La prensa ha reseñado ampliamente la boda de César Yáñez, el Sancho Panza del presidente electo Andrés Manuel López Obrador el sábado pasado, en Puebla. Derroche de dinero en una celebración que, a decir de quienes fueron, desbordó en lo kitsch. La puesta en escena, dicen los que saben, incomodó a don Andrés Manuel, a quien esas cosas no le gustan mucho —y ni decir que contradice la austeridad republicana que pregona—, por lo que trató de pasar desapercibido.
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Los que saben cuentan que le pidió a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, que buscara la última mesa en el salón de fiestas para mantener un bajo perfil, pero no fue posible porque no había lugar, y aunque doña Beatriz se inconformó, el wedding planner le dijo que su lugar y el de su esposo estaba hasta adelante.
Ni modo, recuerdan los que saben de esto, que no dejan de comentar lo que apenas se pudo observar en algunas fotografías, la cara del presidente electo incómodo, por decir lo menos.
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