Hace algunos días se publicó el Índice Mundial de Seguridad Interna y Policía (WISPI por sus siglas en inglés), estudio que mide la capacidad de las instituciones de seguridad de diferentes países para responder a los desafíos que enfrentan en cuanto a seguridad interna se refiere, tanto en el presente como en el futuro.
En otras palabras, las capacidades que tienen las corporaciones policiales de un país para brindar los servicios de seguridad que le corresponden al Estado. Este reporte es sui generis, pues resulta el primero que evalúa y compara los servicios de seguridad interna de diversos países. Para los mexicanos, ninguna sorpresa: la policía mexicana se encuentra entre las peores policías del mundo.
¿Se necesita un estudio de este tipo para que nos digan algo que parece una obviedad que vivimos en carne y hueso todos los días? Sí. Por un lado, lo que no se puede medir, tampoco se puede mejorar. Por el otro, si no existe una escala, tampoco se sabe hacia dónde se deben dirigir los esfuerzos. El reporte no tiene desperdicio y merece la atención de quienes se dedican al estudio de las ciencias policiales.
México se encuentra en el lugar 118 de 127, detrás de Etiopía, Honduras y Sierra Leona. En comparación con Latinoamérica, únicamente supera a Venezuela. Un dato importante que destaca el reporte es que dentro de los 10 países peor evaluados –México, Venezuela, Camerún, Bangladesh y Nigeria– también son los países que en los últimos años han incrementado el tamaño de sus corporaciones policiales al doble. Lo que deja entrever que más policía no es sinónimo de más seguridad. Como señala Ernesto López Portillo –director y fundador del INSYDE– no se necesita más policía, sino mejor. Sin embargo, tenemos más y peor.
En los primeros lugares del WISPI están Singapur, Finlandia, Dinamarca, Austria y Alemania. El caso de Alemania es interesante, pues se encuentra dentro de los 5 mejores del índice, y es el único país con una población mayor a 10 millones dentro del ranking del top 10. Además, junto con Japón, es uno de los únicos dos países con una población mayor a 50 millones dentro del top 20.
Algunas características que destaca el reporte sobre la policía alemana es que los pagos de sobornos o “mordidas” no son comunes, existe confianza de la sociedad para reportar un crimen a la policía, no hay un uso indebido de fuerza del gobierno contra sus ciudadanos, bajos niveles de corrupción en el ejército y las fuerzas armadas, además de un sistema fuerte de ‘debido proceso’. Destaca el reporte que la confianza de la ciudadanía con sus fuerzas de seguridad es alto: 82 por ciento de los alemanes confían en su policía local.
¿A qué se debe esta diferencia abismal entre Alemania y México? ¿Cómo logró Alemania que sus ciudadanos confiaran en sus instituciones de seguridad después de experiencias tan traumáticas como la Gestapo y la Stassi? ¿Por qué en México se gasta –o se despilfarra– tanto dinero destinado a la seguridad del país pero seguimos sin sentirnos seguros? Estas son algunas preguntas muy complejas que deben estudiarse a fondo y no se deben reducir a soluciones miopes como los políticos mexicanos intentan hacer: Creando gendarmerías, haciendo un Mando Único o dando más armas a las corporaciones. Sin embargo dos intuiciones para responder: fomento de buenas prácticas y fortalecimiento de instituciones.
“Bobby” Kennedy, fiscal General de los Estados Unidos entre 1961 y 1964, apuntaba: “El viejo dicho dice que cada sociedad tiene los tipos de criminales que merece. Lo que es igualmente verdadero es que cada comunidad obtiene el tipo de aplicación de la ley en la que insiste”. Las corporaciones policiales son un reflejo de sus sociedades. Por lo que antes de preguntarnos por nuestras policías antes deberíamos analizar nuestra sociedad. Si tenemos una sociedad con prácticas de quinta, no es posible esperar tener una institución policial de primera. Sin ciudadanos responsables resulta muy difícil formar policías comprometidos.
La policía en Alemania está construida en una mentalidad de Rechstat, donde el Estado se fundamenta en el imperio de la ley. La policía entonces se convierte en un reflejo de lo que más valora la sociedad y pretende salvaguardar: una obediencia de la ley que permite la paz dentro de la comunidad. En cambio, la policía en México es producto de una sociedad que valora los privilegios por encima de las normas, donde es posible encontrar atajos por medio de “dádivas”. En Alemania algo está muy claro, el dinero sirve para comprar cosas. En México, el dinero sirve para comprar privilegios, tratos especiales y en algunos casos para que se aplique o no la ley. Lamentablemente, ejemplos abundan y cada día surgen más.
La manera en que se construye la policía refleja los valores de una sociedad. Si la ciudadanía desconfía de sus cuerpos policiales, tal vez sea un reflejo de la desconfianza que existe entre los miembros de la sociedad. No debemos olvidar que los ciudadanos somos parte de ese gran Leviatán conocido como Estado. Y en vez de hacer corporaciones policiales más grandes y con más armamento, mejor construyamos una institución policial que refleje la mejor versión posible de la sociedad mexicana, cambiando nuestras prácticas ciudadanas.
fuente.-LaSillaRota
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