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viernes, 15 de julio de 2022

"NO IBA a PRISION,NO lo SABIA y se MATO": EL CAPITAN KEVIN LARSON "PILOTEABA DRONES a CONTROL REMOTO y PAGO el COSTO de MATAR MATANDOSE"...el estrés lo llevo a las drogas y de ahi a infausto final.


Después de esconderse toda la noche en las montañas, Kevin Larson, Capitán de la Fuerza Aérea, se agachó detrás de una roca, esperando a la Policía que sabía que vendría. Era el 19 de enero del 2020. Estaba aferrado a un rifle de asalto con 30 balas y a la convicción de que de ninguna manera iba a ir a prisión.

Larson, de 32 años, era piloto de drones, uno de los mejores. Voló el fuertemente armado MQ-9 Reaper, y en 650 misiones de combate entre el 2013 y el 2018, lanzó al menos 188 ataques aéreos, ganó 20 medallas por logros y mató a un hombre importante en la lista de los terroristas más buscados de Estados Unidos.

Conservaba en su refrigerador una nota de agradecimiento escrita a mano enviada por el director de la Agencia Central de Inteligencia. Estaba orgulloso de ello, pero no decía por qué. Tenía que ocultar los detalles de su trabajo tras las puertas de alta seguridad en la Base Creech de la Fuerza Aérea, en Indian Springs, Nevada.

También tras esas puertas estaban secretos de los que no estaba orgulloso.

En la Fuerza Aérea, los pilotos de drones no elegían los objetivos. Ésa era la tarea del "cliente". El cliente podía ser un comandante de fuerza terrestre, la CIA o una célula de ataque clasificada de Operaciones Especiales.

Algunos ataques con misiles eran tan precipitados que alcanzaban a mujeres y niños, ataques basados en inteligencia tan poco sólida que hacían blanco en aldeanos comunes. Y las reglas clasificadas de combate permitían al cliente matar a sabiendas hasta 20 civiles para aniquilar a un enemigo. Las unidades de los drones tenían que verlo en color y en alta definición.

Larson intentó enterrar sus dudas. En casa, en Las Vegas, rebosaba confianza. Le encantaba salir a bailar y era tan guapo que trabajaba además como modelo. Conducía un Corvette convertible y un Jeep, y estaba recién casado con una hermosa mujer, Bree.

"Nunca habló realmente sobre lo que hacía, no podía", declaró su padre, Darold Larson. "Dijo que lo estaban obligando a hacer cosas que iban contra su brújula moral".

Los drones fueron proclamados como una mejor manera de librar una guerra -una herramienta que podía matar con precisión desde miles de kilómetros de distancia. El programa de drones inició en el 2001 como una pequeña operación cazando a objetivos terroristas de alto nivel. Pero durante la última década, a medida que se intensificaba la batalla contra el Estado Islámico y se prolongaba la guerra de Afganistán, la flota se hizo más grande y los objetivos más numerosos. Con el tiempo, las reglas destinadas a proteger a los civiles se derrumbaron, han demostrado investigaciones recientes de The New York Times, y la cantidad de personas inocentes asesinadas creció mucho más de lo que admitiría públicamente el Departamento de Defensa de EU.

La historia de Larson, entretejida con la de otros miembros de unidades de drones, revela un costo oculto en el otro extremo de esos ataques.

Debido a que no estaban destacamentados, casi nunca tenían los mismos periodos de recuperación o exámenes de salud mental que otros combatientes. En lugar de ello, eran tratados como empleados de oficina, y se esperaba que se presentaran para turnos interminables en una guerra eterna. Bajo un estrés implacable, la gente se venía abajo, dijeron varios ex miembros de la unidad. La bebida y el divorcio se volvieron comunes. Algunos intentaron suicidarse.

Miembros de la unidad de drones dijeron en entrevistas que, si bien matar de forma remota es diferente de matar en el terreno, aun así deja cicatrices profundas.

A raíz de las investigaciones del NYT, el Departamento de Defensa ha prometido fortalecer los controles sobre los ataques aéreos y mejorar la forma en que investiga las denuncias de muertes de civiles.

"No estamos físicamente en peligro y, sin embargo, al mismo tiempo estamos observando un campo de batalla y estamos viendo algunas escenas o siendo parte de ellas", dijo el Coronel Eric Schmidt, comandante del Ala 432 en Creech.

Larson trató de lidiar con ello usando drogas psicodélicas. La Fuerza Aérea se enteró. Fue acusado de usar y distribuir drogas ilegales y despojado de su estatus de vuelo. Su matrimonio se vino abajo y fue llevado a juicio.

Panorama moral irritante

Larson creció en Yakima, Washington, hijo de policías.

En la Universidad de Washington, donde fue estudiante del cuadro de honor, se unió al Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva y a la Patrulla Aérea Civil, decidido a convertirse en piloto de combate.

Cuando fue comisionado en el 2012, el Departamento de Defensa dependía cada vez más de los ataques con drones y la Fuerza Aérea batallaba para seguir el ritmo. Ese año produjo más pilotos de drones que pilotos de combate tradicionales.

"Lloró cuando recibió la noticia", dijo su madre, Laura Larson. "Quería volar. Pero una vez que empezó, lo disfrutó. Realmente sentía que estaba haciendo algo importante".

Larson fue asignado al Escuadrón de Ataque 867 en Creech -una unidad que trabajaba en gran medida con la CIA y el Comando Conjunto de Operaciones Especiales, dicen los pilotos. Las unidades de los drones operaban desde un grupo de contenedores de embarque en un área remota del desierto. Cada unidad tenía tres miembros: un operador para guiar la cámara de vigilancia y el láser de determinación del objetivo, un analista de inteligencia para interpretar las transmisiones de video y un piloto para volar el Reaper y presionar el botón rojo que lanzaba sus misiles Hellfire.

