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domingo, 21 de marzo de 2021

"NUEVO LEON o NOVELON ?": EL TABLERO POLITICO del PROCESO ELECTORAL en MARCHA en la TIERRA del BRONCO...dara pistas rumbo al 2024.


Los procesos electorales en Nuevo León podrán tener muchos defectos, pero jamás son aburridos. En realidad suelen ser un espectáculo (no por las mejores razones), y este año el clima político es un auténtico novelón.

Pero lo que ocurra en este estado llama la atención no sólo por el morbo que suscita, sino porque algo tiene Nuevo León que sirve como bola de cristal para ver el futuro; para muestra, basta recordar que el voto de castigo a la clase política que tuvo lugar en 2018, y que llevó a Morena a un triunfo aplastante, tuvo un pequeño simulacro tres años antes, cuando el candidato independiente a la gubernatura de Nuevo León arrasó con el PRI y el PAN con una sola propuesta: darle fin al bipartidismo.

Es por ello que la situación actual que vive la Sultana del Norte debe preocuparnos. La sociedad neoleonesa tiene que elegir el gobierno que los va a representar, en medio de una pandemia que parece no tener fin y una crisis económica sin precedentes; mientras tanto,  la oferta política se compone de memes, influencers y candidatos mercenarios que cambian de partido como cambian de ropa porque ya no representan ideales, sino que solamente  son fachadas. Se publicitan igual que botellas de refresco y aspiran a que la mercadotecnia sea capaz de cubrir su falta de decencia.

Y es que Nuevo León es un estado que ya no aguanta más rupturas de corazón. Pasó por el PRI, el PAN y un gobierno independiente; ahora, como perfilan las encuestas, podría ganar Clara Luz Flores, la candidata de Morena. Sin embargo, parece que en esta ocasión la alternancia no estaría respaldada ni por el beneficio de la duda.

En este tablero se juega la contienda electoral de 2021. Lo que hoy está pasando en Nuevo León, sumado a lo que ocurra el 6 de junio, puede dar pistas sobre lo que nos espera en 2024: la democracia después de la esperanza.

El PRIAN es real y se llama Morena

Desde la Ciudad de México el liderazgo de Morena en las encuestas de Nuevo León puede verse cómo un triunfo de la política lopezobradorista; sin embargo, en estos lados, Morena es todo menos menos lopezobradorista.

De entrada, Clara Luz Flores llegó al partido que hoy la lanza después de 22 años de militancia en el PRI, una historia muy similar a la de Jaime Rodríguez que decidió lanzarse de forma independiente después de 34 años de priismo. Aunque la exalcaldesa de Escobedo señaló que dejaba el tricolor porque su forma de pensar ya no coincidía con el partido, es preciso recordar que su llegada a Morena tuvo que ver con quién le hacía la mejor oferta para contender.

El 6 de agosto de 2020, El Norte publicó una encuesta donde Clara Luz Flores, en ese momento sin partido, llevaba la delantera en todos los escenarios: conteniendo por el PAN y MC; con la coalición de Morena, PT y el PVEM, y hasta como independiente. En ese momento quedó claro que la mano en las negociaciones la tenía Flores y los partidos tenían que llenarle el ojo si la querían fichar.

Finalmente, Clara Luz fue anunciada como candidata del partido del presidente el 13 de diciembre del año pasado; a partir de ahí inició una desbandada de las demás fuerzas políticas para rogar por un hueso.

El caso más paradigmático es el del PAN donde dos de sus figuras más visibles –el senador Víctor Fuentes y el exdiputado Felipe de Jesús Cantú– aceptaron unirse al proyecto de Flores. Fuentes había sido un crítico recalcitrante de Andrés Manuel López Obrador, pero resultó capaz de tragarse varios sapos con tal de contender a la alcaldía de Monterrey y dejar atrás 27 años de militancia en Acción Nacional. Cantú, por otro lado, es algo así como el Cruz Azul de la política regia, en los últimos seis años ha perdido la gubernatura y la alcaldía de Monterrey y para justificar su cambio de partido anunció: “una de las grandes coincidencias [que tengo con Clara Luz] es cuáles son las prioridades para Nuevo León, que no haya más ideología que el servicio a la comunidad”. Lo que la gente es capaz de decir a cambio de la promesa de una diputación federal.

Pero la estrategia de Clara Luz de abarcarlo todo no terminó ahí. El 22 de febrero presentó su dream team de mujeres compuesto por las diputadas locales que tuvieron mayor presencia en la legislatura pasada –Mariela Saldívar, Ivonne Bustos y Claudia Tapia– y que fueron relegadas por sus partidos.

Las campañas están por comenzar y no parece que haya alguien que pueda restarle votos a Clara Luz. Quizás su peor enemigo sea el grupo de priistas que la ronda, entre ellos el arquitecto Abel Guerra, quien fue secretario estatal de desarrollo urbano en el gobierno priista de Natividad González (entre 2003 y 2009) y que desde esa posición se vio implicado en escándalos de uso de sus influencias para hacer negocios inmobiliarios y en la destrucción del bosque de La Pastora para hacer el nuevo estadio de Los Rayados de Monterrey. Abel Guerra, además de ser un priista incandidateable, es esposo de Clara Luz.

