México vive tiempos complicados. Estamos entrando en lo más duro de la pandemia y se está gestando la madre de todas las recesiones. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mexicana podría contraerse hasta 6.6% en 2020. Otras estimaciones son aún más pesimistas, con caídas del PIB superiores a 10%.
¿Qué significará ese hecho en el terreno de la seguridad? ¿Se traducirá en un ascenso incontrolado de la delincuencia? Tal vez, pero hay razones para suponer que la relación entre el desempeño económico y la incidencia delictiva no es sencilla.
Entre 1980 y 2018, el PIB tuvo una caída a tasa anual en siete años: 1982, 1983, 1986, 1995, 2001, 2002 y 2009. Cada uno de esos eventos trajo consigo, en mayor o medida, un deterioro de las condiciones de vida de la población. En esas circunstancias, uno esperaría un incremento sustancial de los delitos violentos en el año inmediato siguiente.
Resulta, sin embargo, que, en siete de esas ocasiones, la tasa de homicidio disminuyó ligeramente en el año posterior a esos tropiezos económicos. La única excepción es la crisis de 2009: en el año siguiente, hubo disparo importante en el número de homicidios. Pero ese hecho se dio en el marco de una oleada de violencia que inició antes del derrumbe del PIB.
¿Pero qué hay de otros delitos violentos? La realidad es que no sabemos con precisión. No hay buenas series históricas de datos sobre delitos denunciados. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública empezó a recopilar datos en 1997. No es fácil saber que sucedió antes. Pero en los tres años de contracción posteriores a esa fecha, hay solo movimientos marginales en la incidencia reportada: el mayor ocurrió en 2010 y se trató de un incremento de 3.2% en el número de carpetas de investigación del fuero común en comparación con 2009. De cualquier manera, esos números no quieren decir gran cosa: la cifra negra no es un problema nuevo.
¿Pero la crisis de 1995 no estuvo asociada a un incremento importante de asaltos y secuestros? Sí, pero muy probablemente fue un fenómeno circunscrito en lo fundamental a algunos centros urbanos, particularmente la Ciudad de México y su zona metropolitana. Como sea, no tenemos buenos datos para medir el tamaño del efecto.
¿Y qué hay de la evidencia internacional? No es particularmente concluyente. En Estados Unidos, había un consenso entre los criminólogos que cada punto porcentual de incremento en la tasa de desempleo se traducía en un incremento de 2% en la incidencia de delitos patrimoniales. Sin embargo, en la crisis de 2008-2009, la tasa de desempleo se duplicó, pero los delitos patrimoniales disminuyeron.
¿Pero qué explica este hecho inusitado? Si muchos jóvenes están desempleados y sin perspectivas, ¿no se ven obligados a robar para sobrevivir? ¿No se vuelven presa fácil de las bandas criminales? No necesariamente. Con o sin crisis, la inmensa mayoría de los pobres, marginados y desempleados no roban, no secuestran y no matan. En todo momento y lugar, el delito es un fenómeno que se concentra en poblaciones muy pequeñas y muy específicas.
Entonces, ¿podemos concluir que no va a aumentar el delito y la violencia como resultado de la crisis económica? No, tampoco. Bien pudiéramos tener niveles inusitados de actividad delictiva en los próximos meses
Pero el punto es que otros factores —sociales, institucionales, culturales o históricos— cuentan y que la relación entre el desempeño de la economía y la evolución de la violencia es compleja.
No todo lo malo viene junto. Al menos, no siempre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: