El doctor José Elizalde se despoja de los guantes y la mascarilla antes de hacer una pausa para la entrevista tras una jornada en la que apenas encuentra un momento para comer o contestar las decenas de mensajes que se agolpan en su celular. “Estamos en la guerra antes de que se disparara la primera bala”, dice en su despacho al recordar que, muchos días antes de la declaración de la fase III en México, el 21 de abril, la mayoría de hospitales ya vivían la emergencia.
Jefe de terapia intensiva durante 20 años en el Hospital privado ABC, ahora el doctor Elizalde está al frente del departamento de Neumología del Instituto Salvador Zubirán, un prestigioso centro público con hospital y centro de investigación, donde afronta una realidad extenuante. “Un día llegas y las salas están llenas de enfermos”, dice sobre el departamento que encabeza y que forma parte de los centros de referencia que atienden la covid-19.
Nacido hace 65 años en Ciudad de México y orgullosamente formado en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), Elizalde accede a hablar con este diario después de que otros reconocidos neumólogos de los principales hospitales del país optaran por guardar silencio a “sugerencia” de sus superiores para evitar polémicas.
Para entender la velocidad y el tamaño de la crisis sanitaria el doctor aporta un dato. El fin de semana pasado, cuando se realizó la entrevista, había unos pocos pacientes intubados, pero cinco días después no hay una sola cama libre. Aunque en el resto del país la ocupación hospitalaria ronda el 30%, en la capital las costuras del sistema están al límite. México llegó ayer a los 1.859 fallecidos y 19.000 contagios detectados, pero las autoridades reconocen que lo peor está por llegar.
Pregunta. ¿Cómo ve la situación en el país?
Respuesta. Estamos mejor que en el 2009, cuando llegó la pandemia de la gripe A, a la que llegamos con retraso. Sin embargo, aquella ocasión y la oportunidad ahora de dar seguimiento a lo que sucedió en Europa nos permitió prepararnos durante cinco semanas y hacer mejor las cosas, aunque todo sea mejorable.
P. ¿Se refiere a la actuación del Gobierno?
R. Las pandemias son de memoria corta. Crean mucha alarma, pero en cuanto bajan los muertos dejan de ser noticia y a la gente se le olvida. No se hizo nada durante el Gobierno de Felipe Calderón, menos con Peña Nieto y en este Gobierno también pasa algo parecido. Aunque China o Trump mandaran 10 veces más ventiladores hace falta el personal que lo maneje.
P. Se anunció que se buscaría contratar a 6.000 médicos y 12.000 enfermeras. ¿Se puede formar a alguien en dos semanas?
R. Es un plan absurdo. Son improvisaciones del síndrome del ‘casi ahogamiento’. O sea, hay que hacer algo porque tenemos el agua al cuello. A mis alumnos de Medicina de último año de la UNAM les doy un semestre de clínica de neumología donde aprenden formas de intubar, estrés respiratorio o ventilación mecánica. Son los mejores, los más preparados y los que tienen mejores calificaciones, pero después de seis meses aún no saben manejar un paciente grave o un ventilador. En México, o en España, se trata de una especialización de tres años. Dudo que con una capacitación al vapor pueda alguien manejar un ventilador o casos difíciles como los que están llegando.
P. ¿Cuál es el peligro actual en los hospitales?
R. El cansancio del sistema de salud. La saturación agota a los médicos, a las unidades de emergencia, al hospital y al propio sistema. Es entonces cuando empiezan los fracasos. Alemania logró mantener durante un mes una tasa de mortalidad de entre el 0,4 y el 0,8% hasta que después se cansó el sistema y subieron a 3,5%. Igual sucedió en Suecia, donde después de dos meses la mortalidad se elevó hasta el 8,5%. Un 10% del personal médico se contagia y eso implica que hay que retirar a cuatro o cinco personas de su círculo íntimo para que esté en cuarentena por lo que los grupos de trabajo son cada vez más pequeños. Cada vez que una persona se contagia significa retirar a otras cinco y que los que queden hagan su trabajo más el de los que no están.
El doctor Elizalde es Médico Cirujano por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en Medicina Crítica y Neumología.
P. ¿Le sorprende lo que está viendo?
R. Algunas cosas nos las imaginábamos tal cual han sucedido, pero la realidad ha resultado ser abrumadora. Llegas un día y te encuentras el hospital lleno de pacientes y las salas llenas. Fue como ir a la guerra antes de que se disparara la primera bala.
