“Yo soy de México, me tocó vivir el narco: te acostumbras”, dice a EMEEQUIS en tono relajado. Por eso duda volver a México algún día. Con la guerra sabes cómo guarecerte, con el narco, no. “El plan es ir a México, pero no quedarme allá. Hay mucha violencia”.
“Cesc”, como lo dicen sus amigos ucranianos, es un mexicano originario de Poza Rica, Veracruz. Tiene 32 años y desde hace seis vive en Ucrania. Llegó al país tras estudiar becado en Roma. Actualmente trabaja en la Academia de Líderes de Ucrania donde se dedica a ser mentor de ventas y finanzas y también enseña idiomas en su tiempo libre.
Hasta hace unos días vivía en su apartamento en Kharkiv (la segunda ciudad más importante de Ucrania después de Kiev) junto a su esposa y sus dos perros Yorkshire. Una madrugada despertó y se dio cuenta que había un incendio a las afueras de la ciudad. Ahí supo que algo andaba mal.
La invasión rusa a Ucrania comenzó hace cinco días y las aguas no se han calmado. Tras el anuncio de Vladimir Putin, presidente de Rusia, del inicio de una “operación militar especial” en Ucrania, con el objetivo de defender a las personas que simpatizan con Rusia del régimen de Kiev, las muertes continúan y la lucha militar ha provocado cambios en la vida de los habitantes de Ucrania.
Hasta ayer, Ucrania reconoció el fallecimiento de 352 personas. Además, civiles han tenido que ir a la lucha tras el decreto de “ley marcial”. Las autoridades mexicanas han rechazado y cuestionado abiertamente la decisión de Rusia y han tomado cartas en el asunto para proteger a los compatriotas que viven en el país en guerra.
El presidente López Obrador y el canciller Marcelo Ebrard han puesto a la orden aviones que reciban en Rumania a mexicanos que busquen protección aquí. La labor de la embajadora de México en Ucrania, Olga García Guillén, y del embajador mexicano en Rumania, Guillermo Ordorica, ha sido clave para llevar a cabo el plan de evacuación. De hecho, el día de ayer anunciaron que 22 mexicanos ya estaban en tierras rumanas a la espera de viajar a México y seguían esperando a más.
Francisco Calderón habla explica cómo ha sido vivir la guerra fuera de su país natal, cómo han actuado las autoridades y cuál es su plan a futuro.
En Kharkiv, donde vivía Francisco, se dieron cruentos combates. Foto: Captura de video.
ES COMO UNA CUARENTENA
“Es algo así como la cuarentena, al principio lo que parece mucha desesperación e inquietud, comienza a desaparecer tras el primer día. Al segundo día se vuelve una especie de normalidad. Es lo mismo que pasó durante la cuarentena (al inicio miedo, pánico y después te acostumbras) pero resumido en días, horas. Conoces a las personas de tu refugio y se crea una especie de microsociedad.
“Al tercer, cuarto día, viene lo difícil. Ya conoces la rutina y te agobia, no hay más que dormir y salir en horas indicadas, pero no queda más que aguardar. Imagínate, ahora tenemos teléfonos y podemos estar en internet unas horas en lo que ocurren explosiones. (Porque si ocurre una explosión hay que apagar todo los teléfonos para que no los puedan rastrear e intervengan sus dispositivos, explica).
“Antes no había esto, no sé cómo la gente que vivió guerras no se volvía loca, te ocupas al limpiar el refugio pero no puedes hacer más. Tu mente empieza a divagar en ‘¿ahora qué?’, y te empiezas a dar cuenta que tal vez no son unos días, tal vez va para largo”.
Imagen del refugio al que llegó Francisco. Foto: Cortesía.