“Unos me preguntaban muy directo: ‘¿Quién manda, Clara Luz?’, me decían que el problema conmigo era que no sabían quién mandaba en el municipio. En el municipio mandaba yo, en mi casa mando yo y en el gobierno del estado voy a mandar yo. Es increíble, pero no les cabe en la cabeza”, le explicó Clara Luz Flores a María Scherer en entrevista respecto a su relación política con Abel.

Sin embargo, aunque son contundentes las palabras de Clara Luz, Abel Guerra parece hacer un esfuerzo proactivo por desdecir a Clara o dejarla en ridículo. En diciembre pasado fue captado por El Norte en un evento público diciendo: “En Escobedo, no se confundan, la gente vota por Clara porque es mi esposa”.

¿Y la oposición?

La oposición en Nuevo León está hecha bolas. Las últimas encuestas muestran que el candidato en segundo lugar es el priista Adrián de la Garza, quien tiene entre sus puntos positivos una gestión decente como alcalde de Monterrey –le alcanzó para reelegirse en una elección bastante sospechosa donde perdió, después se invalidó y luego ganó– y entre sus negativos el haber sido procurador de justicia en el sexenio de Rodrigo Medina entre 2009 y 2015, los años de mayor violencia en el estado. La falta de carisma –por no decir que es aburridísimo– de Adrián de la Garza podría pensarse que le juega en contra, pero después de seis años de Bronquismo sí dan ganas de bajarle el volumen a la política local.

Pero hay algo en el priismo que pareciera suprimir la noción de decencia; de la Garza y Francisco Cienfuegos, candidato del tricolor a la alcaldía de Monterrey y también medinista, fueron acusados por Luis Donaldo Colosio de usar tácticas de intimidación  –como llevar policías a “preguntar” a los vecinos si en efecto vivía en su casa o negarle la carta de residencia municipal gracias al testimonio de supuestos testigos que resultaron estar vinculados al PRI– para que no pueda ser el candidato de Movimiento Ciudadano que compita por Monterrey.

Y hablando de Movimiento Ciudadano, este partido que pintaba para dar pelea en las elecciones del 2021 se ha ido desinflando. Eso se explica por su figura local más visible: Samuel García.

“El Senatore” –como sólo él y sus amigos le dicen– no era el candidato esperado para ganar las elecciones en 2018 y sin embargo lo logró, pero desde entonces se ha dedicado a dilapidar su popularidad. Cuando no hace el ridículo en redes sociales o en entrevistas –cómo olvidar el sueldito de 50,000 pesos o el calvario de jugar golf los sábados– destaca por la misoginia –”estás enseñando mucha pierna”– con la que interactúa con su esposa, Mariana Rodríguez, una popular influencer en Nuevo León.

La historia que habían manufacturado por años como un cuento de hadas en tiempos de internet, se volvió en un vórtice de ridículos que ocasionó el rompimiento entre Colosio y García y que fue visible a través de una carta “de amigos” que Luis Donaldo decidió hacer pública. El efecto de este manejo político vacío en el fondo y desaliñado en las formas es que, al arrancar las campañas, un tercio de los neoleoneses manifiesta que nunca votaría por Samuel García a la gubernatura.

Ese caos interno ha derivado en que la determinación de las candidaturas en Nuevo León sea un pleito constante, al grado que la senadora Indira Kempis ha acusado al presidente del partido en Nuevo León, Agustín Basave Alanís, de traficar con los puestos; mientras que la senadora ha sido acusada, por mujeres en MC, de ejercer violencia política. El partido que prometía un “nuevo” Nuevo León parece estar plagado de los viejos vicios de siempre.

Y en el sótano de las esperanzas está Acción Nacional, o lo que quedó de este partido, que terminó lanzando a la gubernatura a un impresentable: Fernando Larrazábal. El exalcalde de Monterrey es célebre por un videoescándalo protagonizado por su hermano y por haber dado los permisos para operar al Casino Royale, sin verificar que las instalaciones fueran adecuadas. Esa omisión derivó en una tragedia –originada por un incendio provocado por el narcotráfico– que dejó más de 52 muertos el 25 de agosto del 2011.

Por último, la figura independiente parece haber perdido la potencia que tuvo cuando Jaime Rodríguez contendió en 2015. El uso electoral que le dio el gobernador a esta figura terminó por desprestigiarla –a la fecha mucha gente piensa que lanzarse por una candidatura independiente es apoyar a ‘El Bronco’– y en parte se debe a que rompió su promesa de no contender a la presidencia. Después de contender en la elección del 2018, sólo 2 de cada 10 neoleoneses aprobaban la gestión del gobierno estatal y 42% admitía que su opinión de Jaime Rodríguez había empeorado después de las campañas. Después de ese periodo, fue imposible para Jaime levantar significativamente sus números de aprobación y esa condición de desprestigio, junto con la imposibilidad de construir alianzas con los partidos en el Congreso local, terminó por condenar el movimiento independentista de ‘El Bronco’ a vivir en el universo de las anécdotas, pero no en el de las alternativas políticas.

