Las cifras son demoledoras y la realidad es aún más cruel. Sinaloa atraviesa una crisis humanitaria sin precedentes donde las desapariciones se han convertido en la cruel normalidad de un estado que parece haber perdido el control. Con más de 7,000 personas desaparecidas en su registro histórico y más de 2,000 solo en el último año, las autoridades han demostrado una ineptitud tan escandalosa como su silencio.
El caso Carlos Emilio: Símbolo de una indiferencia sistémica
Carlos Emilio Galván Valenzuela se ha convertido en el rostro visible mas reciente de esta tragedia colectiva. El joven duranguense de 21 años desapareció la madrugada del 5 de octubre en el baño del bar Terraza Valentino’s en Mazatlán, un establecimiento que, irónicamente, es propiedad de Ricardo Velarde, secretario de Economía del estado. La familia lleva más de una semana exigiendo acceso a los videos de seguridad del lugar sin obtener respuesta, mientras las autoridades navegan en la mediocridad burocrática más absoluta.
El grito desesperado de Durango
Las calles de Durango se llenaron de dolor y rabia con el clamor «¡Durango lo vio crecer, Sinaloa nos los quitó!» . Cientos de familiares tomaron las calles no solo por Carlos Emilio, sino por todos los desaparecidos que las estadísticas convierten en números fríos: Uriel Carrillo Estevane, Helena Vela Leyva, Manuel de Jesús Vizcarra Sosa, David Eduardo Soto Soto. Sus gritos resonaron con la fuerza de quien ha perdido la esperanza en las instituciones: «¡Queremos los videos!», «¡Vivos se fueron, vivos los queremos!».
Una crisis que rebasa toda capacidad institucional
La admisión de Óscar Loza Ochoa, titular de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, es devastadora: las autoridades están completamente rebasadas. Si antes desaparecían tres personas cada 24 horas, ahora es el doble. La Fiscalía General del Estado reconoce la falta de ministerios públicos e investigadores, pero su respuesta ha sido el silencio cómplice y la inacción sistemática.
Las estadísticas del horror
Las cifras de desapariciones públicadas por NOROESTE, hasta el 10 de octubre, revelan mas de 2,102 victimas,una barbarie que expone la magnitud del desastre y el fracaso de la estrategia federal-militarizada.
El 59% de los desaparecidos tiene entre 20 y 39 años, justo el rango de edad más productivo de la población.
Mazatlán: Destino turístico convertido en trampa mortal
El puerto de Mazatlán se ha convertido en un cementerio de sueños truncados . Carlos Emilio no es un caso aislado: en junio desaparecieron cuatro mujeres, en abril tres jóvenes de Querétaro, y la lista sigue creciendo . Hasta octubre, la Fiscalía tiene abiertas 243 carpetas de investigación por privación ilegal de la libertad solo en Mazatlán. Un destino que vende paraíso y entrega pesadilla.
El cinismo gubernamental frente al dolor
Mientras el gobernador Rubén Rocha Moya presume «avances» en la identificación de desaparecidos y la apertura de centros especializados, las familias siguen en las calles exigiendo verdad. Los colectivos como Sabuesas Guerreras A.C. llevan sus propias estadísticas porque desconfían completamente de las cifras oficiales y estas presumen mas de 3,000 victimas de desaparicion. La corrupción es tan evidente que las propias víctimas denuncian filtraciones desde la Fiscalía hacia los delincuentes.
La normalización de la barbarie
Lo más devastador es cómo la sociedad sinaloense ha normalizado esta tragedia . Los zapatos vacíos en las manifestaciones simbolizan vidas que ya no caminan, familias destrozadas y un estado que ha abdicado de su responsabilidad más básica: proteger a sus ciudadanos. Cuando buscar desaparecidos se convierte en una actividad de riesgo en medio de la guerra entre facciones del crimen organizado, el colapso institucional es total.
La crisis de desaparecidos en Sinaloa no es solo una estadística; es el retrato de un estado fallido que ha entregado su territorio al crimen organizado mientras sus autoridades se conforman con emitir comunicados vacíos y promesas huecas. Carlos Emilio y los miles como él merecen más que el silencio cómplice y la indiferencia institucional que han caracterizado la respuesta oficial a esta tragedia humanitaria.
Con informacion: NOROESTE/

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