Cuando Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera aterrizó en prisión por primera vez, se transformó en el rey de la colonia penal: ordenó comidas, drogas y mujeres a pedido, según un nuevo libro.
“Durante sus años en Puente Grande [prisión], El Chapo era adicto a las drogas y al sexo”, escribe Anabel Hernández en “Emma y las otras narcomujeres” (Editorial Grijalbo), que sale el 25 de enero.
El periodista mexicano agrega que El Chapo compitió con el también reo Héctor Luis Palma Salazar, también narcotraficante de Sinaloa, para ver quién aguantaba más durante los actos sexuales y quién acumulaba la mayor cantidad de parejas.
“Traían prostitutas de afuera, y cuando eso no era posible pagaban enfermeras, limpiadoras y cocineras que trabajaban en el sistema penal”, escribe Hernández.
Los hombres también tuvieron relaciones sexuales con prisioneras que estaban encarceladas en la sección de hombres de la instalación. Entre las amantes de El Chapo estaba Zulema Yulia Hernández, de 23 años, quien cumplía condena por robo. El Chapo, entonces casado y padre de cinco hijos, la dejó embarazada en al menos dos ocasiones y arregló que abortara en la prisión, según Hernández.
Entre las drogas que el líder del cártel dispuso recibir en prisión: Viagra.
Mientras tanto, ordenó que una prisionera no identificada que rechazó sus avances fuera golpeada salvajemente y violada.
Hernández escribe que el capo de la droga también recibió comida de los mejores restaurantes mexicanos en su celda, así como, tal vez como era de esperar, dada su competencia con Salazar, Viagra.
El Chapo, quien comenzó su vida delictiva en la década de 1970 como chofer del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, terminó en prisión en 1993 por su papel en el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, quien fue baleado en el estacionamiento de el aeropuerto internacional de Guadalajara.
El obispo católico quedó atrapado en el fuego cruzado entre narcotraficantes rivales y fue confundido con un capo de la droga.
Según los informes, El Chapo sobornó a los guardias de la prisión para salirse con la suya.
En prisión, escribe Hernández, El Chapo pudo pagar su estilo de vida gracias a las inyecciones regulares de efectivo de su primo, el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva. También sobornó a guardias federales en la prisión de alta seguridad de Puente Grande en Jalisco, según el libro.
El jefe del cártel, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, supuestamente recibió comida de restaurante y drogas en su celda, y compitió con cuántas mujeres podía acostarse en prisión.
El líder del cartel escapó en enero de 2001. La versión oficial es que salió del penal en un carrito de lavandería, pero, según Henández, El Chapo salió del edificio vestido de policía “con la complicidad de muchas autoridades federales”.
En 2019, fue sentenciado a cadena perpetua por cargos de narcotráfico en los EE. UU. y cumple cadena perpetua en una prisión de máxima seguridad en Colorado, donde presumiblemente no se puede conseguir Viagra de barril.
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