EL REFUGIO
Está ubicado en el sótano de una escuela similar a la militarizada que parece en la serie Malcolm el de En Medio, solo que más “maciza”, como acostumbraban en la antigua Unión Soviética. Hay cerca de 50 personas acomodadas como pueden. Por las noches la luz escasea y todo está a oscuras; las paredes son “pesadísimas”, las puertas de madera o hierro. Como de película de terror, hay pasillos que no llevan a ningún lado. Hay lugares en los que no hay nada.
–¿Cómo llegaste ahí?
–Yo vivo en unos departamentos nuevos frente a la Plaza del Bar Francés, ahí estaba con mi esposa y mis perros. Lo primero que se me ocurrió fue descansar, recuperar energías y buscar opciones.
Llamó a la embajada de México, y le dijeron que no tenían ningún plan porque no tenían cómo buscarlos. “No sabemos cuántos mexicanos hay aquí y los registros están incompletos”, le contestaron.
“En lo que yo estaba armando un plan de emergencia para salir, llega mi suegro y nos dice que empaquemos en 5 minutos porque nos vamos. Tuve que dejar todo, la aspiradora, el robot limpiador. Suena muy bonito el tener eso, pero me costó un huevo y tuve que dejarlo todo”.
Su suegro le explicó que el lugar donde estaban viviendo es nuevo y no está construido como en la Unión Soviética. Le dijo que todas las construcciones de la URSS estaban hechas pensando en una invasión y guerra. Por ello, los llevó con él a su apartamento y de ahí estaba cerca la escuela que están usando como refugio.
“Se creó como una sociedad que vive de los recursos que el gobierno mandó, y un comité está patrullando y dando provisiones. Ponen tiempos de cuándo salir y cuándo entrar, alarmas. El punto es mantenernos todos en bajo cartel”.
–¿Tienes miedo de que algo pueda ocurrir?
–Tal vez soy muy tonto, pero no. Por ahora todo ha estado bajo lo previsto. Hemos tomado todas las medidas necesarias. Todo ha estado establecido. Sí hemos escuchado explosiones, sí hemos visto misiles, pero tal vez es como esa frase de que tengo gente que proteger y no tengo tiempo de tener miedo. O tal vez estoy en shock y no lo sé, necesito que un psicólogo me diga.
-¿Hay alguna relación entre esto y lo que llegaste a vivir en México?
-Sí, por ejemplo las navidades en familia que nos aventábamos en Reynosa, porque ahí está la mitad de mi familia. Allá se escuchaban los balazos, y todo eso.
Cuenta que cuando comenzaban a escucharse los habituales balazos, los adultos les pedían que se escondieran bajo los muebles y no salieran. También les pedían que no fueran a ciertas zonas de la ciudad porque ahí estaba el narco.
“Es algo similar a esto”.
–¿Regresarías a México?
–Ese es el plan. Salir mañana a Lviv para ver cómo nos las arreglamos para ir a Rumania para tomar el avión que mandará México. A ver si nos van a esperar.
Explica que a pesar de que muchos mexicanos defienden a la embajada y justifican la dificultad de la situación, la de México no actuó como debería. Comenta que otras embajadas fueron sumamente profesionales y sabían exactamente qué hacer.
“Estaban 3 pasos adelante antes de que tuvieras una necesidad, la de México no. La gente de la embajada son buenas personas, yo las visité, pero no están preparadas para algo así. Tu dices ‘es guerra’, y yo entiendo la complejidad, pero vamos, la gente espera que tengas una respuesta o solución. No se puede decir ‘no sé’, debes guiar a la gente. Eso se espera de alguien que es embajador.
“Así que sí, el plan es ir a México; pero no quedarme allá. Yo temo mucho por mi esposa, hay mucho feminicidio, hay mucha violencia. Al menos aquí sabes lo que quieren (los rusos), quieren tomar el territorio y atacar; pero allá no sabes si la gente que está a lado de ti en la playa se pondrá violenta y traen pistola, o si los carros que van en la autopista con vidrios polarizados es buena gente o son narcos. No tienes idea, y eso sí te mata, eso sí da miedo.
Fuente.-@aldocanedov/
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