Tras la Asamblea del PRI el fin de semana, la pregunta más repetida: a quién elegirá el presidente Peña como candidato a sucederlo.
Tiene varias cartas (hoy).
Hay un primer grupo de tres que resultan beneficiados por la apertura del PRI a que su candidato presidencial pueda no ser militante, tres que podrían pasar la prueba anticorrupción tan relevante para el elector:
Meade. Está de moda, tras la apertura ciudadana priísta. Si ésta no sucedía, Meade estaba fuera. Era condición necesaria, mas no suficiente. El secretario de Hacienda es una especie de “orgullo del establishment”, cuando el establishment pasa por un momento de mala fama. Meade no tiene escándalos de corrupción y es bien visto por sectores de la sociedad, que lo colocan como la opción de Peña Nieto para conformar una alianza de centroderecha que busque mantener el poder y enfrentar a López Obrador.
Narro. El secretario de Salud sería su apuesta por conquistar a la centroizquierda. También intocado por escándalos de corrupción, lo visualizan como una suerte de Bernie Sanders que conectaría con los jóvenes tras su rectoría en la UNAM. Antes del fin de semana era el de moda.
Nuño. El más joven de los suspirantes priístas, que podría también conectar con este sector del electorado. No trae manchas de corrupción, ganó popularidad por enfrentarse a la CNTE y aunque tras los hechos de Nochixtlán parecía sepultado, logró sacar de nuevo la cabeza con una serie de atractivos programas educativos que lo tienen en el reflector.
Hay un segundo grupo, el de los más poderosos del gabinete, el de los que están más cerca del Presidente, el de los grandes rivales:
Osorio Chong. Se le fue El Chapo, lo han acusado de mil cosas, está peleado con casi todo el gabinete, la inseguridad alcanza niveles récord, pero el secretario de Gobernación no puede descartarse por tres razones: es el mejor posicionado en las encuestas, operó como quería su jefe la elección en el Estado de México y es la opción de “juego rudo” si el Presidente quiere quedarse Los Pinos a golpes y codazos.
Videgaray. Él dice que no quiere y desde que fue el gran ausente en la Asamblea priísta muchos le empezaron a creer. Había salido del gobierno y con ello de la baraja, pero gracias a su desempeño ante la crisis que implicó el triunfo de Trump se ha ganado incluso la admiración de muchos sectores. Si lo que quiere Peña Nieto es tener una baraja lista para cada escenario que se le pueda presentar, podrían pasar cosas que vuelvan a Videgaray una alternativa.
Pero también…
Eruviel. Mantuvo el estado que gobierna para el PRI. Era su condición necesaria, mas no suficiente. Pero esto, lejos de impulsarlo, parece haberlo desdibujado. ¿Dónde está Eruviel? Él sería un guiño al PRI, una apuesta por un priísta tradicional en un momento en el que la estrategia presidencial para 2018 descansa mucho en el voto duro de su partido.
De la Madrid. El secretario de Turismo es el único que se autoincluyó en la lista. Impensable sin el visto bueno de su jefe. Quizá el más rezagado de los aspirantes, aunque sin duda delante de dos que estaban y últimamente dejaron de ser tema: Calzada y Rosario Robles.
Sigo pensando que el Presidente esperará para destapar. A ver qué vientos soplan cuando tenga que tomar la decisión.
Y al que le toque, arrancar en tercer lugar en las encuestas y enfrentar el descrédito de partido y gobierno.
Fuente.-Carlos Loret/historiasreportero@gmail.com
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