Mientras el Estadio Corregidora se convertía en un campo de guerra, Luis Pablo solo pensaba en cómo resguardar de los actos violentos a su esposa y sus tres hijos, uno de los cuales gritaba "¡No me quiero morir, no me quiero morir!".
El grito del niño de 6 años quedó en la mente de Luis Pablo, quien presenciaba desde la Fila A, justo frente al campo, junto con su esposa, y sus otros dos hijos de 4 y 2 años, el partido de Gallos Blancos contra el Club Atlas.
Resguardados, entre los asientos de la grada y una barda, observaban cómo el campo de juego fue invadido por asistentes al minuto 62 del partido, luego que una barra del equipo queretano cercara a la porra contraria y comenzaran la pelea.
"Cuando llegamos al estadio había varias patrullas, cuando empezó todo no había un solo policía, en el momento en que empezaron, corrieron", narró a Grupo REFORMA.
En el ingreso los filtros de seguridad fueron nulos, no lo revisaron a él ni a su esposa, y ya avanzada la segunda parte del partido estaban en una especie de "coliseo romano", dijo, con decenas de personas corriendo ensangrentadas y otras desnudas e inconscientes en el suelo.
"Agarraban todo lo que podían para lastimarse, hieleras, botellas de agua, sillas, cables, la gente ya no se movía y los seguían pateando, los arrastraban, eran unas bestias fuera de control", narró.
Permaneció en su lugar, donde al lado había personas de la tercera edad y una embarazada, quienes se acercaron a ellos para también resguardarse.
Los minutos pasaban y mientras cubría con su espalda a sus hijos de los objetos que volaban por los aires, vio correr a un hombre por uno de los túneles con el ojo izquierdo casi por salírsele, lo que provocó que el miedo comenzara a apoderarse de él.
"Mi hijo me decía 'no me quiero morir', y yo le decía 'claro que no te vas a morir mi amor', pero dentro de mí realmente no sabía qué iba a pasar, sentí mucho miedo", relató.
"No sé cuantos muertos haya, pero te puedo asegurar que sí los hubo, o sea sí los hubo seguros, vi varios cuerpos bañados en sangre".
En cuanto la tensión cedió, tras varios minutos que parecieron eternos para Pablo y su familia, salieron deprisa al estacionamiento.
A su salida observaron personas inconscientes y desnudas rodeadas por grupos de aficionados que continuaban propinándoles puntapiés.
"Tuve que irme, si me metía me iba a tocar a mí o mi familia, horrible"
Al salir del recinto deportivo y tratando de que sus hijos no miraran alrededor, Luis Pablo notó que afuera había patrullas con las torretas encendidas, pero "adentro era tierra de nadie".
"El juego Atlas contra Gallos es un juego en el que hay pique porque en una ocasión el Atlas mandó al descenso a Los Gallos, pero lo que pasó ayer fue una locura, verdaderamente te lo digo con claridad, no vuelvo a poner un pie en el estadio y mis hijos tampoco, yo creo que necesitaran terapia porque estaban llorando, temblando", lamentó.
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