La plaza hierve con un sol que cala y una multitud agitada. José Ramón Cossío, de 62 años, el ex Ministro de la Corte se coloca frente al micrófono y su sola presencia aquieta. Baja la vista, mira sus párrafos y alza de nuevo la mirada para atisbar la plaza rosa que escucha en silencio.
Traza un discurso como si hablara ante alumnos del ITAM. No hay énfasis de mitin. "Si los procesos electorales no se realizan debidamente, una persona puede asumir, puede creer que su proyecto de Gobierno puede sernos impuesto sin importar lo que pensemos", dice con un ojo a la hoja y otro a la plaza.
Con su nudillo derecho alza los anteojos para que no resbalen sobre su nariz. Explica lo que denomina el eufemismo del "Plan B" a esa congregación que rechaza la iniciativa gubernamental aprobada por el Congreso y que deberá juzgar la Corte.
Su disertación parece monótona pero es punzante. "Desconocer el papel de la justicia, tal como lo prevé la Constitución y argumentar la mera prevalencia de la política, de un proyecto político, de un hombre que considera que su proyecto político nos puede ser impuesto a todos, implica ponerse fuera del orden jurídico que sustenta el propio cargo que ahora ocupa. Así de simple, así de claro".
No lo dice a gritos ni exaltado. Y la multitud recibe el mensaje sin aplaudir, con el esfuerzo de digerir el dardo.
La marea empuja. El orador ha dicho con suavidad el concepto de mayor dureza. Ha dicho quedito algo fuerte: el "Plan B" pone al Presidente de la República en la ilegalidad.
La concentración en el Zócalo tiene justo ese tono más allá de la defensa del INE, del voto, de la democracia o cualquiera de las consignas que se lanzan. Es una manifestación inequívocamente antipresidencial, antiAMLO. Manifestantes pasean sus cartulinas: "¡AMLO vete ya!"...
La marea desborda. Desde temprano decenas de personas arriban al Zócalo para tomar su lugar. El goteo es incesante. Los restaurantes del Centro Histórico están atiborrados. Por Madero, por 5 de Mayo, por 16 de septiembre, por 20 de noviembre, acuden con blusas rosas o camisas blancas, con sus mascotas, muchos en bicicleta que luego cargan porque no pueden andar entre la multitud. Familias completas, vecinos, amigos.
A las 10 de la mañana el Zócalo está prácticamente lleno. Hay algunos huecos en la zona cercana a la Catedral o enfrente de los portales donde están las joyerías. Puede cruzarse la plancha entre el gentío que no se apretuja. Fernando Belauzarán, el ex líder ceuísta, ex diputado del PRD y alentador principal de consignas desde el templete colocado en el vértice de Palacio Nacional, la oficina de gobierno de la CDMX y la Suprema Corte de Justicia, repite para que repitan: "¡El INE no se toca!" que resuena.
Es una multitud variopinta. De las Lomas, de la Balbuena, de San Ángel, de Coapa, de Polanco, de Cuernavaca, del Pedregal, de la Del Valle, de la Condesa. La familia pareja. Los abuelos, algunos en sillas de ruedas; los hijos, los nietos. Una gran congregación que desborda expectativas. Resulta inútil hacer cuentas o comparativos. Cien mil, 200 mil. El dato es otro: ya será costumbre la movilización antagonista.
El movimiento de noviembre a febrero ya creció.
La marea chatea. Armaron su llegada por WhatsApp. Por ahí mandan sus fotos, por ahí sus coordenadas. La camioneta alquilada por vecinos sale de la parroquia avisan por el chat vecinal, por el mismo que se dan cuenta de los incidentes de la colonia, por ahí se avisan del punto de reunión, por ahí van los videos. Belauzarán agita y pide que por los celulares circulen las gráficas de la manifestación. Y le llama "La Primavera mexicana" en alusión a otras tantas movilizaciones internacionales generadas en los teléfonos y los chateos.
La marea baña. El ex Ministro Cossío habla a algunos que fueron sus colegas. Acude a la empatía.
"Desde hace días se han incrementado las críticas a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El Presidente y sus colaboradores han denostado a sus integrantes, ante la posibilidad de que declaren total o parcialmente sus reformas electorales", dice Cossío, quien ha recibido de AMLO invectivas.
