El blindaje institucional que Genaro García Luna construyó a lo largo de más de dos décadas como funcionario público se hizo añicos en tan solo tres días. Esas horas amargas pasaron tras su detención el 10 de diciembre de 2019, en el estacionamiento de un edificio donde rentaba un departamento en Dallas, Texas.
Dos viejos conocidos del exsecretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón contaron a EMEEQUIS cómo es que socios, aliados y amigos del otro lado del Río Bravo fueron dejando solo al ideólogo de la “guerra contra el narco”, exhibiendo que ni siquiera sus fuertes conexiones con altos funcionarios en Estados Unidos pudieron resistir 72 horas de una tormenta de presiones que ejerció el Departamento de Justicia para que se le abandonara a su suerte.
Antes de eso, narran, la influencia de García Luna en Estados Unidos era transversal. Podía acceder a casi todos los pisos del aparato judicial con una simple llamada. Los funcionarios de alto nivel que le debían favores eran muchos, sobre todo en las agencias de seguridad y áreas sensibles del gobierno: FBI, CIA, Servicio de Inmigración y Control de Aduanas… hasta tenía contactos en el Servicio Secreto de la Casa Blanca. Aunque su feudo siempre fue la Embajada de Estados Unidos en México.
Por eso se confió y andaba a sus anchas. Incluso Roberta Jacobson, exembajadora de Estados Unidos en México, declaró recientemente que Calderón sabía de las corruptelas de García Luna.
Era tanto el poder de García Luna que bastaba un teléfonazo desde su iPhone a prueba de malware para que sus amigos en el gobierno estadounidense revocaran green cards y visas a sus enemigos o hicieran redadas para deportarlos de vuelta a México. De ese modo, el superpolicía de la era Calderón se aseguraba que ningún soplón le denunciara.
LOS GARCÍA LUNA SE HABÍAN VUELTO TÓXICOS
Alguien que sabía muy bien de su poder fue Javier Herrera Valles, excomisario general de la Polícía Federal entre 2006 y 2009, quien acusó a García Luna ante el ex-presidente Felipe Calderón de presuntos nexos con el Cártel del Pacífico y que en venganza fue encarcelado durante 10 años por delincuencia organizada y luego absuelto: a su esposa e hijos les cancelaron las visas americanas por una década, inmediatamente después de que el excomisario fue a prisión. Era la forma de usar sus “amigos gringos” para quemar las naves de la familia Herrera Valles; así nunca pisarían en persona la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con sede en Washington.
Pese a eso, la armadura del ingeniero mexicano de 51 años se rompió irreparablemente en el invierno del año pasado, mientras salía de su auto vestido con unos jeans y un suéter Hugo Boss. Cuando tuvo oportunidad, después de que le leyeron sus derechos como detenido, le pidió a su primera abogada, Rose Romero, que informara a su esposa, la abogada Linda Pereyra, sobre su situación. Ella, pensó, sabría cómo librarlo.
De acuerdo con el relato coincidente de sus dos conocidos, después de una ronda de llamadas a los familiares más cercanos de García Luna, Linda Pereyra apuntó hacia los amigos de su esposo en Estados Unidos: uno de los primeros a quien llamó fue a Jonathan Alexis Weinberg Pinto, quien junto con su padre, Mauricio Weinberg López, fundó la empresa de seguridad Nunvav, que ganó varios contratos en el sexenio de Calderón y cuyos dueños eran tan amigos de la familia García Luna que incluso les prestaban un penthouse en Miami para que vacacionaran. “La llamada, según lo que sabemos, fue muy corta. Los García Luna se habían vuelto tóxicos y hasta estar relacionados por una llamada parecía muy peligroso. Sus amigos de toda la vida les dijeron que no podían ayudarlos, que mucha suerte y adiós”, contó la fuente.
Días después, la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, encabezada por Santiago Nieto, confirmó que investigaban a la empresa Nunvav por triangular casi 3 mil millones de pesos en licitaciones hasta las cuentas del exsecretario de Seguridad Pública.
LAS INFRUCTUOSAS LLAMADAS DE LINDA
Siguieron los socios y asesores de la empresa Glac Consulting, propiedad del súperpolicía de Felipe Calderón: Raúl Roldán, exjefe de la oficina del FBI en México; José Rodríguez, exjefe de operaciones secretas de la CIA. Y hasta intentó contactar a Eric Holder, exfiscal general de Estados Unidos con el presidente Barack Obama. Pero nadie contestó.
Durante los próximos tres días, su familia y sus poquísimos amigos de confianza en México hacían hasta lo imposible por cobrar viejos favores, sólo para toparse con la mismas respuestas, cuando les contestaban el teléfono: si el gobierno de Estados Unidos decidió investigarlo, y aprehenderlo, es que tienen pruebas sólidas contra él. No saldrá de ésta fácil, ni rápido.
“El Departamento de Justicia se anticipó a todo. Cualquier ayuda brindada a García Luna se interpretaría como complicidad. Aunque hubieran querido, ayudarlo sería tanto como decir que habían participado en sus negocios sucios”, comentó la fuente.
Tras tres días de incesantes llamadas, su círculo de confianza aceptó el destino: a Genaro García Luna lo habían dejado solo, sin amigos y sin blindaje para soportar la artillería pesada del juez Brian Cogan, el mismo que había sentenciado a cadena perpetua en Estados Unidos a Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Cinco días después fue la primera audiencia del exsecretario de Seguridad Pública en el piso 15 de la Corte Federal de Dallas, donde aceptó su traslado a Nueva York para ser juzgado por cuatro cargos criminales, incluido el aceptar sobornos del Cártel del Pacífico (también conocido como Cártel de Sinaloa) para contrabandear droga hacia Estados Unidos. A la presentación de 10 minutos acudió su esposa, Linda Pereyra, y sus hijos.
Vestido con el riguroso overol naranja de los prisioneros, se le veía abatido y nervioso. Al salir de la Corte Federal, miró a sus hijos y a su esposa. En un último gesto masculló un “te amo”, acaso en agradecimiento por las 72 horas de una desesperada, pero fallida, misión para salvarlo de su destino.
fuente.-@emeequis/
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