Me lo suelta como si fuera una referencia común: “para
que me entiendas, Víctor Aguirre era como ‘El Chapo’”. Me le quedo viendo y le
pregunto si realmente quiere decir lo que está diciendo. Y lo afirma.
Mexico,D.F 25/Mar/2015 Una fuente de muy alto nivel en el gabinete de Seguridad me asegura que varios factores
equiparan al líder del Cártel Independiente de Acapulco, Víctor Aguirre Garzón,
con Joaquín Guzmán Loera.
Su manera de operar cooptando las estructuras policiacas de una localidad, su visión de negocios, su inclemencia con los rivales y su importancia para Estados Unidos.
No me convence, pero sus argumentos me resultan lo suficientemente relevantes como para exponerlos en esta columna.
En la entrega anterior de estas Historias de Reportero (“El narco mexicano que venció a los talibanes”) usted leyó que el narcotraficante Víctor Aguirre se había vuelto blanco prioritario para el gobierno de Estados Unidos pues había detectado que el grueso de la heroína que entraba a su territorio, desplazando al principal proveedor que solía ser Afganistán, provenía de la Montaña de Guerrero, y concretamente a través de la estructura del Cártel Independiente de Acapulco (CIDA). Eso implica mucho dinero.
Según informes oficiales de inteligencia, Aguirre (quien en efecto no tiene ningún parentesco con el ex gobernador guerrerense que lleva el mismo apellido) aprendió el negocio del tráfico de drogas cuando fue importante en la estructura del cártel de los Beltrán Leyva.
Al desintegrarse esta organización, continúa el relato, funda su propio grupo, el CIDA. Y en un tiempo relativamente breve se apodera de uno de los bastiones más cotizados en el mundo del crimen: Acapulco. Rivaliza con los cárteles de “Guerreros Unidos”, “Los Rojos” y “Los Ardillos”, que pelean por territorio en el estado de Guerrero, pero su verdadero rival se volvió un capo local con uno de los apodos más singulares del mundo del hampa: Ronaldo Mendoza Matilde alias “Big Mama”.
Las autoridades federales atribuyen la reciente oleada de unos setenta crímenes en Acapulco a una disputa entre Aguirre Garzón, alias “El Gordo”, y “Big Mama”, de la que habría salido triunfador el primero.
“Big Mama” fue detenido en Mexicali. Lejos de su centro de operaciones. Y así también cayó “El Gordo”: en Chelem, playa yucateca del municipio de Puerto Progreso. Según el expediente, Aguirre usaba identidades falsas para transportarse incluso en aerolíneas comerciales y visitar Acapulco una vez al mes para vigilar personalmente que su cártel estuviera en orden.
La captura de “Big Mama”, revelaron las autoridades, fue clave para que arrestaran a Aguirre Garzón. Era su enemigo y por eso lo tenía perfectamente monitoreado. Me revelan fuentes diplomáticas que la información obtenida de “Big Mama” fue procesada por la agencia antidrogas de los Estados Unidos (DEA) y así pudieron localizar al líder del CIDA en Yucatán, donde descansaba con su familia. .
Su manera de operar cooptando las estructuras policiacas de una localidad, su visión de negocios, su inclemencia con los rivales y su importancia para Estados Unidos.
No me convence, pero sus argumentos me resultan lo suficientemente relevantes como para exponerlos en esta columna.
En la entrega anterior de estas Historias de Reportero (“El narco mexicano que venció a los talibanes”) usted leyó que el narcotraficante Víctor Aguirre se había vuelto blanco prioritario para el gobierno de Estados Unidos pues había detectado que el grueso de la heroína que entraba a su territorio, desplazando al principal proveedor que solía ser Afganistán, provenía de la Montaña de Guerrero, y concretamente a través de la estructura del Cártel Independiente de Acapulco (CIDA). Eso implica mucho dinero.
Según informes oficiales de inteligencia, Aguirre (quien en efecto no tiene ningún parentesco con el ex gobernador guerrerense que lleva el mismo apellido) aprendió el negocio del tráfico de drogas cuando fue importante en la estructura del cártel de los Beltrán Leyva.
Al desintegrarse esta organización, continúa el relato, funda su propio grupo, el CIDA. Y en un tiempo relativamente breve se apodera de uno de los bastiones más cotizados en el mundo del crimen: Acapulco. Rivaliza con los cárteles de “Guerreros Unidos”, “Los Rojos” y “Los Ardillos”, que pelean por territorio en el estado de Guerrero, pero su verdadero rival se volvió un capo local con uno de los apodos más singulares del mundo del hampa: Ronaldo Mendoza Matilde alias “Big Mama”.
Las autoridades federales atribuyen la reciente oleada de unos setenta crímenes en Acapulco a una disputa entre Aguirre Garzón, alias “El Gordo”, y “Big Mama”, de la que habría salido triunfador el primero.
“Big Mama” fue detenido en Mexicali. Lejos de su centro de operaciones. Y así también cayó “El Gordo”: en Chelem, playa yucateca del municipio de Puerto Progreso. Según el expediente, Aguirre usaba identidades falsas para transportarse incluso en aerolíneas comerciales y visitar Acapulco una vez al mes para vigilar personalmente que su cártel estuviera en orden.
La captura de “Big Mama”, revelaron las autoridades, fue clave para que arrestaran a Aguirre Garzón. Era su enemigo y por eso lo tenía perfectamente monitoreado. Me revelan fuentes diplomáticas que la información obtenida de “Big Mama” fue procesada por la agencia antidrogas de los Estados Unidos (DEA) y así pudieron localizar al líder del CIDA en Yucatán, donde descansaba con su familia. .
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