Un estudio sobre aspectos fisiológicos y conductuales de la corrupción, desarrollado por investigadores de la Universitat Jaume I, muestra que la decisión ante una propuesta de soborno provoca una excitación fisiológica mayor en aquellos que deciden actuar en contra de su propio interés económico y la rechazan que en aquellos que optan por aceptarla.
Mexico,D.F 03/Mar/2015 El trabajo, que ha sido publicado en la revista Frontiers in Behavioral Neuroscience, revela –contrariamente a lo que se piensa– que hay una tendencia mayoritaria a actuar de forma ética. También muestra la eficacia de la amenaza de un posible castigo a la hora de frenar las actitudes corruptas.
“Frente a lo que se ha tendido a creer, no es la violación o el cumplimiento de una norma ética dada lo que desencadena la actividad emocional, sino más bien la decisión real de actuar contra el propio interés monetario”, explica Tarek Jaber-López, investigador del grupo de Economía Experimental y Computacional de la UJI.
“Este trabajo nos ha permitido acercarnos al fenómeno de la corrupción a partir de la metodología experimental. Diseñamos un experimento que nos posibilitó analizar, a través de un polígrafo, el comportamiento y las reacciones emocionales de las personas frente a una situación que puede conllevar decisiones corruptas”, señala.
El estudio indica cómo algunos sujetos mantienen un comportamiento prosocial, rechazando la corrupción, incluso cuando no existe ningún mecanismo de castigo. Cuando sí se plantea la posibilidad de un castigo el rechazo al soborno pasa a ser mayoritario.
En el experimento, los voluntarios se enfrentaron a una hipotética subasta en la que dos empresas competían por la licencia de unas obras públicas, para lo cual hacían sus pujas de niveles de calidad, pudiendo también introducir sobornos para el subastador que debía elegir la empresa que finalmente llevaría a cabo las obras.
Dilema social
Los participantes que decidían como empresa se enfrentaban a un dilema social, puesto que cuanto mayor fuera el pago para el subastador, mayor también la probabilidad de que éste les concediera la licencia para maximizar sus beneficios. Sin embargo, esta opción implicaba un coste, pues la reducción en la calidad suponía una disminución en el beneficio de todos los implicados en la subasta, lo que se identificaría con las consecuencias negativas de la corrupción en la sociedad.
“Pese a que las bases de la teoría económica predicen un comportamiento puramente racional y en busca del beneficio económico personal, los resultados muestran que las personas parecen revelar valores intrínsecos que les frenan en contra de las tentaciones corruptas. Efectivamente, tanto empresas como funcionarios públicos se desvían de la estrategia que maximiza su beneficio monetario y optan por una estrategia más prosocial”, destaca Aurora García-Gallego, coautora del trabajo.
Durante la toma de decisiones, los investigadores midieron las reacciones fisiológicas de los sujetos a través de la intensidad de las emociones utilizando como herramienta el polígrafo para detectar las variaciones en la sudoración y la excitación emocional.
“Nuestros resultados sugieren que las emociones más fuertes están asociadas con las desviaciones de la pura maximización monetaria, en lugar de estar asociadas con un comportamiento no ético per se. Dicho de otro modo, las personas que toman decisiones retando su propio interés económico sufren una mayor excitación que aquellas que se preocupan únicamente por su beneficio económico personal”, añade el investigador del grupo y coautor del artículo Nikolaos Georgantzís.
Además, en el estudio se observaron los tiempos de respuesta como medida de la reflexión de los sujetos mientras toman sus decisiones, lo que permite asociar la respuesta emocional con un conflicto entre las motivaciones primarias o instintivas y las secundarias o contemplativas y, más específicamente, con desviaciones del puro interés monetario de los sujetos. En este sentido, los investigadores destacan que “aquellos que sufren mayor excitación presentan mayores tiempos de respuesta”.
En una segunda fase del estudio se introdujo la posibilidad del castigo. Los sujetos se enfrentaron a la posibilidad de que la empresa que no obtuviera la licencia activara un mecanismo automático de inspección sobre los otros dos agentes. La inspección conllevaba una penalización de beneficios cero para los agentes implicados si se descubría que se había producido soborno.
Frenar la corrupción
Por el contrario, si la licencia pública fue concedida limpiamente y la empresa perdedora decidió inspeccionar, era ésta la que se quedaba con beneficios cero. “Observamos en nuestros resultados que la amenaza de castigo es muy efectiva para frenar la oferta y aceptación de sobornos, pese a que la inspección se activara en raras ocasiones.
Este mecanismo da esperanza a la sociedad para frenar la corrupción ya que la amenaza de un castigo muestra ser lo suficientemente efectiva como para permitir que los costes de llevar a los corruptos a la cárcel no superen los costes de la ganancia. En definitiva, el soborno se puede reducir por la mera amenaza de ser castigado, más que por la frecuencia de castigo efectuado realmente”, explican los autores.
De cara a investigaciones futuras, el grupo de Economía Experimental y Computacional trabajará en la obtención de más datos sobre la correlación entre los tiempos de respuesta y manifestaciones fisiológicas de las emociones ya que “el hecho de que el primero pueda ser utilizado como un sustituto del segundo, es de gran relevancia para los economistas del comportamiento”. Además, añaden, “se necesitan más pruebas para establecer la cuota de temor a ser castigado en las emociones negativas asociadas con la violación de una norma prosocial”.
Referencia bibliográfica:
Jaber-López, T., García-Gallego, A., Perakakis, P., Georgantzis, N., “Physiological and behavioral patterns of corruption”. Frontiers in Behavioral Neuroscience, Volume 8, Issue (Dicr 2014). Article number 434, 8p
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