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sábado, 28 de mayo de 2016

EN "MEXICO 16 AÑOS de DETERIORO INICIARON con ALTERNANCIAS PANISTAS FALLIDAS"...los "Falsos profetas incendiaron el Pais".


Hace 16 años, los mexicanos veían la alternancia política como una opción real. Se buscaba el cambio y sacar al PRI de Los Pinos, luego de que la utopía de la bonanza del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari se desmoronara y diera paso a un sexenio zedillista que pasó con la cabeza apenas fuera del agua. 

Pero las promesas de transformar al país, puestas en el panista Vicente Fox Quesada, se desvanecieron pronto. México no consolidó su democracia y empeoró en todo: economía, seguridad, pobreza, medio ambiente y derechos humanos. 

Hoy, su rostro es el de un país incómodo para Estados Unidos y la comunidad internacional, y donde organismos, como la ONU y la CIDH, le jalan las orejas sin tener respuestas. La clase política que gobierna nunca había estado más ligada a la corrupción y al crimen, pero no escucha ni oye; mientras, el país se incendia, coinciden Lorenzo Meyer, Jorge Chabat, Sergio Aguayo y Arturo Alvarado.

PRIMERA PARTE
“¿Acaso creen que no tenemos memoria? ¿Que vamos a tragarnos un sexenio más la sopa que tanto daño nos ha hecho? No porque los mexicanos dispuestos a despertar, somos mayoría. ¡Por un nuevo México, un México de verdad!”, decía  uno de los spots de la campaña presidencial de Vicente Fox Quesada en el 2000, seguido de otro que con la música de las Golondrinas le decía “adiós al rezago educativo, a la marginación de los indígenas, adiós al PRI: Alianza por el Cambio”.
Era el 2000, hace 16 años, en un país que aún no conocía la alternancia en la Presidencia de la República y un hombre postulado por el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) prometía un cambio.
“Sacar las manos de los políticos de Pemex [Petróleos Mexicanos]”, regresarle al país el Estado de Derecho, acabar con la “narcopolítica”, con la figura del fuero “empezando por el Presidente”…. “En menos de 70 días podemos terminar con más de 70 años de malos gobiernos”, dijo Fox Quesada durante el primer debate presidencial, realizado el 26 de abril del 2000.
El resto es historia…
Miles de mexicanos se volcaron a la urnas en el 2000 y votaron por la alternancia. En ese momento, el objetivo principal en México era conseguir la democracia después de 72 años consecutivos del PRI en el poder y de las promesas de bonanza rotas del salinato.
“La Presidencia de Fox pudo haber sido un cambio histórico, pero la echó a perder el Presidente y su grupo. No fueron capaces de realmente lanzarse a la modificación de las reglas del juego. Les tembló el pulso, tuvieron miedo al posible triunfo de la izquierda, una izquierda que ya no era revolucionaria, que ya no pensaba cambiar el sistema capitalista, ni expropiar ni tener la dictadura del proletariado, sino una izquierda dentro del gran esquema global del capitalismo. Se sigue tratando de una izquierda muy moderada, pero tuvieron miedo y empezaron a interferir con el proceso democrático al punto que las elecciones del 2006 tienen un enorme déficit democrático. Esa elección de 2006 pudo haber consolidado la democracia política, liberal, la que impera en América Latina, porque quien puede legitimar el sistema es quien pierde, es quien dice: ‘bueno jugamos con las reglas y perdí’. El victorioso no puede por sí solo legitimar su triunfo, tiene que venir la otra parte y no vino en el caso mexicano”, plantea Lorenzo Meyer Cossío, analista e investigador de El Colegio de México (Colmex).
El PAN arribó al poder de la mano de Vicente Fox Quesada con una promesa: convertir al país en un México de avanzada y, ahora sí, garantizar el ejercicio democrático con todas sus letras y entrar a la nueva era del respeto a los derechos humanos, a la libertad de expresión y a la transparencia.
Pero 16 años después de esas promesas fracasadas, México padece más males que los quiso curar en los años de la alternancia. El país –con el caso fallido de los 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, desaparecidos en Iguala en septiembre de 2014– se evidenció ante los ojos del mundo y las organizaciones humanitarias como una Nación que vive una seria crisis de derechos humanos, en donde la tortura y la desaparición forzada son una práctica común.
