Como
regalo por su quinto año de gobierno, el presidente Peña Nieto y el PRI nos
regalaron la militarización del país con la Ley de Seguridad Interior (LSI),
una ley que da un marco legal a la labor que realizan el Ejército y la Marina desde
el inicio del sexenio de Felipe Calderón y que no ha dado resultados.
Esa ley
solo asegura la continuación de un modelo que en 11 años ha dejado más de 30
mil 942 personas desaparecidas, más de 287 mil personas desplazadas por la
violencia y una crisis de derechos humanos sin precedentes.
La estrategia fallida de seguridad fue una decisión apresurada y política tomada por Calderón, pero cuya continuidad con Peña Nieto ha resultado en que el pasado octubre fuese el mes más violento en los últimos 20 años. La irresponsabilidad compartida de Calderón y Peña solo metió al país a una guerra sin posibilidades de victoria. Ante el ciclo electoral que se avecina toca demandar alternativas a la guerra, un camino para construir la paz y dar justicia a las víctimas.
Sin embargo, nadie está ofreciendo alternativas. Aún no es tiempo de propuestas, pero los precandidatos ya mandan señales de que el modelo continuaría. José Antonio Meade celebró la LSI y no ha esbozado una sola idea diferente a la estrategia de los dos sexenios para los que trabajó. Margarita Zavala está rodeada de los mismos asesores de seguridad del sexenio de su marido y la ambigüedad que la caracteriza la lleva lo mismo a criticar la LSI que a celebrarla. Ricardo Anaya es una gran interrogante, ya que afirma contundente en un video "ni la violencia en la que nos tiene el PRI, ni la demencia de lo que dijo López Obrador", y solo habla de un "planteamiento serio", al tiempo que en la votación de la LSI, 14 de los legisladores del partido que preside votaron a favor, 17 en contra, 48 se abstuvieron y 30 se ausentaron. En otras palabras, aquí no hay más que plomo o la estrategia fallida.
Mención aparte merece el puntero. El proyecto dado a conocer en el pasado congreso de Morena no trae nada nuevo en materia de seguridad, son los mismos errores de los sexenios que critica. Sin embargo, durante el fin de semana, AMLO señaló la posibilidad de decretar una amnistía, escuchando a las víctimas, y de exigir una campaña para reducir el consumo en Estados Unidos.
La idea de una amnistía ocasionó una lluvia de críticas contra AMLO por parte de Anaya, Zavala y los asesores de esta. Para ambos es una demencia, una ocurrencia esa posibilidad. Sin embargo, el país está en guerra desde 2006 y una amnistía para construir una salida a la guerra y el camino a la paz no es errónea, pero tampoco es suficiente.
Los países que han sufrido dictaduras militares, guerrillas o conflictos armados internos han construido la paz a través de una combinación de factores que suman la reconciliación nacional, comisiones de la verdad, amnistías, transición de guerrillas a partidos políticos, regulación del mercado de las drogas, campañas de prevención de consumo, procesos de justicia transicional, entre otros. Tan solo en Colombia el proceso de paz en curso conlleva una amnistía a las FARC y su integración a la participación electoral con un partido político y hasta la candidatura presidencial del ex guerrillero Timochenko.
La idea de una amnistía no es una ocurrencia, es parte importante de un proceso de paz, pero amnistía sin una estrategia completa, sin sacar al Ejército de las calles, sin fortalecer las policías, sin Estado de derecho, sin legalización del mercado y muchos más puntos está condenada al fracaso y solo podría asegurar la impunidad.
El 2018 debería ser la oportunidad de sacudir el modelo bélico que no ha funcionado, de poner todas las alternativas en la mesa y de construir propuestas diferentes que den marcha atrás a la militarización del país y construyan el camino a la paz. En otras palabras, estamos ante un plomo que significa más de lo mismo o una amnistía que es solo una provocación para pensar de manera diferente.
Fuente.-@genarolozano
La estrategia fallida de seguridad fue una decisión apresurada y política tomada por Calderón, pero cuya continuidad con Peña Nieto ha resultado en que el pasado octubre fuese el mes más violento en los últimos 20 años. La irresponsabilidad compartida de Calderón y Peña solo metió al país a una guerra sin posibilidades de victoria. Ante el ciclo electoral que se avecina toca demandar alternativas a la guerra, un camino para construir la paz y dar justicia a las víctimas.
Sin embargo, nadie está ofreciendo alternativas. Aún no es tiempo de propuestas, pero los precandidatos ya mandan señales de que el modelo continuaría. José Antonio Meade celebró la LSI y no ha esbozado una sola idea diferente a la estrategia de los dos sexenios para los que trabajó. Margarita Zavala está rodeada de los mismos asesores de seguridad del sexenio de su marido y la ambigüedad que la caracteriza la lleva lo mismo a criticar la LSI que a celebrarla. Ricardo Anaya es una gran interrogante, ya que afirma contundente en un video "ni la violencia en la que nos tiene el PRI, ni la demencia de lo que dijo López Obrador", y solo habla de un "planteamiento serio", al tiempo que en la votación de la LSI, 14 de los legisladores del partido que preside votaron a favor, 17 en contra, 48 se abstuvieron y 30 se ausentaron. En otras palabras, aquí no hay más que plomo o la estrategia fallida.
Mención aparte merece el puntero. El proyecto dado a conocer en el pasado congreso de Morena no trae nada nuevo en materia de seguridad, son los mismos errores de los sexenios que critica. Sin embargo, durante el fin de semana, AMLO señaló la posibilidad de decretar una amnistía, escuchando a las víctimas, y de exigir una campaña para reducir el consumo en Estados Unidos.
La idea de una amnistía ocasionó una lluvia de críticas contra AMLO por parte de Anaya, Zavala y los asesores de esta. Para ambos es una demencia, una ocurrencia esa posibilidad. Sin embargo, el país está en guerra desde 2006 y una amnistía para construir una salida a la guerra y el camino a la paz no es errónea, pero tampoco es suficiente.
Los países que han sufrido dictaduras militares, guerrillas o conflictos armados internos han construido la paz a través de una combinación de factores que suman la reconciliación nacional, comisiones de la verdad, amnistías, transición de guerrillas a partidos políticos, regulación del mercado de las drogas, campañas de prevención de consumo, procesos de justicia transicional, entre otros. Tan solo en Colombia el proceso de paz en curso conlleva una amnistía a las FARC y su integración a la participación electoral con un partido político y hasta la candidatura presidencial del ex guerrillero Timochenko.
La idea de una amnistía no es una ocurrencia, es parte importante de un proceso de paz, pero amnistía sin una estrategia completa, sin sacar al Ejército de las calles, sin fortalecer las policías, sin Estado de derecho, sin legalización del mercado y muchos más puntos está condenada al fracaso y solo podría asegurar la impunidad.
El 2018 debería ser la oportunidad de sacudir el modelo bélico que no ha funcionado, de poner todas las alternativas en la mesa y de construir propuestas diferentes que den marcha atrás a la militarización del país y construyan el camino a la paz. En otras palabras, estamos ante un plomo que significa más de lo mismo o una amnistía que es solo una provocación para pensar de manera diferente.
Fuente.-@genarolozano
(imagen/internet)
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