domingo, 28 de septiembre de 2014

TLATLAYA,el FRACASO !!!

  • El caso Tlatlaya apunta a convertirse en uno de los grandes fracasos del Estado mexicano y de las instituciones castrenses y las responsables de perseguir y castigar los delitos. ¿Y por qué un fracaso?

MEXICO D.F 28/Sep/2014 (El Universal).- Porque podría confirmar que en el México democrático que pregonan tirios y troyanos siguen existiendo la tortura y las ejecuciones extrajudiciales; porque podría revelar que al regreso del viejo PRI al poder presidencial también regresaron algunas de las peores prácticas de las fuerzas castrenses y, por si fuera poco, porque no queda duda que la actual Comisión Nacional de los Derechos Humanos no sirve para nada.
Y es que luego de las dudosas versiones sobre el supuesto enfrentamiento entre militares y criminales en Tlatlaya —el pasado 30 de junio—, y de una saludable reacción de esa institución fundamental de la democracia llamada opinión pública, hoy prácticamente es un hecho que un grupo de militares no sólo enfrentó a un puñado de presuntos criminales en Tlatlaya, sino que habrían sido sometidos, torturados y ejecutados por los militares.
¿Por qué los habrían ejecutado? ¿Quién mintió? ¿Por qué y para qué mentir? ¿A quién protegen? ¿Quién solapó a los militares presuntos responsables? ¿Por qué los mandos castrenses medios y altos ocultaron el hecho durante casi tres meses? ¿Quién habría ordenado matar en caliente a los presuntos criminales? ¿Se trató de una orden de arriba? ¿Se manda sola la tropa y/o el oficial que los comanda? ¿En qué punto se rompió la disciplina y el protocolo militares? ¿Quiénes son responsables de esa grave falla en el mando militar? ¿A poco ningún superior jerárquico se enteró de esa grave irregularidad? ¿Quién o quiénes dieron la orden de dejar hacer y dejar pasar una falta que daña gravemente al Estado y al gobierno federal? ¿Por qué el Ministerio Público solapó una grave violación militar? ¿Por qué los civiles involucrados no dieron la voz de alarma?...

HECHOS Y REACCIONES
Hasta hoy nadie tiene una respuesta convincente a las interrogantes; nadie sabe hasta donde llega el nivel de responsabilidad, la recurrencia de ese tipo de violaciones y nadie sabe si serán castigados no sólo los que habrían disparado, sino sus jefes y aquellos que los solaparon.
Lo que si sabemos es que frente al surgimiento de evidencias que parecen contundentes, la Secretaría de la Defensa reaccionó antes de que fuera demasiado tarde y se apresuró a detener, arraigar y presentar ante la autoridad competente a un puñado de militares presuntos responsables del crimen colectivo. Pero también aquí se debe preguntar. ¿Por qué la reacción de la Sedena como control de daños y no antes, como parte de la responsabilidad con la justicia?
Lo que si se sabe es que gracias a las reformas en materia penal, los militares presuntos responsables no serán juzgados por tribunales militares, sino que deberán enfrentar a la justicia civil, en donde las cadenas de mando que durante tres meses habría solapado a los presuntos responsables ya no tendrán la influencia para seguir tapando el presunto delito.
Lo que sí se sabe es que todos los niveles de autoridad involucrados en el enfrentamiento de militares y criminales en Tlatlaya —y/o todos aquellos que conocieron del hecho—, hicieron todo para ocultar la verdad de los hechos. Y por eso de nuevo vale preguntar. ¿Por qué la cadena de complicidad? ¿Es una práctica común entre los militares? ¿Por qué habremos de creer que es un hecho aislado? ¿En cuántos casos como Tlatlaya está involucrada la Sedena, la Armada, la Policía Federal?

EL DAÑO…
También sabemos que el caso Tlatlaya golpea de manera frontal la imagen, la credibilidad y la confianza social en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Y es que a pesar de las promesas presidenciales de que no regresaría lo más cuestionable del viejo PRI, los hechos de Tlatlaya dicen que está presente el PRI represor y autoritario.
Tlatlaya golpea al gobierno federal porque —casualmente—, al tiempo que el Presidente mexicano es reconocido en buena parte del mundo por las grandes reformas estructurales, su gobierno es cuestionado por los más importantes organismos defensores de Derechos Humanos en el mundo, que ven el caso Tlatlaya como un severo revés del gobierno de las grandes reformas.
Acaso por esa razón —y a manera de control de daños—, el secretario de Gobernación matizó sobre la posibilidad de que en Tlatlaya las fuerzas armadas pudieran haber cometido excesos criminales “que serían aislados”, según dijo Miguel Osorio.
Sin embargo, el mayor daño que provocó el caso Tlatlaya a las instituciones del Estado, golpea por debajo de la línea de flotación a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Y es que a partir del regreso de los gobiernos del PRI, la CNDH se convirtió en grosera tapadera de los excesos de la Sedena, la Marina Armada y la Policía Federal.
Y ese sometimiento deliberado fue ordenado por el presidente de la CNDH, Raúl Plascencia, quien hizo todo —incluso atentar contra la independencia y la credibilidad de la CNDH—, para conseguir el favor presidencial y, con ello, lograr la reelección en el cargo. Pero el caso Tlatlaya confirma que el peor daño que le puede hacer una CNDH sometida al gobierno en turno es la sumisión. Si el ómbudsman hubiese hecho su trabajo, el golpe al gobierno habría sido manejable.

¿Y LA VIRTUD?
Pero también hay buenas noticias. La duda sobre lo ocurrido en Tlatlaya partió de un grupo de intelectuales mexicanos comprometidos, a los que siguió un grupo de opinadores responsables. Luego vino la prensa extranjera —que escuchó a esos intelectuales y a esos opinadores—, y que investigó e hizo lo que no realizó la prensa mexicana.
Al final, esa saludable institución de la democracia, conocida como opinión pública, volvió a demostrar su vigencia y que no importa si se trata de un gobierno del PAN, del PRD o del PRI, la duda siempre debe estar presente al conocer los actos de gobierno. Y es que sean los gobiernos de Peña Nieto, de Calderón o de AMLO, siempre tratarán de ocultar, a los ojos ciudadanos, lo malo y lo feo de sus acciones.
Pero la saludable institución de la opinión pública, también demostró que el peor enemigo de un gobierno es el fanatismo, la complacencia y la simulación social. Y es que justificar hoy las fallas del gobierno de Peña Nieto, así como justificar los errores cometidos en su momento por los gobiernos de Calderón o de AMLO, es veneno puro para la democracia mexicana. Ya no son tiempos de solapar a ningún gobierno, sea por fanatismo, sea por complacencia. Al tiempo.

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