Los niveles de inseguridad son hoy alarmantes, pues a raíz de la declarada “guerra contra el narco” del sucesor de Fox, el también panista Felipe Calderón Hinojosa, el asesinato en México se convirtió en un delito más que cotidiano, contabilizando según la Secretaría de Gobernación (Segob) 155 mil asesinatos dolosos desde enero de 2007, sin contabilizar los miles de desaparecidos, las fosas clandestinas que pululan por todo el territorio, los asesinatos a los activistas de todas las causas posibles y también de periodistas.
Arturo Alvarado Mendoza, director del Centro de Estudios Sociológicos del Colmex, considera que México debió aprender de las lecciones de otros países para reconstruir su sistema de procuración de justicia.
“Hay varios elementos para asegurar que estamos en una situación muy atrasada. Si bien ha habido una reforma judicial importante en ese pías, se concentra en el Poder Judicial de la Federación. Seguimos teniendo problemas de integración, conflictos de interés , capacidad institucional, debido proceso, sobre todo en las cortes estatales, en la corte federal son muy desiguales”, dice.
Peña Nieto heredó un país incendiado, pero se le multiplicó en las manos, debido a que no hay un diagnóstico de lo que está sucediendo en el país a pesar de una evolución de la problemática que no ha sido seguida por los gobiernos federales ni estatales.
“Antes tenías conflicto en alguna ciudad o frontera. Calderón enfrentó Michoacán y luego Ciudad Juárez, pero realmente no logró reducir el nivel de la criminalidad nacional. Luego tenemos el problema de Guerrero cuando entra Peña Nieto, revivió el problema de Michoacán, multiplicado por el problema de las autodefensas y esto sigue creciendo. No ha habido ese diagnóstico sino que se trabaja de manera reactiva. Después viene Ayotzinapa, que es un caso extraordinario de violación de derechos humanos en donde hay autoridades del Estado involucradas y hay intervención de la Corte [Interamericana de Derechos Humanos]. No se ha resuelto, hay muchas intervenciones de la Corte cada vez mayores y no se han resuelto las violaciones a derechos humanos y seguridad pública. El país está con un problema no sólo de localización de problemas sino de regiones enteras que parecen estar fuera del control del Estado”, explica Alvarado Mendoza.
En el México actual brotan también los casos de despojo de tierras a campesinos y pueblos originarios para explorar y explotar nuevas minas. Se destruyen manglares como en Tajamar, Quintana Roo, con la anuencia de las autoridades ambientales para construir grandes y lujosos complejos turísticos ante la mirada atónita del mundo.
De acuerdo con Jorge Chabat, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), la crisis de derechos humanos de México se ha acentuado y es peor que la de los años 80 con Carlos Salinas de Gortari.
“El tema de los derechos humanos y democracia, hasta antes de los 80 y 90, no era tema internacional. Nadie se metía con lo que pasaba no nomás en México: el mundo funcionaba bajo el supuesto de que los estados son soberanos y que no había que meterse. Esto cambió en los 90 y cada vez es menos aceptable invocar la soberanía para que no se les critique en derechos. Salinas de Gortari se opuso a la creación de una oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas. Desde Zedillo [Ernesto Zedillo Ponce de León] las cosas empezaron a adecuarse a esta nueva realidad internacional de los derechos humanos: se firmaron acuerdos con la Unión Europea y Fox aceptó un representante de la ONU en México. No tiene legitimidad invocar a la no intervención, no estamos en 1980 o 1970. Estamos ante un contexto internacional muy diferente que tiene un costo para México. No puedes violar derechos humanos”, dice.
La promesa de acabar con la pobreza y la desigualdad también se quedó en el tintero. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) el número absoluto de mexicanos en pobreza creció de los 53.3 millones que había en 2012 a los 55.3 millones que se contabilizaron al 2014: un aumento de casi 2 millones de personas.
El salario de los mexicanos se ha debitado durante las últimas tres décadas y el poder adquisitivo ha caído durante los últimos sexenios. En 2014, el Gobierno federal reportó en su Programa Sectorial de Trabajo y Previsión Social que “durante los últimos 36 años, el poder adquisitivo del salario mínimo acumuló una pérdida de 72.8 por ciento”; es decir, casi tres cuartas partes del valor que las ganancias de la población ocupada tenían a finales de los años 70.
