Lo venimos advirtiendo aquí, en Código Magenta, desde hace meses. El nuevo gobierno de Donald Trump modificará radicalmente sus políticas hacia México y su gobierno de izquierda. Y eso incluye un sacudimiento mayor que se desplegará sobre nuestro país a partir del 21 de enero.
Lo preocupante, sin embargo, es cómo está elevándose el nivel de confrontación ya no por debajo, sino por arriba de la mesa. Alertas y amenazas van y vienen, presagiando desenlaces hasta hoy inéditos e impensables.
El último capítulo se dio el 30 de diciembre, cuando el diario El Universal publicó una información revelando que el ex presidente Andrés Manuel López Obrador habría participado en la elaboración de un texto en el que la advertencia de que si Estados Unidos intervenía para capturar a capos del narcotráfico, penetrando nuestro territorio, la respuesta sería una sublevación de los mexicanos.
La referencia del líder moral de Morena y todavía hoy presidente in péctore en el actual gobierno -del que es oficialmente responsable Claudia Sheinbaum Pardo- es a la amenaza ya vertida por el mismo Trump, su vicepresidente J.D. Vance y ratificada por quien será su Secretario de Estado, Marco Rubio.
Esa advertencia es que, ante la inacción e incluso eventual complicidad de Morena, de sus líderes y del gobierno de la Cuarta Transformación hacia los cárteles del narcotráfico, el único camino que le queda a los norteamericanos para frenar el tráfico masivo e ilegal del mortal fentanilo es incursionar directamente para acabar con la amenaza que opera impunemente desde suelo mexicano y que cobra más de 100 mil vidas de norteamericanos al año.
La información publicada por El Universal fue corroborada por Ricardo Pascoe Pierre, ex embajador de México en Cuba y ex legislador perredista cercano al líder moral de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Pascoe revela que verificó con distintas fuentes la veracidad de un presunto documento enviado por López Obrador a Adán Augusto López, el líder morenista del Senado, en el que se solicitaba que los legisladores de Morena difundieran la amenaza de que una incursión de los Estados Unidos en México traería aparejada una insurrección de los mexicanos, que defenderíamos el territorio mancillado.
Y en el mismo documento, el ex mandatario se estaría deslindando de las acciones emprendidas por Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana, para sepultar la estrategia de “Abrazos, No Balazos”. ¿A quién le quería mandar el mensaje?
La existencia del espinoso documento está cumpliendo ya una semana sin que, hasta hoy, ni Adán Augusto López y mucho menos Andrés Manuel López Obrador hayan salido a desmentir o a confirmar lo que sería una clara amenaza al gobierno republicano que se estrenará en 15 días y que tendrá bajo su control, no sólo la Casa Blanca, sino las mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes. Alguien circuló ayer domingo un documento similar con algunas de las implicaciones ya mencionadas.
Al final del día, lo que se evidencia en el presunto pronunciamiento conspiratorio de López Obrador es miedo, un franco temor de que el nuevo gobierno “trumpista” venga por él, por algunos de sus hijos e incluso por otros tantos integrantes incondicionales de darle en el sexenio anterior inmunidad a los cárteles. ¿Un disparate? Asómense a ver lo que ya le sucedió al ex presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, acusado de proteger a una vasta red de narcotraficantes durante su mandato y que hoy purga, con algunos de los suyos, 35 años de prisión en el vecino país.
Las declaraciones de los fiscales norteamericanos involucrados en ese caso, hablan por sí solas. El fiscal general de los Estados Unidos, Merrick Garland, dijo que “el Departamento de Justicia está adoptando un enfoque integral para proteger a nuestras comunidades y nuestro país de los delitos violentos. El Departamento está comprometido a desarticular todo el ecosistema de las redes de tráfico de drogas que dañan al pueblo estadounidense, sin importar cuán lejos o cuán alto debamos llegar”.
Damian Williams, el fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York dijo que “Juan Orlando Hernández, el reciente ex presidente de Honduras, supuestamente se asoció con algunos de los narcotraficantes más prolíficos del mundo para construir un imperio corrupto y brutalmente violento basado en el tráfico ilegal de toneladas de cocaína a los Estados Unidos… Se alega que Hernández usó sus vastos poderes políticos para proteger y ayudar a los narcotraficantes y líderes de cárteles, alertándolos sobre posibles interdicciones y permitiendo la violencia fuertemente armada para apoyar su tráfico de drogas”. Cualquier parecido con la realidad mexicana es mera coincidencia.
Y la titular de la DEA, Anne Milgram, fue más clara frente al caso hondureño cuando dijo que “la extradición (de Juan Orlando Hernández) muestra claramente que la DEA no se detendrá ante nada para perseguir a los actores políticos más poderosos que participan en el tráfico de drogas, la violencia y la corrupción… La investigación de varios años de la DEA reveló que Juan Orlando Hernández, el ex presidente de Honduras, fue una figura central en una de las mayores y más violentas conspiraciones de tráfico de cocaína del mundo. Hernández usó las ganancias del narcotráfico para financiar su ascenso político y, una vez elegido presidente, aprovechó los recursos policiales, militares y financieros del gobierno de Honduras para promover su plan de narcotráfico. Este caso debería enviar un mensaje, a todos los líderes políticos del mundo que comercian con posiciones de influencia para fomentar el crimen organizado transnacional, de que la DEA no se detendrá ante nada para investigar estos casos y desmantelar las organizaciones de narcotraficantes que amenazan la seguridad y la salud del pueblo estadounidense”. Así o más claro quién es el destinatario mexicano.
Por eso, López Obrador está poniendo sus barbas a remojar. Porque sabe que hoy su mejor defensa está en el ataque, amenazando con una insurrección civil en México si los Estados Unidos violan el “mas si osare un extraño enemigo” de nuestro Himno Nacional. El caudillo morenista piensa que los puede intimidar.
Lo que en verdad busca el hombre de Palenque es una posición que le permita negociar una salida airosa, frente a las presuntas evidencias que ya se tienen en las confesionales de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada y los tres hijos de “El Chapo”. Es un “no golpeo el avispero”, siempre y cuando no me toquen. Y su temeridad alcanza la imprudencia de reiterar la defensa a su política de “Abrazos, No Balazos”, descalificando las nuevas estrategias de Omar García Harfuch, a quien el ex presidente coloca en una situación de peligro. Se ve que no le funcionó aquel encuentro privado del pasado 7 de agosto- sin la presidenta electa Claudia Sheinbaum- en Palacio Nacional.
Por el bien de México y frente a lo que ya es inminente a partir del próximo 21 de enero, López Obrador está obligado a confirmar o a desmentir sus amenazas ya publicadas, difundidas y avaladas -hasta ahora- con su silencio. El no hacerlo le significará un precio muy difícil de pagar.
Con informacion: CODIGO MAGENTA/
Ojalá y se cumpla :el sueño de millones de mexicanos. Que vengan por AMLO y se lo lleven, para ser juzgado en la Corte de Brooklyn, New York.
ResponderBorrarMaldito viejo que a hecho