Cuando Armando M., se quedó sin dos trabajadores por problemas de drogadicción, comprendió que los tiempos habían cambiado en Tetipac, un pequeño municipio del norte de Guarrero.
La limpiadora de la casa se consumía poco a poco por el cristal. Flaca, chupada de la cara y con tres bocas que mantener prefirió abandonar a sus hijos por un amante vendedor de la droga. La consecuencia fue inmediata: dejó de trabajar, de comer y de dormir: el vicio la había enganchado.
“Me enteré porque fui a investigar con la familia”, recuerda el patrón en entrevista con este diario. “Ella era muy responsable y se había vuelto irreconocible tanto física como emocionalmente. Luego pasó lo mismo con un vaquero que me apoyaba con el ganado”.
La limpiadora y el peón se convirtieron en dos víctimas de la drogadicción en México que se ha extendido de pueblo en pueblo en una apuesta del crimen organizado para diversificar sus negocios cuando ya no pudieron meter la droga en Estados Unidos en la misma proporción que tiempo atrás.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Adicciones en los últimos años el índice de personas entre 12 y 65 años que dicen haber consumido por lo menos una droga ilegal ––marihuana, cocaína, pasta de cocaína, crack, alucinógenos, inhalables, heroína y estimulantes tipo anfetamínico–– o por prescripción médica ––opiáceos, tranquilizantes, sedantes, barbitúricos o anfetaminas, sin prescripción–– pasó de un 7.8% en 2011 a 10.3% en 2016.
La alza no es fortuita. El crimen organizado buscó la forma de lograr nuevos consumidores en los municipios del país, donde el sistema de justicia es más vulnerable para la persecución. Así logra penetrar escuelas, parques y casas a través de vendedores voluntarios u obligados por métodos de intimidación y extorsión: taxistas, motociclistas, deportistas, estudiantes y hasta profesores.
En Tetipac se sabe ampliamente que hay un profesor en la secundaria que se encarga de surtir de estupefacientes. “También manda a uno de sus hijos a vender por las tardes en los salones de videojuego que usan mucho los niños aquí”, cuenta Martín P., un poblador que se dice cansado de hacer la denuncia ante las autoridades locales.
“Dicen que un día agarraron a uno de los vendedores del profesor y éste tuvo que intervenir para que lo soltaran por órdenes de arriba”.
El directivo de Consulta Externa de los Centros de Integración Juvenil (CIJ), Juan David González, advierte que una las preocupaciones de la salud pública en México debe ser el aumento en el consumo entre niños desde 2011. “En los niños existe la inducción a las sustancias por parte de personas mayores, ya sea a través de acoso, violencia o por presión de círculos externos de consumo”.
La edad para el inicio del consumo de drogas en México oscila entre los 12 y los 17 años. El promedio es por edad: 12 años, el alcohol; inhalables y tabaco, 13; cocaína y marihuana, 14; metanfetaminas, 15.
Armando M., en Tetipac observa que cada vez que un niño se ve inmiscuido en un asunto de drogadicción inmediatamente se involucra en algún tipo de delito, empezando por el hurto. Roban tinacos, panatallas, tanques de gas y hay toda una organización dispuesto a cambiar esa mercancía por droga. “Los narquillos no pierden en nada”.
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