Porque claro, si salvas a Jack, te cargas el mito del amor. Y si quieres un amor al que no dañe el tiempo, lo recomendable es que muera en su punto álgido. Y como por sí mismo no muere, es necesario matar a uno de los protagonistas. Romanticismo sanguinario sí, pero eficaz. Nadie quiere ver a Romeo y Julieta casados, con hijos, enfadados o, peor aún, hastiados. Pero, desde mi punto de vista, lo más increíble es que James Cameron ha añadido que intentar salvarse iría en contra de la forma de ser de Jack, quien no habría querido hacer nada que pudiese poner en peligro a Rose. Una condena que conecta con un mito de “masculinidad tonta” tan supuestamente romántica como taquillera. Hay que ser muy idiota (o “muy hombre”) para pensar que la persona a la que amas estará más segura si entregas la vida por ella que si te salvas. Pero así es como funciona el mito masculino que llega hasta hoy.
Así, en la recién estrenada Avatar 2 (dirigida también por Cameron), los amantes azules —Jake Sully y Neytiri— sobreviven a su amor y aparecen casados y con cinco hijos. Cambia la representación del amor, pero no la masculinidad que atraviesa el ideal. El exmarine Jake Sully será un padre de familia rígido y anticuado que repite el mismo mantra durante toda la peli: “Un padre protege a su familia”. Una clase de protección ajena al cuidado y a la empatía que le hará maltratar a sus hijos y perder a uno de ellos. Pasan los años, cambian los espectadores, cambia hasta el amor, pero ahí siguen los pobres Jake y Jack, convencidos de que serán mejores hombres si están dispuestos a morir por los que aman. A cuidar, Cameron, queremos hombres dispuestos a cuidar. Apúntalo para Avatar 3. Y recuerda: Jack sí cabía en la tabla.
Fuente.-Nadia Labari/
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