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domingo, 15 de marzo de 2015

Entendiendo al ..."VIEJO PRI y el "NUEVO PRI"

En los últimos días hemos presenciado en México por lo menos tres eventos que nos  indican que además de la terrible crisis humanitaria, enfrentamos actualmente un grave escenario de regresión en el que cada día vemos perder libertades y derechos civiles fundamentales.
Mexico,D.F 15/Mar/2015 En sólo una semana atestiguamos la imposición de Eduardo Medina Mora en la Suprema Corte de Justicia, la desarticulación del equipo periodístico de Carmen Aristegui y la orden de la Secretaría de Gobernación de cerrar los archivos de la Guerra Sucia que se habían comenzado a abrir apenas al iniciar el siglo XXI. Ninguno de éstos eventos se distingue en nada de medidas tomadas en cualquier régimen dictatorial, pues atentan contra derechos básicos como el derecho a la justicia, a la libertad de expresión, a la información y a la verdad.
            Por otro lado en Brasil se viven momentos de gran tensión política y desde la oposición al gobierno se ven cristalizar serios intentos de regresar al pasado, pero no a cualquier pasado, sino al más oscuro y sangriento del golpe de estado y la dictadura militar que ensombreció a este país durante más de veinte años.
Aunque parezca increíble, hay sectores ultraconservadores en este país que hoy marchan en la principal avenida de São Paulo pidiendo una nueva intervención militar para derrocar el gobierno “comunista” de Dilma Rousseff, como se le ha empeñado en clasificar desde el poder mediático brasileño, la misma fórmula que aplicaron hace 50 años contra el presidente João Goulart en plena guerra fría. No obstante, también hay importantes sectores de la población brasileña que no han perdido la memoria y han salido a las calles a rechazar esas posturas retrógradas y a defender  los avances democráticos que como sociedad han alcanzado en los últimos años.
            Al terminar las dictaduras militares en la década de 1980, Brasil y otros países del Cono Sur como Argentina, Chile o Uruguay, iniciaron interesantes procesos de transición a la democracia que han logrado cosas extraordinarias como, por ejemplo, reconocer los crímenes de Estado que se cometieron en las décadas pasadas y abrir complejos procesos judiciales contra los asesinos; restituir a las víctimas y avanzar en la reconstitución de la memoria histórica, procesos todavía inconclusos pero que, en diferentes niveles, han avanzado enormemente en la dirección correcta para evitar que los horrores de aquellos años se vuelvan a repetir.
            En México, por el contrario, los crímenes de Estado no sólo no se reconocieron nunca, sino que se potencializaron y complejizaron al máximo. Además, se cerraron los archivos para obstaculizar las investigaciones. En sentido inverso al proceso que se inició en el Cono Sur en la década de 1980, en México hemos vivido, en los mismos años, un triste, cruel e indignante proceso de transición del autoritarismo al autoritarismo, es decir, del tradicional autoritarismo priísta al autoritarismo dictatorial del nuevo PRI neoliberal.
            Hoy en Brasil, la hegemonía mediática y los sectores más retrógradas intentan, revocar la última elección que le dio el triunfo a Dilma Russeff en un segundo mandato presidencial, algo así como un golpe de estado de los nuevos tiempos, no militar, pero sí, como el de hace 50 años, apoyado en la desinformación y  en la táctica del miedo inyectado a enormes sectores de la población que les cuesta distinguir entre la necesidad de exigir que funcionarios públicos sean investigados y castigados si incurrieron en casos de corrupción –como ya ha venido ocurriendo con muchos en los últimos años en Brasil– y apoyar con fanatismo el desconocimiento de un triunfo electoral legítimo.
            En México las regresiones se dictan desde Los Pinos – lo que no significa que obedezcan exclusivamente a intereses de la clase política, por supuesto–. Esas regresiones se acatan, también con fanatismo, en todos aquellos ámbitos políticos y civiles que intentan congraciarse con el poder. Hoy lo vemos claramente tanto en el sector público como en el privado. Todos ellos, sometiéndose a las decisiones autoritarias y regresivas del PRI –que a su vez acata otras regresiones dictadas por  poderes fácticos–, son la base en la que se sostiene la vieja dictadura en México.
Fuente.-Michoacan 3.0

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