se calcula el éxito de una fiesta y a ojo de buen cubero cada quien hace sus cuentas. A veces cuatro mil, otras dos mil. Las aglomeraciones de humanos para algunos son incalculables.
A las nueve de la mañana el sol ya está en lo alto sin que lo acompañen nubes, aviones, helicópteros o drones. Eso pasó días atrás cuando acudieron empleados de Telcel para instalar temporalmente la señal de telefonía celular para que el 26 de diciembre los invitados tengan oportunidad de volver a romper el internet desde el lugar donde el fenómeno se originó.
En la parte baja del pueblo hay una casa pintada de amarillo, sus macetas con rosas, flores silvestres y cactus afuera del portal, además de las cercas madera ponen el límite entre ella y el páramo de dos hectáreas que a lo lejos se confunde con un jardín de la propiedad. Es ahí donde harán la comida para tres mil 500 invitados, aunque antes, sólo esperaban 500.
En el paraje todavía se observan marcas de mujeres y hombres que barrieron con escobas hechas con varas de los árboles que a las 11 de la mañana proyectan sombra entre las bancas de cemento y los columpios con asentaderas de madera y mecate, impulsados por el aire invernal que combinado con el sol, requema en segundos la piel. Este es uno de los preparativos para los que sí requieren del apoyo de la comunidad. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio.
Antes de que explotara la viralidad por la fiesta de Rubí, en este páramo se haría su baile, ese al que indistintamente acuden los habitantes de los pueblos aledaños no con el fin de compartir con ella otro año, sino para buscar diversión. El sábado pasado decidieron cambiarlo de lugar hacia otro predio de 10 hectáreas, ubicado a un kilómetro y medio de la casa de la joven.
Afuera de una vivienda sobre la calle Hidalgo, su propietaria instaló una lavadora que no ha dejado de trabajar desde temprano. De ahí ha sacado calcetines, pantalones, camisetas, chamarras, blusones y ropa interior.
—Chac-chac-chá-chac-chac-chá-chac-chac…
Tal vez esta es la última tanda. Ahora están las colchas entre el agua y el rastro de jabón en las burbujas.
—Chac-chac-chá-chac-chac-chá-chac-chac…
Se acercan otras vecinas para platicar. Entre cada ciclo de lavado las tres mujeres lanzan carcajadas que se imponen al ruido de la lavadora. Desde hace varias semanas la conversación se mantiene en la fiesta, más por las novedades que han escuchado en sus viajes a las comunidades cercanas o las notas e imágenes en televisión de su ahora famosa vecina.
Sobre la carretera ya pasaron algunos camiones hacia Matehuala o Charcas, a 30 y 20 minutos de La Joya. Allá van los últimos de la mañana, al mediodía. Quien espere uno deberá hacerlo en la tienda despachada por una mujer de pelo maltratado por el tinte aplicado varios meses atrás y de piel curtida por las faenas del campo. A las cuatro de la tarde todos terminaron sus actividades.
Los viajantes de paso preguntan dónde está la casa de la quinceañera. No es difícil dar con ella. Un grupo de nueve viajeros de Monterrey desciende de una camioneta blanca se toman fotos afuera de la vivienda, graban videos para subirlos a sus redes sociales en cuanto encuentren señal.
—Pasábamos por acá y quisimos saber dónde estaba la casa de Rubí —responde una joven blanca y delgada con cabello teñido de rubio, sujetado por un una trenza enroscada sobre su cabeza y boca pintada de rosa pastel y quien dijo que también era estudiante de preparatoria.
—¿Vendrán a la fiesta?
—No creo, tenemos cosas que hacer ese día, nomás venimos a ver dónde está la casa de la muchacha, contesta una mujer de mediana edad, con gafas que ocultaban la mitad de su rostro y quien nunca bajó del vehículo.
La visita afuera de la casa pintada en amarillo, marrón y con reja blanca de herrería tarda 10 minutos, suficientes tal vez para saciar su curiosidad, llevar algo que contar a sus amistades y vivir la experiencia.
Así han transcurrido los días afuera de la casa de la quinceañera. Visitantes van y vienen.
— ¿Tú eres el hermano de Rubí?
— Sí, pero no puedo atenderlos. Les voy a pedir que se vayan de mi casa porque no les voy a contestar. Fastidiado, el joven de 20 años cuyo único calzado es un par de calcetines blancos, se esconde detrás de una camioneta gris. Él no es la quinceañera ni su padre para dar información. Sólo es el hermano de la festejada.