De los pobres, los niños menores de cinco años son los más vulnerables en México. El estudio “Pobreza y derechos sociales de niños, niñas y adolescentes en México 2014”, realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, plantea que México invierte en la atención de la niñez de entre 0 a 5 años el 0.8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), una cantidad inferior a la de economías más pequeñas como Honduras, Costa Rica, Argentina y Guatemala.
Además, el gasto per cápita en desarrollo humano es inferior en la primera infancia que en el resto de los menores de 18 años. Países como Honduras, Costa Rica y Argentina destinaron a este rubro 1 por ciento del PIB en 2014 (1.6, 1.5 y 1.3 por ciento, respectivamente).
“Cuando se estima la proporción del gasto público total en este grupo de edad, México sigue estando por debajo de países como Honduras y Guatemala, y una tendencia similar se observa al analizar el gasto en la primera infancia como porcentaje del gasto público social, que en México fue de 7.6 por ciento, pero en Honduras alcanzó 14.1 y en Costa Rica fue de 13.3 por ciento”, de acuerdo con el estudio sobre inversión en la primera infancia en América Latina, elaborado por la Unicef y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Para el investigador Lorenzo Meyer el estado en el que se encuentra México actualmente, es el que ha contribuido al “mal humor social” al que se refiere el Presidente Enrique Peña Nieto.
“El mal humor social es reflejo de esas situaciones: inseguridad y no sé si la corrupción, que ahora es mayor que antes o se ve más que antes… me quedo con la duda si la clase política era tan corrupta en 1950 como lo es hoy. Es un hecho que ha habido una prensa más cuestionadora de la realidad y que saca de tarde en tarde casos concretos de corrupción que antes no salían”, expone Meyer Cossío.
EL PAÍS NIEGA VIOLACIÓN A DERECHOS HUMANOS
elator especial de la ONU sobre Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
Las condiciones en las que se dio la salida de México del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la CIDH, que trabajó en coadyuvancia con la Procuraduría General de la República (PGR) y los familiares de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, dejó mucho que desear coincidieron los investigadores.
El GIEI se fue del país haciendo señalamientos serios en contra de Tomás Zerón de Lucio, director en Jefe de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) de la PGR, sobre la posible alteración de la escena del crimen en el río San Juan.
Pidieron su salida del caso y de paso afirmaron durante el último informe de su investigación que se iban con “el peor” sabor de boca de México.
El investigador Jorge Chabat considera que la respuesta del Gobierno de Peña Nieto es “muy similar” a la de los años 80 y 90. Especialmente parecida a la de Carlos Salinas de Gortari.
“Es decir: ‘aquí no pasa’. El discurso es similar al de los 80, 90 con Salinas. Si bien no estamos en ese nivel, hay respuestas que rememoran esos tiempos. Pero la sociedad es más activa, aparece más fácilmente, hay muchas presiones de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) que hacen que sea más costoso violar derechos humanos. Ha habido un retroceso, que no se le puede atribuir exclusivamente al Gobierno federal, en la violencia asociada a la criminalidad en la última década. México es un país más violento que hace 15 ó 20 años. Es más inseguro en términos generales”, considera.
En materia de derechos humanos, Chabat recuerda que Salinas se resistió hasta el final a aceptar a observadores internaciones en México, con un discurso obsoleto que decía que “el único juez de la democracia mexicana, era el pueblo mexicano y que no vendrían observadores a decirnos cómo hacer las cosas”.
“El Gobierno de Peña Nieto no dice eso, acepta temas de democracia pero sigue rechazando las críticas en derechos humanos, lo cual es lamentable. Hay evidencia de que se siguen violando los derechos humanos y la respuesta es de los años 80: ‘aquí no pasa nada, son casos aislados’. Ninguna de las organizaciones está diciendo que Peña manda secuestrar, torturar y desaparecer, pero sí hay un problema de falta de control del Estado en general sobre policías federales, estatales, municipales aliadas con el crimen organizado, que nos recuerda a los años 80”, detalla.
México, dice Chabat, está mostrando una “falta de sensibilidad” con un “chip del viejo PRI” ante el tema de los derechos humanos, pero con un costo más elevado para el país.
“Ya parece que estamos en esa misma tormenta: pleitos con las Nacionales Unidas, con el extranjero, pleitos que antes no se presentaban en esa magnitud, conflictos en derechos humanos”, agrega.
