Las modernas instalaciones, primer
mundo, no logran ocultar la pobreza que las rodea. En ambos lados de la
frontera. Tampoco sirven para evitar el contrabando. Al contrario, parecería
que las estructuras de concreto fueron diseñadas para ese fin.
En Chetumal, en la todavía más olvidada
comunidad de Subteniente López, la gente vive del chanchullo, de pasar
“chinerías” que vienen a comprar de mayoreo. Lo saben hacer, es una
vocación ancestral. Ahora ejercen su “profesión” a la mitad del nuevo puente,
justo antes de pasar por las modernas instalaciones del SAT donde están
estacionadas más de 20 patrullas impecables.
Esto se hace todos los días. Es un
negocio que tiene una derrama económica hormiga de la que todos, autoridades y
ciudadanos, participan. Nada oculto.
Junto a estos, palabras mayores, pasan
camiones llenos de droga, de armas, de lo que se quiera imaginar. Todos
lo saben. Pocos hacen algo.
Es una industria criminal que escapa al
control o a la voluntad política pertinente. El principal contrabandista
de licores, que por décadas vivió en la zona libre, apodado “El Español”, murió
hace pocos meses asesinado en un restaurante de Chetumal, donde cenaba
acompañado de dos policías locales. Fue intocable para las autoridades, a
sabiendas.
En las inmediaciones de las
instalaciones del SAT en el paso fronterizo nuevo, hay un retén militar a
modo. Donde soñolientos soldados revisar por encimita los vehículos,
igual que lo hacen o ni siquiera sacaron el rostro de su caseta para ver, los
funcionarios de población. La existencia de un casino frecuentado por
locales hace, quiero creer que es la razón principal y no la corrupción, muy
cómodo el paso. Es, en los hechos, una frontera abierta donde cualquier
extranjero puede entrar a nuestro país sin control.
Bueno, siempre y cuando viaje en un
vehículo con placas locales…
Junto a estas facilidades para todo, la
aduana suele ponerse muy estricta con los visitantes que suelen llevar miserias
de mercancía. A veces tenis, cervezas, alguna botella de licor… a estos
los tratan como delincuentes.
De cara a esta frontera, en el último
pedazo del país, justo donde termina México, la autoridad naval puso un puesto
de revisión. Lo situó un poco más adelante del militar.
Y, es infinitamente obvio, que servía
para revisar lo que todas las autoridades dejan pasar en el día, mucho más en
la noche.
Ahí marinos armados, corteses, detenían
y realmente revisaban a los automóviles que iban rumbo a nuestro país o a su
casa en Chetumal.
Era la verdadera “aduana” de
Chetumal. Un filtro impenetrable.
Quiero creer que era muy efectivo.
Sobre todo, en la intimidación. Imposible pasar armas o droga con este
retén.
Deben haber sido muy exitosos en su
trabajo porque comenzaron las quejas. Y de las quejas se pasó a la
acción: Se bloqueó la carretera en protesta por su presencia.
Ayudantes de contrabandistas, los mismos que suelen pasar mercancía en el
puente, a metros de la gente del SAT, impidieron el paso de vehículos.
Obviamente muchos de ellos eran locales.
Es decir, quintanarroenses, los que van
a votar en junio por un nuevo gobernador, así como también por presidentes
municipales y diputados locales.
Este bloqueo fue tan eficiente, con sus
mantas afirmando que “los marinos espantan el turismo” que la SEMAR, supongo
que el mismo Secretario Almirante Vidal Soberón, tomó la decisión de levantar
el puesto de revisión para “no molestar” a la población.
Y, de inmediato, se volvió a instalar la
corrupción consentida. La impunidad. La frontera abierta.
Ahí donde termina México, los
malandrines les ganaron a los miembros de la Marina-Armada de México… o fueron
las razones políticas de cara a la elección las que se impusieron…
Lo cierto es que todo, absolutamente
todo, sigue pasando por esa tan protegida y moderna frontera…
Fuente.-
@isabelarvide
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