P. ¿De qué fecha hablamos?
R. El fin de semana del 18 y 19 de abril todo cambió radicalmente. Era evidente que había que haber pasado a la fase III desde hacía días, pero se incluyeron circunstancias políticas, como la reunión de expertos del lunes 20 de abril, que retrasó casi cinco días la decisión. Los primeros casos eran importados y eran de gente de un nivel adquisitivo alto. Son contagiados que habían viajado a Estados Unidos, Italia, España o China por ocio o trabajo pero se trata de un sector que se dirige a la medicina privada. Por aquel entonces los hospitales privados ya estaban a tope de casos de la covid-19 mientras que en la medicina pública no había ni uno solo. Y ahora es al revés. Aquí hay muchos casos, pero son menos que los de la pública. A la hora de enfrentar la crisis, la respuesta del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) estuvo por detrás de la Secretaría de Salud. La Secretaría fue la primera en moverse y con ella los hospitales privados. Sin embargo, el IMSS y el ISSSTE se quedaron atrás a la hora de tomar medidas y dar a la población instrucciones básicas. Nosotros llevamos preparándonos desde enero y el IMSS ha empezado a hacerlo hace un par de semanas (primera semana de abril).
P. Aún no llegamos al pico pero ya se habla de desconfinamiento, ¿le preocupa?
R. El tema de las escuelas es preocupante. Hay un gran número de pacientes asintomáticos. En China se creyó que era un 1%, pero las estimaciones rondan el 30%. Habría que seguir hasta fin de año haciendo educación a distancia. Y los trabajadores fundamentales para la economía, la salud, distribución de alimentos o fabricaciones de alimentos deberían hacerse una prueba o manejar cartillas de salud. Pero eso cuesta dinero, cada una ronda los 1.200 pesos (unos 50 dólares) y eso tampoco asegura nada.
P. ¿Cómo ve el debate entre Estados como Jalisco, que defiende los test rápidos o el uso del cubrebocas, y el Gobierno Federal?
R. El debate es bueno, pero hay secretarios de Salud en municipios o Estados que han hecho cosas absurdas. En muchos lugares se trata de un cargo menor al que, en muchas ocasiones, se llega por amiguismo o compadreo. Pero en el caso del discurso del Gobierno federal se ha mezclado con la política. De hecho, algunos datos se presentan con base en casos reales confirmados, porque son pocos, y otros sobre estimaciones. Hay un manejo político para resaltar ciertas partes que le interesan al Gobierno.
P. ¿La neumonía atípica sigue siendo el cajón de sastre?
R. México tiene una subestimación de casos. Ahora podemos confirmar hasta 24 virus distintos, pero si yo tengo la confirmación de que alguien tiene SARS-CoV-2 le llamo covid, pero si tengo todo el cuadro clínico, una prueba falsa negativa o no tengo pruebas porque vivo en un pueblo, se inscribe como neumonía atípica. Creo que la cifra real debería ser la sumatoria de ambas estadísticas.
P. ¿Cuál es la situación en su hospital?
R. Estamos al 100%. Hay 40 pacientes de la covid-19 internados y 18 intubados. Pero en paralelo vivimos una realidad en la puerta de la calle, donde un policía le dice a los pacientes que no pueden acceder porque no hay camas, y otra en el área de emergencias, donde debe decidirse entre quienes se quedan ingresados o regresan a casa para que superen la enfermedad. Esa parte presenta grandes fallas de acuerdo a las cifras oficiales. Se sabe que suele internarse un 20% de la población, pero en México estamos en torno a un 40%, el doble que en el resto del mundo, y eso colapsa el sistema de salud.
P. ¿Por qué ocurre esto?
R. En los hospitales se mezcla gente que debe estar en observación, porque podrían empeorar, con otros pacientes que tienen la enfermedad pero no deberían estar en un hospital sino en su casa. Eso pasa porque quien hace esa tarea son médicos en medicina interna y no tienen la experiencia para seleccionar de forma correcta a los pacientes. Es mucha responsabilidad decir este señor se va a su casa. Otra realidad también es que los médicos no salen a comer, a fumar un cigarro ni a hablar con la novia por teléfono, están recluidos y concentrados al 100%. Pero normalmente de 10 camas de UCI en un hospital suelen estar operativas siete u ocho, pero ahora las dos que estaban estropeadas están funcionando y eso hace que el personal médico ya no trabaje al 100% sino al 125%.
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