Sobre la carretera, Fernando Ibarra, de más de 50 años y tío paterno de Rubí, está a punto de montar su camioneta, pero se detiene para conversar. Viste como la mayoría de los hombres de la región: botas vaqueras, pantalón de mezclilla y camisa a cuadros forrada con un chaleco. Está contento con el revuelo que causó su sobrina y de que La Joya sea un pueblo conocido en el mundo. Una mujer de la tercera edad se acerca a él e interrumpe la conversación.
Sus lentes ocultan la mitad de un rostro de tez morena y pelo azabache, coronado por un sombrero color beige, vestida con un traje blanco. Va acompañada. La flanquea su marido, originario del municipio de Charcas, y su hijo nacido en Ecatepec, Estado de México de 30 años de edad y quien comienza a grabar desde su teléfono celular.
—Estamos aquí para que nadie les cuente cómo es el pueblo de Rubí. Este es su tío y les manda saludos a todos. Vénganse a la fiesta que se va a poner bien buena.
Los tres abrazan a don Fernando y sin conocerlo le desean lo mejor. Lo felicitan por vivir en La Joya y tener una sobrina famosa. Él corresponde e invita de nuevo a la fiesta. “Vengan con nosotros, no importa que no haya lugar. Como dice mi hermano, acá nos acomodamos”.
Perpetuo Socorro
A cinco kilómetros de La Joya, después de pasar por un puente de piedra donde en alguna época abajo de él corrió un caudal de agua, se encuentra un camino custodiado por una fila de árboles de Josué que sirven de preámbulo para lo que hay más adelante: la exhacienda de Solís.
La hacienda ya no produce mezcal o ixtle. Tiene una capilla dedicada a la imagen de la virgen de Guadalupe y en ella podría caber un centenar de personas. Aquí será la misa de Rubí. Los dueños de la hacienda la dejaron en manos del administrador José Luis Carrillo, quien, nervioso por la viralidad, se ha ocupado de atender a aquellos que solicitan celebrar un servicio religioso en la capilla.
Columnas formadas por árboles adornados por pétalos de gruesas flores que simulan enormes girasoles dan la bienvenida a los visitantes que también acuden a este sitio como punto obligado de visita en la localidad Zaragoza de Solís.
En el templo una imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro recibe a los feligreses y visitantes. El marco ya está desgastado por la falta de restauración y el lienzo revela que el sol también ha sido implacable dentro y fuera de la casa de dios.
La imagen de San Antonio de Padua y la Virgen Dolorosa son más afortunados por permanecer fuera del alcance directo del sol. Al fondo, pintada sobre la pared del altar la patrona de la iglesia se mantiene perpetua frente a la expectación del festejo.
En esta capilla la Virgen de Guadalupe ha tenido muchas visitas, aunque las que están por llegar superarán aquellas que se hayan sumado el 12 de diciembre de cualquier año desde su fundación en 1848 por José Joaquín de Solís, quien posteriormente vendió la hacienda a la orden de los carmelitas descalzos. Al paso de los años ha cambiado de propietarios.
Además de los hoteles y empresas de transporte que ofrecen paquetes para que la gente viva la experiencia, la compañía Camping SLP instalará 200 casas de campaña en algún páramo cercano a la fiesta.
El joven empresario Armando Navarro ya tiene sus propios preparativos. Él también ignora que Rubí no cumple en diciembre y mejor para él, porque la ocasión es perfecta para que, además de rentar las casas de campaña, pueda vender con 150 kilos de carne, tacos, papas asadas y frijoles charros. La pregunta para él es ingenua.
—¿Cree que venga más de un millón de personas a la fiesta?
— ¡Claro que sí! Si no, no estaría preparando el negocio. De esto se va a hablar por varios meses. En la mirada del joven hay expectación, en sus manos hay un dron que está por armar para que sobrevuele la zona de la hacienda y el resto de la comunidad. Hizo lo mismo en La Joya.
Es domingo 11 de diciembre y hay festejo para la Virgen en Villa de Guadalupe.
También hoy habrán bandas gruperas por escuchar y parejas para bailar. El lunes esperan las chivas para ser alimentadas y abrevadas, las mujeres harán queso de cabra, lavarán la ropa, prepararán el almuerzo y la comida, cuidarán a los pequeños. Los hombres saldrán al campo a cosechar el maíz y frijol que meses atrás sembraron.
Aunque las heladas alcanzaron algunas milpas, aún hay alimentos por recoger. Así hasta que llegue el 26, ese día no cumplirá años Rubí, pero de que habrá baile, habrá.
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