Por si fuera poco, sólo quedan algunos movimientos puntuales que podrían aprovechar las candidaturas independientes, pero no como para ganar la gubernatura. Destaca el caso del alcalde de San Pedro, Miguel Treviño, que busca la reelección en ese municipio, y el colectivo de jóvenes ‘El Futuro Florece’, que busca algunos escaños en el congreso local. Aunque estos esfuerzos son interesantes como opciones políticas, hay que admitir que difícilmente alcanzarán un lugar central en la agenda. Hoy las posibilidades de la figura independiente no sólo siguen estando estructuralmente en contra, sino que su relevancia mediática es marginal.

¿Quién va ganar?

Parece que la gubernatura de Nuevo León quedará en manos de priistas. La última encuesta publicada por El Norte –que además suele ser la que brinda mejores resultados– el 5 de marzo, justo al arranque de campañas, habla de un empate técnico entre Adrián de la Garza y Clara Luz. 

Pero aun y cuando la elección pueda estar reñida, sigue en el aire la sensación de que da igual quién gane porque en el fondo su forma de gobernar será la misma. Ese rechazo por las ideologías se ha traducido en un changarrismo gubernamental donde parecen querer atraernos a los ciudadanos prometiéndonos más de lo mismo, pero la ciudadanía es cada vez más escéptica.

También en el arranque de campañas, el think tank Cómo Vamos Nuevo León publicó la Encuesta de Prioridades Ciudadanas 2021. Ahí se revela que los tres temas que más le preocupan a las personas en ese estado son: el desempleo y la economía; la seguridad, robos y homicidios; y la salud y el manejo del covid-19.

Al mismo tiempo, la ciudadanía parece entender que esos problemas, que requieren de una colaboración más compleja, no van a poder ser resueltos por estos candidatos. La encuesta de El Norte revela que 1 de 4 neoleoneses piensa que ningún candidato podrá resolver la crisis del covid-19. Por si fuera poco, temas como la corrupción o la contaminación también son percibidos por el 25% de la población como imposibles de resolver para estos candidatos.

La ciudadanía ha alcanzado una “mayoría de edad” fincada en la desilusión que provoca el saber qué es lo que quieres y admitir que, como están las cosas, no lo vas a conseguir. Esta realidad ha impactado en la forma en que las personas ven la democracia en Nuevo León.

De acuerdo con el estudio Así Vamos, realizado por Cómo Vamos Nuevo León, en 2016, cuando recién entró “El Bronco” al gobierno, el 38.9% de los neoleoneses consideraba que la ciudadanía podría influir “mucho” en las decisiones públicas. En la última encuesta, la de 2019, sólo el 12% piensa así.

Por si fuera poco, no sólo es poquísima la ilusión que generan estas elecciones, sino que la pandemia pone un obstáculo aún más grande para salir a votar. De acuerdo con Sergio Iván Ruiz, Vocal Ejecutivo de la Junta Local del INE, la participación ciudadanía podría ser de sólo 35% en la próxima elección, estos son 24 puntos abajo de la cifra alcanzada en 2015 en la elección a gobernador.

Las elecciones en Nuevo León son una novela interminable que sigue y sigue sacando capítulos, pero los guionistas de lo público llevan rato escribiendo la peor versión de Acábatelo, del show de Chavana o de cualquier penoso invento de Multimedios. Sin embargo, no se trata de un fenómeno reciente. Desde que Rodrigo Medina llegó al poder se detonó en la clase política –quizás por el gasto desmesurado en publicidad oficial– una obsesión por la viralidad que se ejemplifica en Margarita Arellanes regalándole las llaves de la ciudad de Monterrey a Jesucristo; Mauricio Fernández coleccionando dinosaurios y usando dinero público para construirse un museo donde ponerlo; el Pato Zambrano siendo un político relevante a nivel local, o Ernesto D’alessio llegando al Congreso Federal.

Todo este mundo ridículo se sostuvo en la política local porque fue rentable en los últimos 10 años. Admitimos como ciudadanía una realidad pública donde ya no importaba si la política era disfuncional, bastaba con que fuera entretenida.

Hoy, en medio de una crisis económica y de salud, nadie tiene ganas de ser parte de esta democracia estridente y hueca, ni siquiera como un espectador que se deja llevar por el morbo o por el mal gusto (que todos cargamos aunque lo neguemos). El show debe continuar, pero con casi tres meses de campaña por delante no se ve la hora de que bajen el telón y sea hora de abandonar el recinto.

Esperemos que esta vez el teatro delirante que se ha montado en Nuevo León no sea una premonición para el resto del país. 

Luis Mendoza Ovando
Estudiante de la maestría en Periodismo sobre Políticas Públicas en el CIDE. Coeditor en la revista regiomontana Contextual MX.

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