Francisco Hernández González, de 70 años y más conocido como El Limonero porque vendía esa fruta en un puesto ambulante de los mercadillos, viajó recientemente hasta en dos ocasiones desde su casa de Burujón (Toledo) a Estambul (Turquía). Su fama de traficante “serio” le precedía, pero los casi diez años que pasó en prisión por mover heroína tras su detención en 2001, y su edad, habían retirado un poco los focos policiales de él. Sin embargo, esos viajes y las reuniones que mantuvo con con algunos de los líderes de los clanes que distribuyen heroína en España volvieron a alertar a los investigadores de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional.
Le detuvieron de nuevo el pasado 10 de diciembre, cuando esperaba una partida de 50 kilos de heroína, la cantidad más grande de esa droga intervenida en España en la última década. Volvía a caer “el Pablo Escobar de la heroína” y destapaba las sólidas rutas, basadas en relaciones de confianza, por las que viaja “la droga silenciosa” desde Afganistán (donde se concentra el 95% de la producción mundial) hasta Europa (mayor consumidor mundial), con Holanda como almacén y centro neurálgico de la distribución.
Cara a cara, así es como se cierran los grandes negocios toda la vida. Y 50 kilos de heroína, a 9.000 euros el kilo en Turquía pero a 22.000 euros el kilo en las calles y poblados de España, lo son. Por eso el Limonero viajó a Estambul hasta dos veces, para reunirse con su contacto turco, Urfi Cetinkaya, conocido como el paralítico, un comerciante y traficante de droga “con quien mantiene una relación de confianza desde hace muchos años”, señalan los investigadores, ya que no suelen negociarse cantidades tan grandes de esta droga.
En España, la heroína la distribuyen “casi a modo de tradición, algunos clanes de etnia gitana”, pero también “grupos gallegos, de ciudadanos africanos, y los llamados “mercheros” o “quinquis”, a este último grupo pertenecería el Limonero, según los investigadores, con “una vida entera” dedicada al tráfico de heroína.
Son los muchos intermediarios que implica la distribución de esta droga los que la encarecen y los que disminuyen sustancialmente su calidad: “Por cada mano que pasa rebaja un 10% su pureza, cortándola habitualmente con paracetamol: si la droga que sale de los almacenes y laboratorios holandeses tiene un 60% de pureza, la que se vende y consume en las calles de España solo tiene un 10%, es decir, ha pasado por hasta cinco o seis manos antes de llegar al consumidor”, explican los agentes especializados.
Bajo pedido
Además, la heroína viaja siempre “bajo pedido”, es decir, lo que se compra está ya vendido: “No es como la cocaína, que llega y después se coloca; la heroína se sabe de antemano cuanto y adónde va cada kilo, lo que entra se consume aquí no va de paso a ninguna parte”, señalan. En España se estima que hay entre 60.000 y 80.000 consumidores habituales de esta droga, asociada a la marginalidad pero que en los últimos años ha vivido repuntes y diversificado el perfil de sus consumidores.
“No es una droga masiva porque no está ligada al ocio, pero es una droga que engancha mucho porque afecta a los neurotransmisores del placer, genera una sensación placentera inmediata y ahí radica su enorme riesgo de generar adicción”, explican.
Aunque los productores se encuentran en Afganistán, donde la producción de opio (la planta de la que se extrae la heroína) es mayor año tras año, los comerciantes de esta droga son principalmente turcos, ya que en su camino hacia Europa atraviesa Turquía, casi siempre en caletas o cavidades ocultas en vehículos o camuflada entre toda clase de mercancías.
Los turcos tienen además una red de “delegados” por toda Europa, “en cada país”, aseguran los investigadores, casi siempre de esa misma nacionalidad. Y, sobre todo, cuentan con importantes almacenes de droga en Holanda, un país convertido en una suerte de “agujero negro” para los policías que persiguen el tráfico de drogas, debido a la dificultad de poner en marcha investigaciones en ese país: “Solo investigan delitos ya cometidos, lo que dificulta enormemente la anticipación”, apuntan.
Las dos principales rutas de la heroína desde Afganistán hasta Holanda son la llamada “de los Balcanes”, la más utilizada por ser más directa, que llega a Europa desde Turquía después de atravesar Bulgaria, Serbia, Croacia... Y la llamada ruta “del Norte”, que bordea el Mar Caspio por su zona oriental, cruzando las antiguas repúblicas soviéticas, y entrando en Europa por Ucrania, Polonia, Alemania y Holanda.
Desde Holanda, la heroína se distribuye al resto de los países europeos, destacando Reino Unido (donde se estima que hay unos 300.000 consumidores habituales de esta droga) como país receptor, en el que se han realizado incautaciones de más de 300 kilos.
Concretamente los 50 kilos de el Limonero, viajaron por la ruta de los Balcanes hasta Holanda y desde allí, ocultos en la mercancía de un camión con matrícula búlgara, llegaron hasta Madrid. Uno de los lugartenientes del histórico traficante español acudió hasta el lugar para descargar la droga en un vehículo al que previamente le habían hecho una caleta y que fue intervenido por agentes de la Policía Nacional en una gasolinera, cuando iba camino de Toledo.
Los investigadores, tras 10 meses de pesquisas, aseguran tener perfectamente acreditada la implicación en este voluminoso envío de heroína de el Limonero, que sin embargo ha quedado en libertad por “un defecto de forma”, según adelantó ABC. Al parecer, el juez no habría dado traslado a su abogada del expediente completo de la causa, por lo que la letrada hizo constar que se estaban vulnerando los derechos fundamentales de su defendido y la Audiencia Provincial de Toledo dejó sin efecto la privación de libertad preventiva solicitada. Las otras ocho personas detenidas en la misma operación, seis hombres y dos mujeres presumiblemente pertenecientes a su organización, sí ingresaron en prisión.
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