El investigador resalta la corrupción que vive el país, como uno de sus problemas más graves que lo coloca de cara al escrutinio internacional.
“En el fondo hay un problema de corrupción serio y de falta de derecho. Da la impresión de que el PRI que llegó con Peña Nieto no lo tiene como importante. Hay casos escandaloso como Humberto Moreira [ex Gobernador de Coahuila], HIGA, OHL, la ‘casa blanca’, hay mucha evidencia a niel local, con los gobernadores, y no parece que se haga algo. Hay un problema grave de corrupción y falta de Derecho, donde el Gobierno de México no ha dado el brinco, hay que decirlo”, explica.
MÉXICO, EL PAÍS INCÓMODO
Lorenzo Meyer agrega que las constantes violaciones a los derechos humanos y el clima de inestabilidad social que se vive en México, convirtió al país en el “vecino muy incómodo” para Estados Unidos de Norteamérica.
El caso Ayotzinapa evidenció las fallas del sistema de justicia mexicano y el país volvió a las primeras planas de los diarios más importantes del vecino del norte.
“El factor externo es uno de los que puede cambiar la situación mexicana, pero ahí es la decisión de ellos y hay sólo un factor: Estados Unidos. Lo demás es lo de menos. Lo que se diga en otros ámbitos, en el europeo, latino, multilateral, Naciones Unidas no sirve. Vale bastante poco que un visitador de las ONU venga y diga: ‘su política de la tortura está a la vista, ustedes torturan’. La respuesta es la misma: ‘Usted no vuelve y listo’. Pero cuando lo dice Washington, entonces las cosas son distintas. Habrá un factor externo importante si triunfa el candidato republicano [Donald Trump], yo creo que esta dirigencia no tiene ni idea de qué hacer porque Trump ha hecho del ataque a lo mexicano una de sus principales banderas. Uno de sus consejeros y personas inmediatas señaló que a estas alturas, si Trump gana, no tiene otra salida que crear el gran muro, pues esa es la expresión material de que cumplirá”, explica.
Si gana la candidata demócrata Hilary Clinton, México también se verá afectado porque ya hay un señalamiento de que en el país hay un problema de corrupción.
“Para los norteamericanos la parte más importante de México no es su mano de obra, no es su mercado, es su estabilidad. Porque pueden vivir sin el mercado mexicano, supongamos que pueden vivir hasta sin los mexicanos, pero con una frontera que no esté estable, con eso no pueden vivir. Entonces ahí hay un punto bien interesante que la clase política mexicana sabe: no tiene respuesta o no se ha dado cuenta que se están constituyendo en un problema de seguridad para Estados Unidos por mantener al país como lo mantienen”, dice.
El investigador agrega que la mejor política exterior que puede tener México, es tener “una buena política interna”.
“No necesitamos Ejército, para nada. Sólo tener nuestra casa en orden, que nos permita tener una relación aceptable con nuestro vecino del norte, que es la relación fundamental para México, todo lo demás es secundario”, precisa.
Lorenzo Meyer considera que la reacción de México con el GIEI se compara desfavorablemente con Guatemala.
“Porque ahí un cuerpo externo de especialistas también entró en acción, descubrió la trama de corrupción que implicaba al Vicepresidente y Presidente, los expuso, los sacó de los puestos centrales, los metió a la cárcel y ese grupo sigue en Guatemala. El nuevo Gobierno guatemalteco pidió que siguiera, aceptando de manera clara que por si mismo el sistema está tan debilitado, ese sistema que viene de una guerra civil brutal, necesita ayuda. En cambio el mexicano, que tiene los mismos problemas, dijo: ‘no los necesitamos, muchas gracias, se pueden ir’. Por eso una cosa es Guatemala y México es Guatepeor”, dice.
Jorge Chabat coincide con Meyer y agrega que el mensaje que ha enviado México al mundo con la salida de los expertos del GIEI es que no quiere que se hurgara en una investigación con “muchos errores”.
“Ha sido muy costoso. Si uno ve la prensa internacional, el New York Times por ejemplo, yo no veía críticas así desde los 80, en donde la imagen de un Gobierno corrupto era fuerte y los artículos eran terribles, de primera plana. Sí hay un problema muy grave de imagen”, afirma.