El Presidente lo llamó "corruptazo" por haber negado como Ministro de la Corte acciones penales contra los políticos responsables del incendio de la Guardería ABC de Sonora.
Cossío la regresa. "El Presidente ha dicho que la corrupción de los Ministros quedará evidenciada si invalidan sus reformas. Por el contrario: los Ministros solo podrían ser considerados corruptos si desconocen lo dispuesto en los artículos constitucionales". Provoca aplausos.
"Hasta ahora, los Ministros sólo han escuchado las palabras ofensivas del Presidente y de sus seguidores.
Quienes estamos aquí queremos hablarles con otro lenguaje, con el lenguaje de la confianza y el respeto que corresponde a los demócratas", expresa.
Es el mensaje central.
La marea baña las puertas de la Corte donde Cossío despachó hace algunos años y que hoy tiene a sus espaldas con una multitud que le arropa. Y hacia allá, hacia la puerta principal de la Corte, fueron depositándose flores rojas y blancas, claveles y rosas, y luego pancartas y hasta el dibujo de una piña en referencia al apellido de la Ministra presidenta con el lema de "Sé suprema".
La marea sube. A las 11 en punto inicia el mitin tal como estaba anunciado. Es una característica de la concentración, la puntualidad y el respeto de sus formas.
Dos oradores que se ciñen a un cuarto de hora de discurso cada uno y una recomendación final tras los discursos: que limpien la plaza que acaban de ocupar.
Beatriz Pagés, la primera oradora, es el contraste del pedagógico Cossío. Ella, de voz grave, entona y declama. "No querían que viniéramos, pero aquí estamos". Engalla a la multitud.
Desata la ovación. "¡sí se pudo!", le responden.
"Se utilizó al INE y se utilizó la democracia para llegar al poder y hoy quieren matarlo para impedir la alternancia y no lo vamos a permitir", expresa Pagés en sintonía con las pancartas.
El discurso de la directora de la revista Siempre rápidamente evoluciona a un alegato político frontal.
"¿Vamos a permitir, si no defendemos el voto, que el ladrón entre a robarnos nuestra casa que es México?. Somos demócratas ejerciendo la democracia para defender la democracia", apela.
Y se va de largo: "Hoy inicia aquí y en más de 100 ciudades del territorio nacional, la construcción de un gran frente ciudadano para ganar el 2024".
Pagés, de blusa rosa, rostro imperturbable, conecta y refuerza su llamado para que "desde hoy llenemos las urnas para votar por México, votemos en contra de la mentira y de la mediocridad, votemos en contra de populismo, depredadores y autocráticos".
Su alegato político electoral lo cierra con una frase de los republicanos antifascistas. "Votemos, para decir, a los cercenadores de la democracia: ¡no pasarán!, ¡no pasarán!, ¡no pasarán!".
La plaza compra el dicho. Repite el "¡no pasarán!" en el momento hirviente de la manifestación. Y Pagés no duda en definir con dureza al adversario que llama "populismo demagógico", "autoritarismo galopante", "tiranía insaciable".
El movimiento antipresidencial rompe el capullo y se planta como alternativa electoral. Ya lo dijeron. Y arriba en el templete ya placearon a sus posibles candidatos, la periodista o el ex Ministro.
La marea alta. Impone, al final, la entonación del himno nacional por la multitud.
La marea, marea. La muchedumbre rosa, alba, colorada de los cachetes, sonriente, exultante, toma su camino de regreso. En Madero chocan los que se van y los que todavía no llegan.
Una extraña circunstancia hace un remolino. Unos quieren llegar (vienen tarde) y otros ya se quieren ir. Los políticos, los líderes de partidos salen como pueden. El líder nacional del PRI, Alejandro Moreno, se va de prisa envuelto de sus vigilantes.
Pega el celular a su oreja izquierda y no voltea. Otros como Santiago Creel o José Narro se toman selfies.
Unos más producen sus videos, tuitean sus coordenadas. Pero eso es lo de menos. La multitud les arrastra, los echa a un lado. Son más los comunes que los conocidos. Don Vecino y Madre Coraje son los protagonistas. Y pueden cantar su victoria. Llenaron el Zócalo.
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