Vida oculta

Los detalles de las misiones de Larson son en gran medida un misterio. Mantuvo los detalles clasificados ocultos a sus padres y su ex esposa.

Pero varios pilotos, operadores de sensores y analistas que hicieron el mismo trabajo en otros escuadrones hablaron con el NYT sobre detalles no clasificados y describieron sus luchas con la misma carga de trabajo rigurosa y el mismo panorama moral irritante.

Al principio del programa, dijeron, los oficiales elegían cuidadosamente sus objetivos y tomaban medidas para minimizar las muertes de civiles.

"Vigilábamos un objetivo de alto valor durante meses, reuniendo inteligencia y esperando el momento exacto para atacar", dijo James Klein, un ex Capitán de la Fuerza Aérea que voló Reapers en Creech del 2014 al 2018.

Pero en diciembre del 2016, la Administración Obama relajó las reglas en medio de la escalada de la lucha contra el Estado Islámico, empujando a la autoridad a aprobar los ataques aéreos hasta los rangos más inferiores. Al año siguiente, la Administración Trump los relajó aún más en secreto. Antes de que cambiaran las reglas, dijo Klein, su escuadrón lanzó alrededor de 16 ataques aéreos en dos años. Después, los realizaba casi a diario.

Con el tiempo, Klein se enojó y se deprimió. Su matrimonio comenzó a desmoronarse.

"Empecé a odiar ir a trabajar", dijo.

Finalmente, se negó a disparar más misiles. La Fuerza Aérea lo movió a un rol no en combate y en el 2020 se jubiló.

Psicoterapia

En su trabajo como oficial de Policía, la madre de Larson realizaba informes de estrés después de eventos traumáticos. Cuando los oficiales le disparaban a alguien, se les pedía que se tomaran un tiempo libre y se reunieran con un psicólogo. Ella no estaba enterada de que eso sucediera con su hijo.

"En un momento hablé con él y le dije: 'si las cosas comienzan a molestarte, tú y tus amigos deben hablar de ello'", dijo la madre. "Él sólo sonrió y dijo que estaba bien. Pero creo que estaba teniendo problemas".

La Fuerza Aérea no tiene la obligación de brindar a las unidades de drones las evaluaciones de salud mental exigidas para las tropas desplegadas, pero ha estudiado la fuerza de drones durante más de una década y ha encontrado constantemente altos niveles de estrés, escepticismo y agotamiento emocional. La proporción de miembros que reportaron trastorno de estrés postraumático y pensamientos suicidas fue mayor que en las tripulaciones aéreas tradicionales.

A partir del 2015, la Fuerza Aérea empezó a incorporar equipos de desempeño humano en algunos escuadrones, integrados por capellanes, psicólogos y fisiólogos operativos que ofrecen un oído solidario.

Pero una encuesta del 2018 encontró que sólo el 8 por ciento de los operadores de drones aprovechaban este recurso.

En fuga

Durante el juicio de Larson en Las Vegas, las autoridades civiles estaban dispuestas a perdonarlo, pero la Fuerza Aérea lo acusó de una letanía de delitos: posesión y distribución de drogas, declaraciones falsas a los investigadores de la Fuerza Aérea y un cargo exclusivo de las fuerzas armadas: conducta impropia de un oficial. Su escuadrón lo suspendió, le prohibió usar un traje de vuelo y le dijo que no hablara con sus compañeros pilotos.

Al tiempo que se alargaba la acusación durante dos años, Larson organizó grupos de voluntarios para hacer servicio comunitario. Su matrimonio fue anulado. Leyó libros sobre pensamiento positivo e instaló una sala de meditación en su casa, dijo Becca Triano, su novia en ese momento.

Ella dijo que él se estaba "esforzando para tratar de mantenerse cuerdo".

El juicio finalmente llegó en enero del 2020. Su ex esposa y un amigo piloto testificaron sobre su consumo de drogas. Luego de deliberar durante unas horas el 17 de enero, el jurado volvió con veredictos de culpabilidad en casi todos los cargos.

Larson iba a ser sentenciado después de un receso para comer. Su abogado le dijo que regresara en una hora. En lugar de eso, se fue.

Cargó su Jeep con comida y ropa y se alejó a toda velocidad, convencido de que enfrentaba una larga sentencia de prisión, dijo Triano.

En la tarde del 18 de enero, Larson conducía por bosques de secuoyas al norte de San Francisco cuando la Policía estatal vio su Jeep y le pidió que se orillara.

Larson se detuvo y esperó a que un oficial se acercara a su ventanilla. Luego aceleró, por la carretera y hacia un estrecho camino de terracería. Se metió entre los árboles y se escondió.

A la mañana siguiente, los oficiales detectaron huellas de neumáticos; los agentes de la Fuerza Aérea a pie vieron el Jeep, pero no se acercaron. Los agentes del sheriff tenían una mejor opción: lanzar un dron.

Larson estaba escondido detrás de una roca cubierta de musgo. No había servicio telefónico. Sólo pudo grabar un mensaje de video para sus familiares. Uno a uno, les dijo que los amaba.

"Lo siento", dijo. "No iré a prisión, así que voy a terminar con esto".

Mientras hablaba a la cámara del teléfono, fue interrumpido por un zumbido, como un enjambre de abejas.

"Puedo oír los drones", dijo. "Me están buscando".

Si lo hubieran encontrado con vida, los perseguidores le habrían dicho esto: la Fuerza Aérea había decidido no condenarlo a prisión, sólo a destitución del cargo.

Fuente.-

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