La imagen de México al mundo es de un Gobierno más corrupto que en la época de Salinas de Gortari, lo que puede traer costos económicos a través de la llegada de inversión extranjera, debido a que los inversionistas buscan certeza, Estado de Derecho y aplicación de las leyes, explica Chabat.
“No llega toda la inversión que podría llegar, porque hay serios problemas institucionales; una imagen peor a la de que hay violencia criminal es la imagen de un Gobierno corrupto y esa sí es culpa de la actual administración”, dice.
Para Chabat el escándalo de corrupción de la Estela de Luz de Calderón Hinojosa “palidece” al lado de lo que sucede en Veracruz o ante la “casa blanca” de Peña Nieto.
EL MÉXICO QUE VIENE CARECE DE UTOPÍAS
La situación actual del país ha llevado al Gobierno federal y a los mexicanos a carecer de una utopía, dicen los analistas.
A diferencia de los años 80, cuando el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari vendió la “utopía” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy el país carece de una que le de esperanza al pueblo mexicano.
“Entonces él [Salinas] generó un espejismo que se asentó en una realidad que es el TLCAN. Con ese tratado le dijo a México y al mundo: ‘nosotros entramos a una etapa histórica en donde las reglas del mercado y la democracia liberal son las imperantes, hemos firmado un tratado con Estados Unidos y Canadá. Vamos a tener un mercado asegurado para nuestras exportaciones y vamos a ser primer mundo’. Tan es así que México fue admitido por presión norteamericana en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que es un club de ricos y nos metimos al club, llenos de optimismo, no es mi caso, pero hay quien sí se lo creyó. Esa es la diferencia con hoy, no hay ningún proyecto. La utopía neoliberal que Salinas encabezó se empezó a caer con Zedillo cuando el PIB cayó como sapo en el primer año de Gobierno de Zedillo porque estaba prendido con alfileres y cuando el capital externo, el golondrino, se fue y tuvimos una caída del 7 u 8 por ciento, fue catastrófico. Luego se volvió a levantar, pero nos dejó la deuda –que todavía está ahí– y el espejismo de México como país de primer mundo empezó a romperse. El mercado norteamericano tuvimos que competirlo con China, que entró pero en serio y nosotros nos quedamos marginales”, explica Lorenzo Meyer.
El politólogo Sergio Aguayo Quezada indica que México vive un momento difícil, al igual que el resto del mundo, por el agotamiento de las grandes utopías.
“Faltan en el mundo, y en México, las nuevas utopías que es lo que articula las voluntades y genera los movimientos sociales y políticos que transforman la historia. Hay un esfuerzo de la sociedad mexicana por construir un gran proyecto de país que permita unificarse en una propuesta general”, dice.
Sin embargo, el investigador reconoce que esa utopía no la ve en ningún candidato independiente. No hay una propuesta de país viable aún, pero sí hay esfuerzos de la sociedad.
“Hay esfuerzos que aún no cuajan, por eso es un momento desesperante en donde la mayoría de la población siente que no hay por dónde escapar, porque se siente atrapada entre los políticos corruptos y los criminales vientos. Yo no comparto esa visión, porque hay señales de que hay grupos específicos que están buscando, no se puede decir qué sucederá, pero lo están haciendo”, plantea Aguayo Quezada.
En 2018 podría darse ese momento, dice, aunque es algo impredecible, reconoce.
Lorenzo Meyer agrega que aunque la izquierda triunfará en las urnas, no podrá con el “paquete” completo, pero podría sentar las bases para mantener al país dentro de los límites.
“Cuando el General [Lázaro] Cárdenas llega y hace sus grandes reformas, no resuelve el problema social mexicano, pero sí permite que se abran expectativas, esperanzas de cambio pacífico, que se vea reflejado el mexicano normal, común y corriente en las políticas que está siguiendo el Gobierno federal, que le tengan confianza. En realidad es siempre el futuro lo que importa, el presente será desagradable siempre porque es la realidad, pero uno imagina un futuro mejor, es la búsqueda de la utopía. Ahorita, ¿cuál es? Ninguna. Pueden tener unos proyectos buenos para ellos y más casas blancas y rosadas y azules, pero presentarle al mexicano la imagen que se la crea y diga: ‘vale la pena’. El Presidente Cárdenas presentó esa utopía, por lo menos hizo creer en ella. Eso da energía a una sociedad, le da energía para creer que sí se puede”.
fuente.-

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