Un velero en el mar Caribe, una pandemia imparable, el cierre de las fronteras del mundo y un naufragio. La historia de Ramiro Catriel y Martín Mauri parece la de una tormenta que comenzó en el mar y sigue en tierra. Los dos argentinos zarparon el 13 de marzo desde Aruba en su velero Aquarelle rumbo a Panamá pero terminaron con su embarcación destruida en Bocas de Ceniza, cerca de la ciudad portuaria de Barranquilla.
“Los náufragos argentinos”, como se conocen entre las autoridades migratorias, denuncian que han vivido un “viacrucis” interminable. Cuentan que comenzó el 14 de marzo cuando la Armada Nacional de Colombia les prohibió atracar en un muelle privado de Puerto Bolívar La Guajira, en el norte de Colombia y los dirigió hacia Santa Marta, que era el puerto más próximo, para presentarse ante Migración. Un día después, según el relato de Catriel, “el motor de la embarcación comenzó a presentar un recalentamiento" y continuaron a vela. Al llegar a Santa Marta avisaron a la capitanía del puerto que su velero tenía problemas.
Pero se encontraron de frente con la realidad que ha sacudido al mundo. Debido al coronavirus, Colombia había cerrado todas las fronteras marítimas. Por orden presidencial -les dijeron- debían continuar hacia Panamá sin tocar suelo colombiano. Argumentando el daño en el motor, desoyeron e intentaron ingresar al puerto pero la Armada los cercó con megáfonos y los obligó a continuar el viaje. “Si seguíamos peligraba nuestra vida, era un naufragio seguro”, escribió el capitán del velero. La Cancillería argentina confirmó a EL PAÍS: “El motovelero en el que iban dos ciudadanos argentinos tuvo inconvenientes para ingresar al puerto de Santa Marta en función de las medidas respecto de admisión de extranjeros dictadas por el presidente Iván Duque. Fueron redirigidos hacia Barranquilla por las autoridades portuarias”.
Lo que ocurrió después está documentado en algunos vídeos grabados dentro del velero y narrado por John Faver Buitrago, abogado que consiguieron los náufragos. “El motor dejó de funcionar y ellos se comunicaron con guardacostas de Barranquilla, se declararon en emergencia y les contestaron que, por las condiciones adversas, les recomendaban regresar a Santa Marta. Una contradicción”, dice Buitrago. Sobre la media noche del 16 de marzo, el Aquarelle encalló en Bocas de Ceniza, a 9 kilómetros de Barranquilla. “Ahí, en medio de la noche, nos comunicamos de nuevo con la Capitanía del puerto y pedimos ser rescatados”, contó uno de los argentinos.
Los videos muestran una fogata nocturna mientras esperan a los guardacostas, quienes llegan finalmente a la mañana siguiente; tanto los dos argentinos, como los pescadores que los alimentaron y un miembro de la Armada, que andaba con tapabocas, caminaron cerca de siete kilómetros hasta la desembocadura del río Magdalena donde los esperaba una lancha de la Armada y de la Dirección Marítima con funcionarios de Salud y de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres que iban a socorrerlos. Atrás quedaba la embarcación. “Verificamos que no estaban deshidratados, tenían buena visión y estaban coherentes”, dijo Jairo Gutiérrez, funcionario de salud de Barranquilla que integraba la comisión y se convirtió en su ángel guardián para lo que pasó después.
Catriel y Mauri fueron recibidos por Migración y llevados a una clínica en Barranquilla, les hicieron el test de Covid-19 y un día después los trasladaron a un apartamento donde pasarían la cuarentena obligatoria. Pero ese mismo día fueron expulsados por el temor de los vecinos del edificio a “los extranjeros”. “Los echaron y tuvieron que dormir en la puerta del edificio sin sus pertenencias, que quedaron dentro del apartamento. ¿Qué habría pasado si estuvieran contagiados?”, se pregunta Gutiérrez que es experto en riesgo y gestión portuaria.
Ya instalados, los argentinos pidieron volver al lugar donde dejaron la embarcación para recuperar algunos de sus objetos y, según su abogado, algunos dólares que tenían metidos entre la madera del barco. Gutiérrez y Catriel consiguieron una lancha e hicieron el viaje de vuelta pero al llegar, relatan, no encontraron nada más que el casco del velero. El resto había sido quemado. Nadie sabe bien quién o por qué incineraron la embarcación pero lo cierto es que se trata de una zona peligrosa donde no suelen llegar las autoridades. La Dirección General Marítima de Colombia le dijo a este diario que han abierto investigaciones para esclarecer qué ocurrió.
En medio de todo llegó una buena noticia. Los resultados de las pruebas de Covid-19 de los argentinos dieron negativas. Ahora buscan ayuda económica y se han comunicado con la Embajada argentina en Colombia. “Atento que fueron hospitalizados, se realizaron gestiones con las autoridades del Departamento de Atlántico a fin de que sean exonerados de los gastos asistenciales generados en el establecimiento privado en el que fueron atendidos”, dijo la Cancillería argentina. Pero dado que uno de ellos es residente en Colombia desde diciembre del año pasado y el otro vive en Brasil, “no son beneficiarios de las garantías” de hospedaje o alimentación de parte del Gobierno argentino. Para los dos navegantes, su caso es el de unos “náufragos sin tierra”.
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