En su visita a Nuevo León para estar con los militares
en la celebración del Día del Ejército, con la facilidad que tiene para encimar
temas, el Presidente Peña Nieto habló del problema penitenciario
nacional. Y cómo solución anunció que habrá un Comité Evaluador.
O
sea la nada sumada a la nada.
Otra
vez la respuesta oficial es mera demagogia.
Porque
Luis Videgaray anunció un recorte presupuestal. Y para poder enmendar,
someramente, la gravísima problemática de las cárceles mexicanas se necesita
mucho dinero. Esto no fue anunciado.
Partamos,
simple ecuación, de una realidad espantosa para los responsables: Sobran 50 mil
presos. O, si se prefiere, falta espacio carcelario para 50 mil.
No
hay cárceles, no hay celdas en las cárceles, y esto lo conoce perfectamente
Eduardo Guerrero que va a comenzar a estrellarse con una pared que terminará
por destruirlo. Incluso en la cárcel modelo de Chihuahua, la que lo
significa, hay celdas donde duermen hasta 11 presos.
¿Cómo
le hacen? Por turnos quiero suponer. Lo que va contra los derechos
humanos más elementales.
Sin
dinero esto no cambiará. Construir una nueva cárcel para mil presos
cuesta, aproximadamente, tres mil millones de pesos. Por eso ningún
gobernador quiere entrarle. Modernizar las cárceles, más del cuarenta por
ciento tienen más de cincuenta años de antigüedad, cuesta también muchos
millones de pesos.
Se
necesitan, con urgencia, más custodios. Hay cárceles donde los presos no
se van a la calle por milagro, porque las medidas de seguridad son
mínimas. Se sabe de muchas cárceles donde, por las noches, tiran al patio
paquetes de droga. Así de inadecuadas son sus instalaciones.
Mayor
número de custodios implica pagar sueldos. Muchos millones de pesos. Y
luego está su capacitación, mejorar salarios para evitar corrupción, y la
permanente certificación. Proporcionarles seguridad a ellos y sus
familias, para evitar que los maten. Todo lo que no se hace.
En
las cárceles mexicanas, salvo alguna excepción, no existen comedores.
Esta carencia es la esencia misma de la corrupción con la comida ya que los
alimentos, en grandes contenedores, son repartidos por los mismos presos que
controlan la corrupción interna. De igual forma las instalaciones de las
cocinas carecen de los mínimos para poder preparar los alimentos. Se
necesitan cuartos fríos, congeladores, refrigeradores, grandes hornillas,
personal capacitado y que haya pasado exámenes sanitarios, utensilios
especiales, uniformes.
¿Quién
tiene interés en pagar por esto?
Guerrero
sabe, y quisiera creer que Renato Sales tiene interés en el tema, que son muy
pocas las cárceles que cuentan con una enfermería adecuada. Esto, otra
vez, cuesta dinero. Poner equipamiento de seguridad, tipo aeropuerto, para
revisar a los visitantes y evitar que pueda penetrar a las cárceles droga y
todo tipo de sustancias prohibidas, también cuesta mucho dinero. Que los
custodios pasen por estas medidas de seguridad evitaría la corrupción.
Imponer
cosas tan simples como reglamentos, como uniformes, como separar mujeres de
hombres, como poner en distintos lugares a los presos sentenciados de los que no
lo están, cuesta mucho dinero.
La
voluntad para combatir la corrupción también falta. Para tenerla no hace
falta dinero, pero ningún responsable ha demostrado este interés.
En las entidades se nombra a directores por recomendación, a veces militares retirados
que no tienen idea ni quieren meterse. O, también, por interés, para
recibir parte de las ganancias ilícitas. Para tener directores,
funcionarios carcelarios honestos, no hace falta dinero pero nuestro sistema
político otorga autonomía a los gobernadores.
Y
si no han podido desde el gobierno federal modernizar las policías locales,
cómo podríamos creer que algo va a cambiar en las cárceles por “amable
petición”.
Crear
un Comité Evaluador es totalmente innecesario. Que Peña Nieto pregunte a
todos quienes hemos analizado los problemas de las cárceles mexicanas.
Que visita cualquiera, sin anunciarse. Que hable con alguien que haya
estado preso.
Mientras
el Presidente de la República, las autoridades se seguridad pública, no
anuncien que habrá presupuesto federal para cambiar la realidad de las
prisiones mexicanas, ninguna otra opción funcionará. En especial no
funcionan los discursos presidenciales que no pueden sustituir lo elemental:
dinero.
fuente.-
Isabel Arvide
@isabelarvide
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